Un destacado recorrido académico fue cobrando protagonismo en la vida de Carlos Felipe Buitrago. Durante su primer semestre de Psicología en la Pontificia Universidad Javeriana (2012), hizo parte del semillero de Psicología Militar y un año después fundó el semillero de Psicología del Consumidor.
Fue asistente de investigación de la Facultad de Ciencias Económicas de la Javeriana y pasante en el Laboratorio Interdisciplinar de Ciencias y Procesos Humanos (LINCIPH) de la Universidad Externado de Colombia.
En junio de 2019 se postuló al programa Jóvenes Investigadores de Colciencias (actualmente Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación) y con el Instituto de Salud Pública en la PUJ comenzó a trabajar en el plan para el fortalecimiento de las capacidades de las secretarías de salud de Guajira, Cesar y Bogotá para mejorar aspectos relacionados con la gerencia de la salud mental dirigida a víctimas del conflicto armado.

Hoy, a sus 26 años es voluntario de los semilleros de Neurociencia y Comportamientos y Neurociencia Social de la Universidad de los Andes. También cursa una maestría en Metodologías de la Investigación en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de España.
“Me motiva investigar, entender las cosas al mismo tiempo que puedo aportar algo”, comenta Buitrago, que entre risas lamenta el poco tiempo que tiene, incluso, para comer por su carga laboral.
Actualmente Buitrago trabaja simultáneamente en el desarrollo de una herramienta psicométrica para medir las habilidades de las personas en relación con los requerimientos del mercado laboral con el objetivo de crear capacitaciones y mejorar las posibilidades profesionales.;
Además, desarrolla un estudio multicentro (del que hacen parte varias instituciones) a nivel de América (Argentina, Chile, Brasil, Perú, Colombia, México, USA), rastreando bases genéticas, cognitivas y neurológicas de algunas demencias, como parte del Instituto de Envejecimiento de la Facultad de Medicina de la PUJ.
De deportista de alto rendimiento a joven investigador
“Cuando entré a bachillerato fue un caos. Realmente no me gustaba estudiar, no tenía mucha motivación. El deporte me ayudó mucho en ese momento”, dice Buitrago. Al iniciar su pregrado fue deportista de alto rendimiento de tiro al arco y hasta hace poco practicó artes marciales y squash. Sin embargo, tuvo que dejar el deporte por la cantidad de tiempo que le dedicaba.
“O estudiaba o entrenaba porque en alto rendimiento piden, como mínimo, cuatro horas diarias. Los domingos entrenaba de 6:30 de la mañana a 5 de la tarde”.
Además del deporte, le gusta leer distopías, poesía y filosofía y sabe tocar el violín. Aunque en la música se considera ‘crossoverr’, sus infaltables son ACDC y el Cuarteto de Nos.
La ciencia familiar
“Mi familia ha sido incondicional. Mi papá y mi mamá me han apoyado en cuanta cosa me he querido meter”, cuenta Buitrago y explica que ha habido varios científicos en mi familia. Tengo un primo que trabaja en el NIH (National Institute of Health, por sus siglas en inglés), también es neurocientífico. Otra prima es bióloga marina y académica en Puerto Rico; y otro primo es psicoanalista en Francia. Mi tío abuelo fue decano de la Universidad de Caldas. He tenido un par de referentes”
“A veces lo que le queda a uno de la universidad no es un recuerdo en sí, sino esos detalles rutinarios que hacían de ella algo maravilloso”, Carlos Felipe Buitrago
Ser joven investigador
Carlos Buitrago ha logrado parte de sus logros académicos por el programa de Jóvenes Investigadores e Innovadores del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (antes Colciencias), una beca-pasantía que busca facilitar el ingreso de esta población de profesionales a grupos de investigación y centros de desarrollo tecnológico con el objetivo de incrementar la capacidad nacional para competir internacionalmente y priorizar áreas estratégicas para el país.
En 2019, un joven investigador podía ganar hasta tres salarios mínimos mensuales, es decir $2.484.358 mil pesos, durante los doce meses que duran vinculados.
Sin embargo, y aunque Buitrago señala que el programa tiene grandes aciertos (como las mentorías de investigadores senior, la capacitación profesional, la formación complementaria en idiomas y las condiciones salariales), reconoce que no todos sus compañeros corren con la misma suerte. “Como joven investigador veo el panorama de los jóvenes muy complejo. Las cifras de desempleo han aumentado y las oportunidades para dedicarse a la ciencia son muy restringidas”, puntualiza.
Además del desempleo, en la investigación hay otro problema, dice Buitrago. Para tener más posibilidades de participar en proyectos, hay que tener más títulos, lo que lleva a que muchos piensen en adquirir una deuda sobre otra.
Si alguien adquirió un crédito para el pregrado, es posible que solicite otro para continuar sus estudios de posgrado, pues si quiere dedicarse a la investigación, es posible “que por falta de títulos no pueda acceder a proyectos”.
Por otro lado, un aspecto que debería ser fundamental en los procesos investigativos, sobre todo en países con recursos limitados como Colombia, es el trabajo colaborativo.
Sin embargo, gestionar esas redes no es una tarea fácil, pues por poner un ejemplo, entre jóvenes investigadores no nos conocemos y tampoco existen muchos canales sobre ciencia, es necesario que se le dé la oportunidad de hablar a los que están arrancando. No deberíamos tener mil y un publicaciones para que a los jóvenes investigadores se nos tenga en cuenta o se nos escuche”.
El camino de la investigación es arduo y exige constancia, pero eso no le preocupa, por el contrario, lo emociona. Quiero entender cosas, y sé que puedo y tengo las herramientas para hacerme preguntas, encontrar respuestas y seguirme preguntando y seguir buscando hasta el infinito, hasta que el cuerpo aguante”, finaliza.