Por: Juan Manuel Rueda y Felipe Morales Sierra
Desde que Donald Trump volvió a la presidencia de Estados Unidos, a comienzos de este año, la opinión pública se ha llenado nuevamente de análisis de su personalidad: lo llaman impredecible, bravucón y, en muchas ocasiones, loco. “En algunas situaciones durante su primer periodo, Trump cultivó intencionalmente la reputación de que estaba loco”, escribía Foreign Policy en enero. “¿Y si hay un método detrás de su locura?”, se preguntaba The Economist en febrero. “Trump y su liderazgo parecen apostar a una forma de locura política”, decían en El Sol de México.
Además del calificativo de loco, muchos de estos análisis coinciden en la misma explicación. Aseguran que Trump sigue la “Teoría del hombre loco” del expresidente norteamericano Richard Nixon, la cual, a su vez, estaría inspirada en la obra del italiano Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe, quien escribió que “a veces es una cosa muy sabia simular locura”. Como no es la primera vez que se acude al pensamiento de Maquiavelo para explicar la personalidad de líderes políticos polémicos, y como sus escritos han sido tergiversado por años, acudimos a expertos en teoría política para consultarles, hasta qué punto, Trump es un loco maquiavélico, como aseguran analistas.
La teoría del hombre loco de Nixon
A comienzos de la década de los setenta, durante la guerra de Vietnam, y en plena guerra fría, el presidente Richard Nixon supuestamente dijo que le convenía que su enemigo pensara que él estaba en un punto en el que haría lo que fuera por ganar la guerra. De hecho, en 1969, la cúpula de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos recibió la orden de prepararse para un posible enfrentamiento nuclear con la Unión Soviética. Según algunos analistas, Nixon quería que los enemigos de su país pensaran que, efectivamente, estaba dispuesto a utilizar armas nucleares y así poderlos disuadir.
Esta teoría parece seguir una forma de entender la política como la formulación de estrategias para lograr los intereses propios, un ejercicio político vaciado de cualquier consideración moral. La llamada realpolitik, que muchos lectores asocian a la obra de Nicolás Maquiavelo, en especial al libro El Príncipe. “Esa es una interpretación muy poco ‘maquiavelana’ de Maquiavelo, pensar que el príncipe debe instrumentalizar la coyuntura y las condiciones a través del engaño, la crueldad y la maldad”, dice Christian Fajardo, doctor en filosofía y profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Javeriana.
“Por esa carga histórica y la incorrecta interpretación, Maquiavelo termina apareciendo de tanto en tanto. Trump nos hace pensar en este ejercicio de la política casi que vaciada de cualquier contenido moral y entonces la gente asocia la política ejercida de esta forma con Maquiavelo”, explica Jorge Andrés López Rivera, profesor de Ciencia Política de la Javeriana Cali y compilador de El Príncipe de Maquiavelo: Desafíos, legado y significados, un libro que desentraña los postulados de este pensador republicano italiano 500 años después de la publicación de su obra más conocida.
Maquiavelo y lo maquiavélico
El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo nada tiene que ver con la defensa de personalidades tiranas, violentas o intransigentes. Tanto Fajardo como López destacan el espíritu republicano del autor y su afán por pensar en una política unificadora y de estabilidad. Todo lo contrario, al estilo de Trump y su búsqueda por desestabilizar la política internacional basada en la colaboración y el multilateralismo.
“El Príncipe se escribió en un momento histórico en el que primaba la inestabilidad política”, cuenta Fajardo y recuerda que en la Europa del siglo XVI —en la que escribe Maquiavelo— todavía no se habían fundado los Estados Nación, y apenas estaban surgiendo pequeños cuerpos políticos que se encontraban amenazados, desde adentro y desde afuera. “Para Maquiavelo, es en estos momentos de crisis en los que los buenos políticos florecen. No para mantener el poder, sino para unificar una nación”.
Con esto claro se pueden entender mejor los populares apartados de El Príncipe en los que el autor afirma cosas como “el príncipe debe estar preparado para usar la fuerza si es necesario”, “el príncipe debe ser astuto y habilidoso”, o “es mejor ser temido que amado”. Y es que, dado el contexto político crítico de la Europa del siglo XVI, Maquiavelo se preocupó por las estrategias políticas eficaces para el mantenimiento de la estabilidad social, pero como objetivo final tenía la unidad nacional, la paz y el bienestar del pueblo.
Según Fajardo, podríamos decir que actualmente estamos en una época de inestabilidad política. “Una crisis de valores gigante” dice, refiriéndose a la polarización, la exacerbación de sentimientos nacionalistas y las crisis de identidad. “Un político virtuoso, para Maquiavelo, sería alguien que pudiera generar unidad”, continúa, “pero Trump parece estar buscando todo lo contrario, su política busca hacer extrema la inestabilidad”.
¿Por qué es sabio fingir locura?
Volviendo a la famosa frase que supuestamente inspiró la “Teoría del hombre loco” de Nixon y Trump, vale la pena una aclaración. Maquiavelo no escribió literalmente que, “a veces es una cosa muy sabia simular locura”. Tampoco lo hizo en su libro más conocido y se refería a algo muy distinto a la interpretación moderna.
La frase realmente aparece en Discursos sobre la primera década de Tito Livio, una revisión de los escritos de un historiador romano que escribió que Junio Bruto, asesino del emperador Julio Cesar, se hacía el loco. Entonces Maquiavelo comenta: “Nadie ha dado tan clara prueba de prudencia, ni merecido el calificativo de sabio por acciones memorables como Junio Bruto al fingirse mentecato”. Esto tiene una explicación. “Lo que nos está diciendo Maquiavelo, es que Junio Bruto era listísimo porque estaba fingiendo locura para poder combatir al rey y liberar a su patria, que era lo que él quería al final”, señala el profesor López.
Asimismo, mientras en El Príncipe el autor italiano aconseja al gobernante sobre cómo gobernar, esta frase la escribió en una revisión de los textos de este historiador romano, y en el que Maquiavelo no se refiere a principados, sino a repúblicas. “Es una gran diferencia porque en un libro está reflexionando sobre los regímenes políticos gobernados por una persona (El Príncipe) y en el otro está pensando sobre los regímenes políticos en donde hay una primacía de la ley (Discursos sobre la primera década de Tito Livio)”, añade López. Además, este último libro no entrega consejos a los gobernantes, como hace el primero. “Él no le está diciendo al príncipe que debe fingir locura”, insiste.
En contraste, Maquiavelo estaba refiriéndose a que fingir locura puede ser una estrategia útil para quienes son críticos del gobernante. En ese momento de su vida, el autor italiano había caído en desgracia y era muy crítico del principado que gobernaba su ciudad, Florencia, pero era una minoría en esa postura. En otras palabras, López interpreta que, esta frase se refiere más a que, “cuando uno es la parte débil, cuando uno es una persona que intenta ser insurrecto, debería utilizar distintas estrategias para golpear al poder, pero sin hacerlo de frente, es decir, usando tácticas de ocultamiento”.
El profesor no está solo en esta lectura. De hecho, la filósofa británica Erica Benner, una voz de autoridad internacional en la obra de Maquiavelo, ha defendido que el autor italiano era un maestro en el uso de la ironía para criticar al poder. En el libro editado por López, Benner escribe sobre El Príncipe: “muchas de sus afirmaciones son irónicas –aunque no en sentido burlón o sarcástico. En el sentido más amplio, el discurso o la escritura irónicos parecen decir algo e indirectamente indicar un mensaje diferente”. El propósito de escribir de esta manera, según la filósofa, era el de educar al lector.
Vista de esta manera, la frase del pensador italiano toma otro color. “Es decir, no tiene nada que ver con esta idea del loco de Nixon, ni con Trump cuando parece que fingen locura, sino que más bien tiene que ver con la idea de que ciertas estrategias de ocultamiento son útiles para criticar a los príncipes”, asegura López.
¿Trump es maquiavélico?
Así las cosas, a pesar de que Maquiavelo regresa de cuando en cuando para intentar entender a algunos líderes políticos, como ocurre con Trump, el uso de la expresión “maquiavélico” como sinónimo de amoral es incorrecto. En realidad, el autor italiano sí contemplaba una moral a la hora de ejercer la política, aunque no la que imaginamos usualmente.
Trump se plantea como el salvador de los Estados Unidos contra todo lo que encarna el mal: los inmigrantes, lo woke, los demócratas, los movimientos por la justicia racial y de género, etc., etc. En su moral, él es el bueno y todo lo que esté en contra de su visión del mundo es lo malo. Pero, “para Maquiavelo, lo justo no es una categoría moral, sino una categoría estrictamente política”, explica el profesor Fajardo, apuntando a que la virtud del buen gobernante no consiste en imponer su visión del mundo sobre el pueblo, sino precisamente en crear formas de coexistencia pacíficas en medio de los conflictos y las reunir diferentes visiones de mundo bajo una sola bandera.
Aunque Trump parezca impredecible, bravucón, loco y antisistema o antivalores, realmente su política defiende una moral binaria como han hecho a través de la historia iglesias, grupos fundamentalistas y radicales. Maquiavelo, insisten los expertos, hablaba de que la política podía llegar a ser justa en la medida en que el gobernante conciliara las distintas visiones de su pueblo. Algo muy diferente a fingir locura.