Sentados en una banca frente al Museo Nacional, en Bogotá, Jomerson Rangel y Aurimar del Calvo, dos migrantes venezolanos, dicen que llegaron a Colombia persiguiendo un mejor futuro —él desde Apure y ella desde Zulia—, que han sido sistemáticamente rechazados en empleos formales y que encontraron en las plataformas de reparto digital una opción laboral.
“Este fenómeno está pasando en todo el mundo”, explica Sandra Agudelo, doctora en Salud Pública y profesora del Instituto de Salud Pública (ISP) de la Pontificia Universidad Javeriana. “Los couriers, como les llaman los británicos, o los delivery, en Estados Unidos, son personas centrales para reorganizar las economías, y en su mayoría son jóvenes migrantes”.

El reparto con la mediación de plataformas digitales surgió en el siglo XXI como alternativa para ganar dinero extra en el tiempo libre. Sin embargo, en economías informales y con alto desempleo, como la colombiana y las de otros países del sur global, se convirtió en la actividad principal de miles de personas.
Jomerson trabaja únicamente utilizando la plataforma de Mensajeros Urbanos y Aurimar, la de Rappi. Ambos agradecen no tener jefes ni horarios, y dicen que en un buen mes pueden ganar más de un salario mínimo.
La Organización Internacional del Trabajo indica que para 2020 había 777 plataformas de trabajo en línea y localizado (transporte y reparto), y así como reconoce que “este tipo de plataformas brindan oportunidades”, también señala que tienen problemas “en la irregularidad y condiciones del trabajo, ingresos, protección social y libertad sindical”.

En un proyecto de investigación del que hacen parte cuatro universidades (Javeriana, Andes, Rosario y Santo Tomás), Sandra Agudelo y siete investigadores más hicieron un análisis de cómo impactan las plataformas digitales en la salud, el trabajo y el ambiente de los repartidores en Bogotá.
Hicieron entrevistas y encuestas a los repartidores, así como observación de los lugares donde se reúnen los repartidores y una etnografía digital ―un estudio de las prácticas culturales en internet―. Además, durante dos años examinaron miles de tuits, publicaciones en Facebook, mensajes de WhatsApp, noticias y artículos científicos.
Plataformas digitales de reparto: nadie sabe para quién trabaja
En general, las plataformas digitales no consideran a los repartidores o a los conductores como sus empleados. Por ejemplo, Rappi, la multinacional colombiana, dice que su función es conectar a dos tipos de usuarios: “El que está dispuesto a hacer un pago a cambio de un producto o servicio con un usuario que se conecta a la plataforma para atender órdenes con el fin de generar un ingreso. No funciona como un empleador”, explicó en 2019 Sebastián Ruales, el entonces director comercial de Rappi en Latinoamérica.
Para Mabel Hernández, doctora en Ciencias de la Salud en el Trabajo e investigadora de este proyecto, en las plataformas digitales de reparto “ya no hay una relación bilateral entre empleador y trabajador, sino que hay un mediador para la prestación de los servicios”.
De esta forma los trabajadores “se convierten en independientes y tienen que hacerse responsables de muchos de los elementos que le corresponderían tradicionalmente a esa cadena de valor”, como el pago de la seguridad social, esto es, el costo de salud y pensión.

En plataformas como Rappi el contrato es entre el rappitendero y el consumidor, quien solicita el domicilio.
Aunque la investigación documenta que ni Rappi ni ninguna plataforma están actuando por fuera de la ley, sí se aprovechan de una autopista gris que no ha sido aclarada, pues el Congreso colombiano aún no reglamenta la situación de las plataformas.
En el contexto internacional, aclara Bibiana Suárez, magíster en Salud Pública y coinvestigadora en este proyecto, “tenemos los casos de Francia, Italia [y España], que ya por lo menos reconocen a los repartidores como trabajadores asalariados, y que obligan a las plataformas a hacer ese pago de la seguridad social”.

Suárez propone que un gran avance en la reglamentación sería reconocer esta labor de forma independiente dentro de la gig economy, un modelo laboral en el que se aceptan encargos de una duración corta y sin compromiso de exclusividad, y que confronta la manera convencional de entender las relaciones laborales.
En Colombia hay organizaciones como el Movimiento Nacional de Repartidores de las Plataformas Digitales, que reúne y organiza a los domiciliarios del país.
Mientras esto ocurre, en Colombia y otros países los repartidores se han organizado. Los investigadores identificaron ―entre 2016 y 2020―, 19 eventos de protesta e, incluso, el 1.o de octubre de 2020, repartidores de Glovo, iFood, Pedidos Ya, Rappi y otras plataformas presentes en doce países, organizaron una gran marcha internacional reclamando mejores condiciones laborales.
Otros hallazgos, otras preguntas
Esta investigación encontró que, por su ocupación, los repartidores en Bogotá están expuestos a material particulado PM2,5 y PM10, pequeñas partículas que producen enfermedades respiratorias y que están presentes en el aire capitalino, especialmente en las zonas de Carvajal, Sevillana y Kennedy. Esto, sumado a la contaminación auditiva, la radiación ultravioleta, el riesgo de sufrir incidentes viales, robos y otros problemas de orden público, complejiza su situación.

Sandra Agudelo revela que, aunque tuvieron conversaciones con las plataformas digitales, no estuvieron interesadas en continuar un diálogo con base en los resultados de esta investigación.
“Ellas tienen incidencia política en la forma como se toman decisiones sobre el trabajo digital y no necesariamente nosotros vamos en sintonía con sus intereses económicos, pero hicimos un análisis secundario de sus fuentes, revisamos sus documentos, analizamos términos y condiciones, sus comunicados, las notas de prensa: los seguimos por dos años”, puntualiza.
Con este proyecto los investigadores quieren lograr impactos en cuanto a la responsabilidad social. “Que aparezcan nuevas formas de negocio y que ya no concibamos que el trabajo tiene que ser de ocho horas de vinculación bajo una subordinación no quiere decir que no tengas derecho a ciertos elementos mínimos y que deberían estar asegurados para cualquier persona”, reflexiona Hernández.

Por su parte, Agudelo resalta que la economía de las plataformas “está cambiando el trabajo y afectando a las poblaciones que se dedican a trabajos más precarizados en condiciones no reglamentadas. La innovación tecnológica no es neutral, tiene intereses políticos y económicos, y puede afectar a la persona más vulnerable de la cadena, que habitualmente es el trabajador”.
Jomerson Rangel y Aurimar del Calvo dicen que están agradecidos y contentos con el hecho de poder trabajar de esta manera. Por el momento no piensan en tener otro empleo. Cuentan con afiliación al Sisbén y no planean volver a Venezuela, por lo menos no en el mediano plazo.
Para leer más: § Sánchez Vargas, D., Maldonado Castañeda, Ó. y Hernández Díaz, M. (2022). Technolegal expulsions: Platform food delivery workers and work regulations in Colombia. Journal of Labor and Society, 1-27. doi: 10.1163/24714607-bja10009
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: El rol de las plataformas digitales en el desarrollo sostenible: un análisis de las condiciones de trabajo, salud y ambiente de repartidores digitales de Bogotá D.C.
INVESTIGADORES PRINCIPALES: Óscar Maldonado y Sandra Agudelo Londoño
COINVESTIGADORES: Mabel Hernández, Bibiana Suárez, Derly Sánchez, Luis Hernández, Laura Mantilla y Luis Camilo Blanco Instituto de Salud Pública Pontificia Universidad Javeriana
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2020-2022