Un tuit bastó para desatar una estampida de inversiones que terminó en que miles de personas perdieran dinero. El presidente de Argentina, Javier Milei, fue denunciado penalmente y hoy enfrenta una investigación en el Congreso por su vínculo con lo que muchos consideran una estafa: haber promovido una criptomoneda en sus redes sociales.
¿Qué significa que tantas personas —cerca de 40.000— hayan decidido invertir en una criptomoneda que desconocían, guiados por la recomendación de una figura pública? Aquí entra en juego un fenómeno psicológico conocido como efecto rebaño. Una investigación de la Pontificia Universidad Javeriana sobre criptomonedas en el Mercado Integrado Latinoamericano (MILA), buscó comprender, precisamente, cómo funcionan las tendencias que impulsan a comprar y vender estos activos en la región, para así mitigar potenciales daños a la economía.
¿Qué pasó en Argentina? El 14 de febrero de 2025, Javier Milei fijó durante al menos cinco horas una publicación en su cuenta de X (antes Twitter) que invitaba a invertir en la criptomoneda $LIBRA. Detallaba, incluso, el número de contrato para que los inversionistas accedieran directamente a la compra, asegurando que este proyecto privado incentivaría el crecimiento de la economía argentina.

“No te podías comprar ni un cigarro con esa moneda”, asegura Víctor Alberto Peña, profesor del Departamento de Economía de la Javeriana Cali, y uno de los investigadores del proyecto. Peña enfatiza que antes de que el presidente Milei la recomendara, $Libra costaba menos de un dólar. Tras el anuncio, la moneda llegó a costar $5,54 dólares, para en menos de seis horas desplomarse a $0,26 dólares
Según la consultora Nansen, especializada en analizar el sector de las criptomonedas, el 86 % de los inversionistas que compraron $LIBRA perdieron dinero, mientras el resto logró obtener ganancias por cerca de $180 millones de dólares. Horas después, el presidente Javier Milei eliminó el trino y publicó uno nuevo en el que indicaba que “no estaba interiorizado de los pormenores del proyecto”.

Para Peña, uno de los aspectos más graves de este episodio es que Milei publicó el código para acceder al sistema transaccional. “Eso genera una sensación de respaldo institucional, aunque no lo sea”, explica. Y añade que fue una salida en falso: “De un lado podría decirse que Milei fue víctima de una estafa. De otro, que participó en ella”.
A grandes rasgos, criptomonedas como $LIBRA son activos digitales que utilizan tecnología blockchain (cadena de bloques), una suerte de libro contable público y descentralizado que registra todas las transacciones de forma segura y transparente. Según Rafael Cuartas, abogado y profesor de Derecho Informático de la Universidad de Antioquia, “el término más correcto sería criptoactivo, porque no todas las criptomonedas cumplen con los requisitos jurídicos para ser consideradas una ‘moneda’ en sentido estricto”.
Algunas, como Bitcoin en El Salvador, han sido aceptadas como moneda oficial, pero en la mayoría de los países no tienen respaldo institucional. Otras, como Ethereum, funcionan mediante staking, un mecanismo que permite a los usuarios “apostar” sus monedas para ser seleccionados al azar y validar transacciones. Y hay otras más, como las stablecoins, tokens de gobernanza, y una categoría aún más volátil y arriesgada: las memecoins.
Como su nombre sugiere, nacen de memes, bromas de internet o fenómenos virales, y su valor se basa más en la especulación y el entusiasmo colectivo que en fundamentos reales. “Es como un casino financiero”, resume Peña, “quien entra a un memecoin sabe que se está jugando todo a la especulación”. Algunas, como DOGE o SHIBA INU, han ganado popularidad gracias al respaldo de celebridades como Elon Musk, y han llegado incluso a usarse para pagos o donaciones.
Sin embargo, ambos expertos explican que la mayoría no tienen un proyecto tecnológico detrás ni una utilidad clara. Su precio puede dispararse con la misma rapidez con que se desploma, sobre todo cuando hay manipulación deliberada del mercado, de acuerdo con Peña. Una estrategia común es el llamado pump and dump: se infla artificialmente el valor de una moneda mediante publicidad o respaldo de influencers, se genera una ola de compradores y luego quienes la promovieron venden en la cima, dejando a los demás con pérdidas.
Para los expertos consultados, $LIBRA, la criptomoneda recomendada por Milei, cae dentro de esta categoría de memecoins. Fue creada el mismo día del trino del presidente argentino, no tiene respaldo tecnológico ni institucional, y no se había registrado movimiento alguno antes de su mención. “Antes de la recomendación de Milei, esa moneda no tenía valor alguno, ni siquiera para una compra mínima”, insiste Peña. El impulso, en este caso, no vino de una celebridad, sino de un jefe de Estado. Por eso tanto revuelo.

El efecto rebaño en las criptomonedas
En palabras de Peña, el efecto rebaño “se refiere a la tendencia de los individuos a seguir las acciones y decisiones de un grupo mayor”. En el caso de $LIBRA, ver al presidente recomendar la moneda, sumado al alza abrupta en su valor, disparó el ‘miedo a perderse algo’ (fear of missing out o FOMO), que llevó a miles a invertir sin entender en qué estaban poniendo su dinero.
“Este miedo puede anular el pensamiento racional y llevar a decisiones impulsivas”, explica el estudio. En economías con baja educación financiera y alta desconfianza en las instituciones, como muchas de América Latina, este tipo de comportamiento colectivo es terreno fértil para caídas dolorosas.
“El ser humano es un ser social y desde que era homínido salvaba su vida actuando en grupo”, explica el profesor Peña. “Ese impulso natural nos lleva a confiar en lo que hace la mayoría, incluso en decisiones tan delicadas como invertir nuestro dinero”.
Este efecto se acentúa cuando quien lidera la estampida tiene un poder simbólico. “Cuando un presidente, un influencer o un millonario habla, la gente actúa. Y lo hace sin entender qué está comprando ni cómo funciona ese mercado”, señala el abogado Rafael Cuartas.
La investigación javeriana asegura que “una de las estrategias para mitigar el impacto del efecto rebaño es fomentar la educación financiera y la conciencia de los inversores”. De esta manera, al proporcionar información y recursos adecuados, se puede ayudar a los inversores a comprender los riesgos asociados con las criptomonedas y a tomar decisiones más fundamentadas. Además, explica que “diversificar la cartera de inversiones es una estrategia recomendada para reducir la influencia del efecto rebaño. Al tener una variedad de criptomonedas y otros activos en la cartera, los inversores pueden distribuir el riesgo y no depender únicamente del desempeño de una sola criptodivisa”.
Criptomonedas, un mundo sin regulación
En 2008 el mundo entró en crisis financiera, la más grave desde la gran depresión de 1929. Desde 2007 varias entidades bancarias de Estados Unidos aprobaron préstamos hipotecarios con intereses variables y muy altos, que se hicieron impagables y terminaron por explotar la burbuja inmobiliaria. Esto sumado a la crisis del euro y las altas deudas de países europeos, llevaron a una crisis global que, según el Fondo Monetario Internacional, alcanzó dos billones de dólares en pérdidas para la economía mundial.
Fue a partir de esta coyuntura internacional que nació la idea de crear un tipo de moneda que no dependiera de los bancos o gobiernos, sino que fuera independiente: las criptomonedas. En esta modalidad, las plataformas tecnológicas permiten que las transacciones se realicen sin intermediarios de ningún tipo y que guarden registro de todos los movimientos.
Desde entonces, las diferentes plataformas de blockchain se han mantenido al margen de controles estatales. Su control se realiza a través de los “mineros”, personas que se dedican a verificar que los intercambios de terceros se realicen de manera correcta y que reciben pagos por dicha labor.
Diferentes países han intentado regular el funcionamiento de estas tecnologías, aunque no es muy claro cómo ejercer control en plataformas virtuales. “La supervisión debería enfocarse en que funcionen bien, que sean correctas, que entreguen lo que prometen, no en clasificar y determinar quién puede participar y de quién son los derechos de explotar las nuevas tecnologías”, explica Rafael Cuartas.
El profesor de Derecho Informático de la Universidad de Antioquia sostiene que la mayoría de los intentos de regulación han estado enfocados en definir qué actores serían los comisionistas oficiales. Es decir, quienes serían los autorizados a intermediar en las transacciones, lo cual desconoce por completo la naturaleza y funcionamiento de los criptoactivos.
En el caso colombiano, estas tecnologías son alegales, es decir, no tienen regulación alguna. Si bien cuatro proyectos de ley han intentado reglamentar las criptomonedas, no han tenido suerte en el Congreso de la República. Según Cuartas, las demoras y largos procedimientos del legislativo hacen que todas las iniciativas queden obsoletas antes de ser aprobadas.
Sin embargo, el abogado sugiere que ha sido mejor que el legislativo no intervenga porque el desconocimiento técnico de los legisladores haría que una norma sea más perjudicial para la práctica y correcto funcionamiento de estos activos. “No hemos necesitado regulación específica porque ya a través de acuerdos internacionales y de algunos estándares ya se encuentra regulado”, afirma. “Con las dinámicas legislativas que tenemos en Colombia, seguramente las regulaciones nunca van a salir. Aquí la tecnología va en ascensor y la legislación va por la escalera”, agrega.
El debate en Colombia, frente a las criptomonedas, ha girado en torno a definir quién debería ser el supervisor de estas actividades. Para el experto, y según experiencias de otros países, no debería ser uno solo. Sino que cada entidad podría apropiarse de su jurisdicción.
“En Estados Unidos cada supervisor asume su responsabilidad. El que hace las veces de superintendencia financiera tomó su parte cuando se utiliza como activo financiero. El que hace las veces de mercado de valores, tomó su parte. El IRS, que sería la DIAN, tomó su parte. Cada entidad reguló los criptoactivos en su competencia y así lograron una regulación amplia”, relata Cuartas.
La primera operación de bitcoin se dio en 2009, y el país norteamericano ya tenía una regulación en 2011 para que quien obtuviera ganancias, tuviera que pagar impuestos. En Colombia, apenas hasta 2017 la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) emitió un concepto y hasta entonces lo incluyeron como objeto de impuesto de renta. Aun así, dentro de la planilla de declaración de renta no hay un espacio para declarar este tipo de activos, dice Cuartas.
Para el profesor del departamento de Administración de la Javeriana, Andrés Rendón, hay una medida de regulación que sí es urgente y necesaria para hacerle frente al efecto rebaño: que sea obligatorio declarar los intereses al promocionar una criptomoneda. Y es que figuras públicas, como el presidente Milei en Argentina o influencers de redes sociales, pueden aprovechar que tienen un público masivo para que muchas personas inviertan, aún sin conocer qué hay detrás de algunas criptomonedas.
“En los mercados lo que es más valioso es la información porque a partir de esta se toman decisiones. El problema es cuando una figura pública promociona inversiones como si fueran una opinión desinteresada. Detrás puede tener interés económico, ya sea porque le están pagando, porque le dieron una participación o porque es inversionista. Eso sí es lo que está mal. Se necesita una regulación para que sea obligatoria la responsabilidad de revelar sus intereses”, dice Rendón.
En ocasiones se ha utilizado las audiencias de personalidades reconocidas para atraer personas que inviertan y así inflar los precios de monedas, lo que facilita las estafas. Ya influencer colombianos como Epa Colombia, Yeferson Cossio o Javier Arias, todos con millones de seguidores, están siendo investigados por la Fiscalía por promocionar rifas ilegales en sus redes sociales. Con inversiones en criptomonedas podría pasar lo mismo.
“En Estados Unidos los influencers están obligados a revelar si tienen algún interés, si les están pagando, si son accionistas, si tienen alguna participación en un negocio cuando hacen una promoción en sus cuentas personales”, menciona el profesor. Por ejemplo, en octubre de 2022, Kim Kardashian fue multada con $1,36 millones de dólares por promocionar la EthereumMax en su perfil y no mencionar que recibió 250.000 dólares de pago por hacerlo. Además, fue condenada a no promocionar más criptomonedas por tres años. Es solo uno de los muchos casos similares.
En el caso del presidente de Argentina, todavía está en investigación si conocía a los promotores de $LIBRA y si está relacionado de alguna forma en el negocio que hizo perder su dinero a más de 44.000 inversores. Ya su jefe de ministros, Guillermo Franco, fue increpado por el Congreso en una de las primeras sesiones de una comisión que investiga el asunto.