La batalla que lidia hoy la humanidad con el virus que desde Wuhan en China se ha ido expandiendo por todo el planeta, es similar, en su justa proporción, a la que experimentó Etty Hillesum durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Una mujer holandesa de padres judíos, quien después de haberse destacado por su viveza intelectual, decidió estudiar Derecho y lenguas eslavas en Amsterdam y a sus 29 años fue deportada al campo de concentración de Westerbork en 1943, donde fue ejecutada. Su historia se conoce por el diario personal que dejó antes de su muerte, el cual da cuenta del gusto por la lectura, el cultivo intelectual y su profunda y estrecha relación con Dios.
Hoy, cuando la vulnerabilidad se ha hecho más evidente que nunca, la experiencia de la fragilidad que suele evadirse, incluso considerarse una vergüenza, nos ha salido al encuentro como una amenaza de aniquilación, de muerte, de pérdida, podemos identificarnos con Etty. Así lo asegura la PhD. en teología Rosana Navarro.
La investigadora javeriana estudió la experiencia de esta judía con el propósito de identificar los rasgos de ‘lo humano’ y su relación con la espiritualidad. “Me he valido del testimonio de Etty, de su diario y sus palabras, que contienen una fuerza extraordinaria para iluminar a hombres y mujeres que se pueden ver reflejados en su experiencia”, dice Navarro.
Peste, pandemia y crisis
De las primeras pestes que históricamente recuerda la humanidad, la del año 430 antes de Cristo en Atenas, acabó con cerca de un tercio de la población, y con esta llegaron las crisis que se repitieron siglo tras siglo. De las más terribles y recordadas en la historia humana está la llamada Peste Negra, que en solo siete años causó casi 50 millones de muertes entre el continente europeo y el africano.
Caracterizadas en muchas ocasiones por fiebres intensas, insuficiencias respiratorias, dolores musculares, fuertes edemas pulmonares, reacciones unas veces positivas a los tratamientos y otras veces con recaídas que ocasionaban la muerte, no son las únicas de nuestra historia. Están otras que, aunque de otro tipo, se cuelan dentro de los virus que mucho daño le han hecho a la humanidad.
Colombia y su peste de guerra es un buen ejemplo, con más de ocho mil víctimas directas abatidas en su conflicto armado, sin contar todos los que indirectamente han padecido la suerte de esta pandemia; o el nazismo, que en la Segunda Guerra Mundial cobijó al 75 % de la población mundial del momento y solo en los campos de combate dejó diez millones de personas muertas.
Ester (Etty) Hillesum fue testigo y víctima de esta última, una experiencia que relató con los ojos puestos, por un lado, desde una realidad amenazante e inevitable, y por el otro, desde la hermosura que empezaba a surgir de lo más profundo de su ser, fuente de donde brota su experiencia espiritual.

Para el momento que vive hoy la humanidad, su historia ofrece una reflexión en medio de la angustia que ha generado la COVID-19, el que parece ser el “nazismo” de nuestros días. Ante las crisis siempre surgen muchas preguntas acerca de las posibles soluciones, las medidas necesarias, las consecuencias económicas, el papel de lo político, pero rara vez se hacen visibles las preguntas que tocan al ser humano en la profundidad de su existencia, sus inquietudes de sentido. En últimas, la espiritualidad detrás de la crisis.
Ante la búsqueda espiritual humana y, como dice Navarro, la aparente ausencia de respuestas que caracteriza nuestra época, la investigadora presenta la experiencia de Etty como una propuesta a una forma contemporánea de vivir, en la que asumiendo la situación de su contexto y con todas las contradicciones que esto implica, es capaz de descubrir en ella el lugar del encuentro con los otros y del encuentro con Dios, sin tener como referencia ninguna religión o institución específica, teniendo en cuenta que la concepción de Dios ha estado muy ligada a la religión.
Navarro aclara: “esto está muy ligado a las vivencias de cada ser humano. La experiencia de Dios supera sobremanera la capacidad humana de hablar de Él, y quien lo ‘experiencia’ busca poner en palabras ‘algo’ de lo vivido, aunque siempre se quedará corto. La experiencia de la divinidad en medio de lo humano no pertenece a ninguna confesión religiosa; la religión es solo una forma de vivir la experiencia de Dios, desde ciertos ritos y formas litúrgicas”.
La joven holandesa, en medio de su crisis y en su búsqueda de Dios, explica lo que él es y la forma en cómo se presenta en ella: “Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo”.
Navarro considera que “estos pensamientos revelan una intuición humana fundamental que nos dice que lo más profundo de sí mismo es divino y es parte de nuestra condición humana; anhelamos la divinidad, no nos conformamos, y resulta que ese anhelo lo hemos confundido con la ambición, el egoísmo, el poder, u otras posesiones que hacen que el ser humano se sienta seguro y con la vida entera, aparentemente, bajo control, pero cuando eso se diluye, la vulnerabilidad humana se hace evidente”.
Esta coincide con lo que dijo el Papa Francisco hace algunos días al periodista español Jordi Évole, refiriéndose a la pandemia que está enfrentando el mundo: “siempre existe esa presunción de que a mí no me va a tocar, yo soy un preferido de la sociedad, de los dioses, de la cultura”.
La profesora Navarro amplía el concepto: “nos cuesta aceptar nuestra vulnerabilidad porque vivir implica una serie de puntos de quiebre, rupturas y cambios que duelen en el cuerpo y angustian en el alma. La vulnerabilidad es fragilidad, una fisura en la existencia que puede doler o avergonzar y mostrarse vulnerable también consiste en exponerse a los otros, y ahí el ser humano puede ser aprobado o desaprobado por otros y la desaprobación puede quebrantarlo”.
La crisis como una oportunidad para abrirse a la espiritualidad
En este paréntesis cuaresmal, no exactamente el que inició el miércoles de ceniza para los fieles de la Iglesia Católica Romana y otras instituciones, sino, en esta cuarentena de carácter obligatorio, ocasionada por el COVID-19, “está la oportunidad privilegiada para mostrarnos y aceptarnos como somos: vulnerables”, dice Navarro.
Al comienzo de su diario, Etty se refiere a su situación existencial como una constipación o ‘estreñimiento espiritual’, en palabras de Navarro, “ella se refiere a eso que no dejamos salir, que no nos deja mostrar lo mejor de nosotros y entonces, sacamos lo peor, porque no hemos cultivado esa belleza interior y nos volvemos inhumanos”. Esta ausencia de humanidad en medio de la pandemia por el coronavirus, Navarro la ubica en los gestos de aquellas personas que desmedidamente solo miran su interés y se enceguecen frente a la vulnerabilidad de los otros para privilegiar su bienestar y seguridad. Actitudes opuestas a las de Etty, que en medio del campo de Westerbork, como dice Navarro, “fue testimonio de una vida entregada, de una entrega desinteresada, de un amor sin límites, hasta querer partir su cuerpo como el pan y darlo en alimento a los hambrientos.
El itinerario de Etty muestra cómo ella fue descubriendo la riqueza que poseía en su interior a través de hábitos sencillos como la gimnasia, la meditación, la oración y la lectura. En este tiempo de confinamiento, “tenemos la posibilidad de dedicar un espacio a nuestra vida interior, y desde dentro de nosotros dejar brotar la fuente y fuerza necesaria para afrontar la vida”, dice Navarro. Estamos viviendo días en los cuales la memoria hace recordar el valor del abrazo, de la sonrisa, de los detalles que día a día solíamos tener y que pasaban desapercibidos. “Hoy añoramos los abrazos que no dimos, las palabras que no dijimos, la mano que no tendimos, la sonrisa que negamos y la compañía que ignoramos. Y todo esto lo estamos viviendo en la soledad y en el silencio de esta cuarentena” comenta Navarro y hace esta invitación para explorar en lo más profundo del ser.
El llamado final de la profesora Navarro es a aprovechar este tiempo para que, como Etty, veamos la necesidad de crear espacios para el cultivo de la interioridad, a través de hábitos sencillos que permitan descubrir que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. “Solo así podremos comenzar a humanizar y a resignificar la existencia, permitiendo que surja lo mejor de nosotros: solidaridad, fraternidad, alteridad, amor. Sí, estamos confinados, pero más unidos que nunca, ‘todos vamos en el mismo barco’, en un barco en el que tenemos algo que hacer y decir: médicos, científicos, psicólogos, humanistas, artesanos, mensajeros, tenderos, campesinos, estudiantes, maestros, padres y madres de familia, todos, sin excepción”, asegura Navarro y finaliza, “el absurdo, la posibilidad de la enfermedad y de la muerte, no desaparecen, pero pueden asumirse y adquirir nuevo sentido. Por eso hay que seguir navegando, pero en estado de alerta, es decir, con los ojos abiertos, las manos tendidas, el oído atento, el corazón dispuesto. Es tiempo de ir adentro”.
¡ADENTRO! *
Busca tu ámbito interior el de tu alma.
En vez de decir, pues, ¡adelante! o ¡arriba!, di ¡adentro!
Reconcéntrate para irradiar; déjate llenar para que reboses.
Luego, conservando el manantial,
recógete en ti mismo para mejor darte a los demás.
Avanza en las honduras de tu espíritu
y descubrirás cada día nuevos horizontes,
tierras vírgenes, ríos de inmaculada pureza,
cielos antes nunca vistos, nuevas constelaciones.
Tienes que hacerte universo, buscándolo dentro de ti.
¡Adentro!
* Unamuno citado por Navarro. https://www.creciendoconetty.org/