A propósito de Semana Santa, una época que está relacionada con la inminente extinción de varias especies en nuestro país por motivos que explicaremos más adelante, decidimos retomar una publicación que habíamos hecho en 2023. En este proceso nos encontramos con la gran desilusión de que la situación de los animales de los que hablamos hace dos años sigue siendo la misma. Puede leer sus amenazas aquí.
¿Por qué la Semana Santa tiene que ver con la pérdida de especies?
La Semana Mayor es parte de la identidad de los países con mayoría cristiana y católica que lo celebran. Las tradiciones van desde visitar iglesias, participar en desfiles religiosos a ver películas de historias bíblicas, diligentemente transmitidas por todos los canales nacionales. No obstante, lo que para muchas personas es un tiempo de reflexión, para los ecosistemas colombianos resulta ser una fuerte presión.
El bosque de niebla del valle del Cocora ha sido una de las principales víctimas de esta celebración. En tiempos pasados su icónica palma de cera era utilizada para la fabricación de cirios y velas ceremoniales, lo cual no requería la tala, sin embargo, la celebración del Domingo de Ramos es otra historia. Este día recuerda la triunfal entrada de Jesús a Jerusalén por un camino tapizado de ramas de olivo y palma. Como los olivos no son nativos de Colombia, la tradición se ha vestido de palma de cera.

“La palma tiene un simbolismo especial en el cristianismo occidental, porque dentro de su tradición son una representación del triunfo y la victoria” explica Eduardo Merino Gouffrey, mágister en Uso y Conservación de la Biodiversidad y host del podcast ¡Ay, humanidad! Es esta la causa de que, en nombre del Domingo de Ramos, se hayan talado palmas de cera hasta llevarlas al borde de la extinción, práctica que está prohibida actualmente, pero aún se lleva a cabo de manera furtiva.
Los pocos individuos de palma de cera que quedan en el Cocora son la imagen de un paisaje que tiene los días contados. Lo que antes era bosque, ahora está cubierto de potreros usados para la ganadería, que no permite el nacimiento de palmas nuevas que mantengan la población. Tal como escribió en la red social X la rectora de la Universidad EAN, la bióloga Brigitte Baptiste: “El famoso paisaje de Salento es un invento mercantilista en franca decadencia por el turismo irresponsable y porque las palmas son ZOMBIES. Requiere restauración y apoyar propietarios avasallados”.

Esta historia de ramos, ritos y tradiciones deja sin hogar a los loritos orejiamarillos, una especia categorizada como Vulnerable (Vu) por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Pero no son los únicos animales afectados por las tradiciones de esta celebración. “En Semana Santa se genera más presión sobre los animales silvestres porque muchas personas creyentes no consumen carne roja, entonces en vez de comer pescado, comen tortuga y cocodrilo”, aseguraba Nicolás Urbina-Cardona, profesor y ecólogo de la Pontificia Universidad Javeriana, en el artículo que publicamos en 2023.
¿Cuáles son otras amenazas para las especies en Colombia?
Según el Sistema de Información Biológica de Colombia, de las 79.828 especies observadas, 1.816 se encuentran en las categorías VU (vulnerable), EN (en peligro) y CR (peligro crítico) dentro del territorio nacional, agrupadas bajo el término en vía de extinción.
Una de las causas más importantes de pérdida de especies en Colombia es la degradación y modificación de los ecosistemas. En el 2024 la deforestación aumentó en un 35% con respecto a la cifra registrada en 2023, y se situó como la segunda más baja en los últimos 23 años. Si bien este último dato suena esperanzador, en el paisaje, donde realmente se da la deforestación, se ha perdido un área de bosque equivalente a cerca de 152,857 canchas de fútbol del tamaño de El Campín.
Especies como las ranas arlequín son susceptibles a la pérdida de hábitat. “Creemos que hay dos amenazas principales ara estas especies: deforestación por ganadería y contaminación por agricultura, pero más recientemente apareció un hongo al que le decimos BD, que habita en regiones conservadas, infecta a los anfibios y reduce su capacidad de movimiento y alimentación. Actualmente es una pandemia”, explica Urbina Cardona.
La deforestación, la contaminación por agricultura y las enfermedades están relacionadas, pues la tala de árboles facilita la llegada de agroquímicos a lo profundo de los bosques, así como el ingreso de personas, que muchas veces llevan en su calzado esporas del hongo BD.
Especies con un mayor rango de dispersión, como la danta de páramo y el oso andino, no se salvan de esta problemática. “Estos son animales tan grandes que necesitan extensiones enormes de territorio, y la colonización de las zonas altas de las montañas tiene un efecto grande sobre estos individuos”, precisa el biólogo Ricardo Gómez Serrano, director de la maestría en Conservación y Uso de la Biodiversidad en la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales.

Esto se suma a la colonización de la alta montaña por una de las especies invasoras más mortíferas del mundo: el retamo. Esta planta es una fuerte competidora y ha desplazado a las especies nativas, que brindan protección y alimento a la fauna de montaña, además de regular el agua.
El resto de Colombia también está lleno de especies exóticas que son problemáticas para las especies nativas, como la trucha, que, aunque sea consumida como plato típico en varias lagunas del país, fue traída desde Norteamérica y ahora es casi la única especie que se puede encontrar en los cuerpos de agua naturales en los que fue introducida.
Grandes mamíferos acuáticos como el delfín rosado y la nutria gigante de río enfrentan otros desafíos. Al ser predadores dependen de que el ecosistema entero esté sano y mantenga las poblaciones de sus presas estables y con su abundancia debida. “A veces los ecosistemas no alcanzan a proveer la comida suficiente para las nutrias, por lo que salen a buscar comida en los sistemas productivos humanos, entonces ahí es cuando ocurren los conflictos entre los superdepredadores y, por ejemplo, los sistemas ganaderos, como terneros y gallinas”, explica Gómez Serrano.
El quid del asunto no es juzgar a una tradición como la Semana Santa ni tildarla del villano en la historia de pérdida de biodiversidad en Colombia. Un camino puede ser ver las tradiciones y los hábitos de forma crítica y consciente.