La hoja de vida de Jesús David, de 31 años de edad muestra que es profesional en informática y tecnología de la Universidad Central de Venezuela. Como la empresa donde laboraba cerró, decidió migrar a Colombia. Aquí ha trabajado como mesero; sin saber mucho de construcción ha sido ayudante de obra; cuando no ha tenido otra opción para reunir los $15.000 de la habitación de paso, se ha subido más de una vez al transporte público para vender dulces. Además no ha podido legalizar su estadía en el país.
David hace parte del casi millón y medio de venezolanos que hasta octubre de este año han ingresado a Colombia en busca de nuevas oportunidades, cifra que supera en un 39% a la alcanzada en el 2018. También es una de las 737.000 personas consideradas como irregulares, es decir, que continuaron viviendo en el país sin autorización y superaron el tiempo de permanencia establecido.
Experiencias como la suya se repiten en cada uno de los migrantes de formas diferentes. Así lo demuestran los resultados preliminares de una investigación que desarrolla el profesor javeriano Andrés Cubillos con un equipo de investigadores de la Universidad Central de la Florida.
Hay que tener en cuenta, de acuerdo con este especialista en migraciones, que son miles los venezolanos que al llegar a su lugar de destino tienen que lidiar con la nostalgia de dejar la familia, cambiar sus hábitos, acostumbrarse a un nuevo clima o enfrentar el rechazo de colombianos, lo cual les afecta considerablemente su salud mental.

La radiografía del estudio
El foco de atención debe estar en la salud mental de los migrantes , opina el experto. Aunque la prioridad de los países ha sido, en el mejor de los casos, atender las necesidades en salud de las maternas y neonatos, es un tema que, según Cubillos, debe tratarse de manera apropiada para que las dificultades no se conviertan en enfermedades mentales. “El hecho de que el estado mental del migrante sea un tema que merece mayor atención, por ningún motivo se debe desconocer la salud de los colombianos. Así las cosas, el Estado debe potenciarla e integrar a ambos grupos de personas, pues el derecho a la salud no tiene nacionalidad .
“Nos hemos dado cuenta de que cuando los migrantes llegan a los hospitales se les brindan primeros auxilios en salud mental, pero no hay continuidad en el tratamiento y ni siquiera hay atención primaria para estas personas. Esto puede significar un futuro problema de salud pública”, explica este integrante del Instituto de Salud Pública de la Javeriana, quien reconoce que este tema es un reto para el país y debe enfocarse desde diferentes ópticas. “El principal reto en salud está en dar respuestas a las necesidades de la población migrante, que son las mismas que presenta gran parte de la población colombiana, y el trabajo psicosocial es fundamental para reconocer dichas necesidades. Por lo tanto, se trata de un trabajo integral en donde la atención sea pensada de forma indiscriminada, no para los colombianos o para los venezolanos, sino para todos los que habitan el territorio nacional”, puntualiza.
Otro de los temas a tener en cuenta en esta problemática es la búsqueda de alternativas para hacer de la salud mental una prioridad que sirva de apoyo al proceso migratorio, lo cual se confirmó en un simposio sobre esta temática realizado en agosto en la Universidad Javeriana. Dentro de las propuestas más representativas para alcanzar este objetivo, y en la misma línea de Cubillos, se destacó la importancia del acompañamiento psicosocial para reducir impactos emocionales, reconstruir la confianza, restablecer vínculos de afecto, identificar y potenciar recursos de afrontamiento y generar una perspectiva de futuro y esperanza.
Bajo esta perspectiva, lo que puede llegar a representar un problema no es la migración en sí misma sino la forma como se asume la política pública y en salud para los migrantes en Colombia, según argumenta el investigador. Para esto es necesario un trabajo educativo en el que se incluya tanto a la población migrante como a la colombiana, tal como se propuso en el simposio: identificar cuáles son sus temores, imaginarios, estereotipos e incluir la detención de la estigmatización de las personas que llegan.
“No es posible que vivamos en choques constantes cuando lo que queremos es establecer unas culturas pacíficas de relaciones entre los que vienen y los que están acá. El deber ser es que entre todos construyamos país y que la migración nos sirva para conocernos y unirnos como humanidad”, asegura Cubillos.
¿Por qué no se debe entender la migración como un problema?
Para este profesor “los medios y las redes sociales se han encargado de apoyar la estigmatización de los migrantes”, lo que fomenta los comentarios xenófobos de algunas personas.

Sin embargo, en su concepto, la historia alude a que esta situación no es nueva y se ha repetido más de una vez en diversos escenarios, siendo Colombia uno de los países expulsores de su población por mucho tiempo. En las décadas de los 60, 70 y 80 una densa ola de colombianos salió de sus hogares para buscar caminos más favorecedores, y “uno de los países que recibió a la población colombiana fue Venezuela. De hecho, durante esos años esa nación fue considerada el ‘sueño latinoamericano’ por sus recursos y posibilidades económicas”, enfatiza Cubillos.
Al respecto argumenta que a los países receptores no llegan las personas que la ciudadanía desearía pues son gente con niveles socioeconómicos bajos. No obstante su arribo obedece a las consecuencias de sus propias necesidades, no a las necesidades de un país. “Si bien es verdad que algunos, solamente algunos, llegan a delinquir, a afectar las condiciones nacionales, esto no es un asunto masivo, la mayoría de las personas vienen con la mentalidad de aportar cosas positivas. Es más, muchos llegan con nuevas ideas que pueden contribuir al desarrollo del país”, destaca.
Andrés Cubillos, quien se ha dedicado a estudiar el fenómeno migratorio desde el 2006, invita a entender la migración como la explica la ciencia, es decir, “como un asunto que tiende a repetirse. No se está presentando solamente de Venezuela hacia Colombia, es global. La gente se mueve hacia otros países por la cercanía, por la posibilidad de buscar otras oportunidades, por compartir la cultura y otros factores de distinta naturaleza”. Él finaliza afirmando: “No por esto se puede estigmatizar la migración de los venezolanos”.