El 2018, año de elecciones en Colombia, inició sin ningún candidato presidencial definido. Una multiplicidad de nombres han puntuado en las encuestas, recogido firmas para avalar su aspiración y propuesto alianzas que apenas hasta ahora, en marzo, se habrán definido, pero lo cierto es que no hay claridad sobre quiénes integrarán el tarjetón final para elegir el próximo presidente.
Es un panorama totalmente atípico con respecto al de décadas atrás, cuando, con extensos meses de anticipación, los candidatos oficiales de los partidos viajaban por todo el país exponiendo los diferentes puntos de su programa de gobierno, convenciendo a los indecisos y aceitando sus maquinarias electorales de cara al gran día. El de hoy, con partidos fracturados y múltiples candidatos independientes, es un escenario producto de las reformas electorales del siglo XXI, en las cuales, entre otras disposiciones, se impuso un umbral mínimo de votos para alcanzar curules en el Congreso y se permitió a los políticos cambiar de partido, práctica conocida como transfuguismo.
Si bien con ellas se pretendía una competencia más justa, el resultado ha sido contraproducente. “Se pensó que la reforma volvía a abrir el espectro político, tal como sucedió en 1991 con la Constitución Política, y aunque llegaron muchos independientes, los políticos tradicionales lo aprovecharon para cambiarse de camiseta”, asegura Fabián Acuña, profesor asistente de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana e investigador de los procesos de selección de candidatos en los partidos políticos.
Pesquisa Javeriana lo consultó para analizar cómo han funcionado estas prácticas en el actual proceso electoral colombiano y qué nos depara hasta el día de la primera vuelta presidencial, el próximo 27 de mayo.
Pesquisa Javeriana: ¿Qué tan conveniente es para el proceso electoral iniciar el año hablando de precandidatos y no de candidatos presidenciales definidos?
Fabián Acuña: En los procesos electorales los tiempos son muy importantes; por ejemplo, el electorado generalmente define sus preferencias semanas antes de la elección; entonces, si bien para la democracia puede ser deseable tener claridad acerca de las candidaturas muy temprano en el proceso, porque permitiría una amplia socialización de las propuestas y mayor información para el electorado, en ocasiones esa anticipación puede jugar en contra de los candidatos. Tenemos muchos ejemplos de postulantes que manifiestan su aspiración con bastante anticipación, y aunque presenten programas de gobierno construidos seriamente –no improvisados–, ello puede convertirlos en objeto de críticas prolongadas que desgastan candidaturas ante la opinión pública. Por esta razón, optan por campañas cortas. Además, el mismo proceso político se encarga de filtrar alianzas y candidaturas más estables.
Por otra parte, todo está establecido para que hoy, marzo 11, estrenemos una figura consignada en la Reforma Política de 2009, que son las consultas interpartidistas para selección de candidatos. Esto presenta diferentes aristas, pues los mecanismos de selección son distintos y cumplen diferentes funciones. No hay uno que sea mejor y otro peor. Con uno se ganan unas cosas y se pierden otras (ver recuadro).
PJ: ¿Pero cuánto gana la democracia con tantas propuestas y tan poco tiempo para socializarlas?
FA: Definitivamente el escenario ideal para la democracia sería tener propuestas más claras y mayor tiempo para debatirlas, pero en la práctica este escenario ideal es el menos frecuente; al contrario, los tiempos electorales tienden a ser cortos, lo cual afecta principalmente al electorado, por la poca información que tiene de las diferentes opciones y propuestas a elegir, más en elecciones con amplia oferta de candidatos con diversas posiciones programáticas e ideológicas. Algo que nos ayudaría a reducir y hacer más clara la información para el electorado es tener partidos y/o movimientos más consolidados, evitando así candidaturas volátiles y personalistas, antes que programáticas. Pero definitivamente ese no es nuestro caso, al contrario, en esta elección –como en otras– campea la dispersión de propuestas que hace más compleja la decisión del votante promedio.
Esto es un fenómeno latinoamericano. Los partidos han perdido el monopolio de la representación, porque, si alguien quiere ser candidato, ya no necesita un partido, acude a recolectar firmas o se promueve a través de grupos significativos de ciudadanos. Esta es una figura con un espíritu democratizador, busca darle libertad y liderazgos alternativos a una persona que no tenga la maquinaria dentro de un partido para hacerse elegir, pero, como suele ocurrir en la región, con ella muchos políticos tradicionales se reinventaron, transformaron y convirtieron en independientes. Estar en un partido y en un colectivo los obliga a amarrarse a unas reglas y a un proyecto de grupo, pero es positivo que existan, porque no pasa lo mismo con una iniciativa individual. ¿A quién le rinde cuentas un independiente? A él mismo.
PJ: En ese aspecto, ¿es negativo ver que los candidatos de partidos tradicionales, que definieron nuestra política y nuestra vida en los siglos XIX y XX, hoy pidan que los dejen participar en coaliciones?
FA: La respuesta se ha de dar en dos direcciones: por un lado, no me parece malo que estén buscando participar en coaliciones, pues este hecho evidencia que nuestro sistema político definitivamente se abrió. Décadas atrás se atribuía al cerramiento del sistema parte de la explicación del conflicto armado, vía exclusión de sectores alternativos al bipartidismo, y si hoy los partidos tradicionales están buscando alianzas y coaliciones es porque ya no son las únicas fuerzas en competencia o, como se asumía otrora, “las dos mitades de Colombia”. Por otro lado, en democracia ganan las opciones que logren agregar mayor cantidad de votos. La dificultad real es cómo y con quién se suman esos votos, y en Colombia es sabido que algunas alianzas con organizaciones o liderazgos políticos han estado condicionadas por acuerdos clientelistas y burocráticos o, en el peor de los casos –y con frecuencia–, se buscan alianzas con actores ilegales y armados para sumar esos votos.

En Colombia hemos pasado de la exclusión democrática, por ejemplo, en los años del Frente Nacional, a la inclusión total, como ocurrió con la Constitución de 1991, que dio paso a más de 70 partidos. Ambos casos son buenos y malos, porque, aunque con más partidos se da una mayor democracia, se obtiene menor gobernabilidad. Con la reforma política de 2003 se buscó tener partidos más grandes con propuestas serias, de largo plazo, pero hay que decir que las reformas toman tiempo en afincarse. Lo decía Jon Elster: “En política no es racional autoamarrarse, sino amarrar a otros”. Afiliarse a un partido obliga al candidato a cumplir con sus reglas y a seguir su ideología, pero en política todo el mundo quiere ser protagonista, lo cual nos lleva a que se abran válvulas de escape. En 2009 se dio un parágrafo transitorio que permitió el transfuguismo, para permitir la afiliación a otros partidos.
PJ: ¿Habría que realizar una nueva reforma política para corregir estas fallas?
FA: La tentación de formular reformas políticas para solucionar fallas del sistema político siempre está latente. En Colombia no se han escatimado esfuerzos en esta dirección y propuestas se encuentran en diferentes direcciones, según las preferencias. Estoy de acuerdo con la necesidad de algunas reformas, pero entre cambiar las reglas de juego y profundizar la estabilidad de las actuales, en mi opinión es preferible la segunda opción.
A modo de aclaración, no estoy diciendo que sistema electoral tal y como está es perfecto, porque no lo es y tiene muchas dificultades, pero es más nocivo para el sistema político cambiar permanente las reglas de juego. Desde la Constitución de 1991, cada gobierno ha pretendido cambiar las condiciones electorales y esto genera inestabilidad. En todas las elecciones siguientes a la reforma política de 2003 se procuró alguna modificación. Y, como las reformas, las reglas de juego necesitan tiempo para que se afinquen, porque dan estabilidad. La democracia necesita reglas de juego claras y resultados inciertos. Lo mismo ocurre dentro de los partidos, pero una iniciativa independiente se las puede saltar, porque le interesa más hacer coaliciones. Yo creo que hay que apostar por los partidos. Muchas veces los vemos como focos de corrupción y clientelismo, y eso es verdad, pero son mejores las iniciativas colectivas que las individuales. América Latina ha padecido de populismos, caudillismos, que han venido por iniciativas individuales, que son solo nombres y no programas de partido.
PJ: Uno de sus temas de investigación es el de la consulta abierta para la selección de candidatos. ¿Qué tan conveniente es realizarlas en tiempos, como los actuales, de crisis económica, teniendo en cuenta la baja participación electoral que convocan?
FA: La democracia es compleja, los procesos democrático-electorales son costosos, toman tiempo, en ocasiones se caracterizan por el inmovilismo, hasta que se logren consensos. Seguramente sistemas menos democráticos –o dictaduras– sean más “efectivos” y los procesos sean más expeditos, pero los costos suelen ser más altos en términos de restricciones a libertades, exclusión de sectores de la población o vulneraciones de derechos humanos. Generalmente, si combinamos argumentos de austeridad económica con los de la mala imagen del Congreso y los partidos políticos, podemos fácilmente proponer y justificar instituciones antidemocráticas.
Frente a las consultas partidistas abiertas, desde luego, el alto costo y la logística que se debe desplegar para garantizar requieren esfuerzos muy grandes, considerada baja participación que las ha caracterizado, pero, en lugar de eliminar este recurso democrático, se deberían establecer mecanismos que permitan responsabilizar a las organizaciones políticas para promover mayores niveles de participación. La alternativa sería volver a partidos autistas, antidemocráticos, que no consultan a sus militantes, ni al electorado, sobre sus decisiones internas, que terminan siendo tomadas, como siempre, en pequeños círculos de poder partidista. Creo que este sería un escenario peor. Finalmente, algunos que criticaron como inconveniente el alto costo de la consulta liberal en noviembre de 2017, decidieron optar por este recurso en marzo, creyendo que sería más austero, por tratarse de consultas junto a las elecciones de Congreso, y el valor terminó siendo cercano.
PJ: ¿Qué tan a conciencia puede votar un elector cuando, a dos meses de la elección, aún no hay candidatos definitivos?
FA: Es normal que puntúen los candidatos independientes en las encuestas, pero el electorado va definiendo su voto cuando está más cercano el día de elección. Nosotros ya tuvimos un primer filtro: pasamos de alrededor de 50 candidatos en noviembre a poco más de 30 después de que se cerraran las inscripciones de listas al Congreso, y enero finalizó casi con diez candidatos, algunos de los que estaban a la espera del resultado de consulta interpartidista en marzo, porque la elección del legislativo siempre es un buen factor de medición: los partidos tendrán una muestra real de cuántos votos pueden lograr, mientras que los candidatos independientes deberán apelar a su imagen y al voto de opinión, que es bastante volátil, y los partidos con votos y congresistas elegidos tienen a favor un factor importante y tangible de negociación ante una eventual alianza o postulación de candidato a la presidencia.
Los métodos de selección electoral partidista
Según la investigación de Acuña, en Colombia existen dos escenarios para que los partidos políticos elijan su candidato.
SELECCIÓN INTERNA
- A puerta cerrada: El director o la Junta Directiva escoge al mejor candidato, una apuesta “dictatorial”, que prioriza la disciplina interna del partido.
- Selección de congresistas: Con base en sus resultados electorales, el partido pide a los parlamentarios que avalen candidatos para ser considerados.
SELECCIÓN EXTERNA
- Congresos y convenciones: El partido selecciona delegados en todas sus estructuras, que deciden tanto los candidatos a las elecciones como los cambios en política interna.
- Encuestas o sondeos de opinión: El partido contrata a una firma encuestadora para medir el nivel de aceptación de sus candidatos; el ganador es ungido oficialmente.
- Consulta cerrada: El partido hace una preselección de candidatos y les pide a sus afiliados que escojan al oficial que los representará en las elecciones.
- Consulta abierta: Procede igual que la anterior modalidad, con la diferencia de que se le consulta a todo el electorado por una decisión. Es el mecanismo más democrático, pero el que fomenta menor disciplina de partido.
1 comentario
Desenmascarando falsos liberales. Bejarano y Gaviria dos falsos liberales, son simples clientelistas, se acomodan al mejor postor. La indignidad es aberrante en Colombia. Los políticos se convirtieron en unos oportunistas que buscan una nueva forma de vida y ascenso social a costas del erario pùblico, engaño y traiciòn. Ante el desempleo galopante y creciente en Colombia, muchos han buscado en la politiquería una forma de ocupación.
Los medios de desinformaciòn y deformaciòn social, se les pueden llamar, los colchoneros o el grupo gazapera, porque no son sino forro y lo de resto es paja. Està logia de farzantes están màs desacreditados que los fòsforos de madera, hacen uso del lenguaje al nivel de verduleras y Chepitos pagados para tal oficio.
La derecha tenia a Duque, Vargas Lleras y ha Fajardo( mercenario al servicio del Sindicato Antioqueño). El màs peligroso de todos los candidatos es Fajardo porque se escuda en la entelequia del centro, figura que que no existe en política, sino en su imaginario mentiroso, por eso salio corriendo cuando le fallò el plan y trata de arrastrar en secreto los votos hacia Duque, pero a los electores engañados por el centro ya estàn desencantados, mas fàcil se cae un mentiroso que un cojo. Mockus tambièn ha sido otro mentiroso y soberbio que nunca ha pagado por sus alianzas con la derecha, pues esta le hizo el marketing y este le pagò con la destrucciòn de los servicios de bienestar y privatizaciòn de la Universidad Nacional, cogobernò con Uribe en Bogotà y dijo apartarsele cuando el mentiroso mayor le incumpliò las promesas de ser ministro de educación, pero ha sido un contratista de los gobiernos de derecha, vaya y mire cuanto a facturado Corpovisionarios.
Petro no es ningùn izquierdista radical, es un socialdemòcrata, no es el coco que asuste empresarios es un simple liberaloide, porque la llamada clase media es otra entelequia, es lo que Marx llamada pequeña burguesia.
Fajardo el candidato de la oligarquia y el típico manipulador con su falso centro.
https://www.youtube.com/watch?v=yj8ru-39RYI
https://www.semana.com/nacion/multimedia/semana-en-vivo-cesar-gaviria-se-trastea-al-uribismo-en-que-queda-el-partido-liberal/569284#
Saludos,
El liberalismo no ha existido en Colombia.
El adefesio de la caida de las maquinarias, es una mentira peregrina, vea como se unifican alrededor de intereses comunes: contratos , puestos, representaciones.