Han pasado 42 años desde la llegada de cuatro hipopótamos a Colombia, obtusamente importados por el narcotraficante Pablo Escobar. Por fin, en agosto de este año, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible anunció el plan de manejo y control de estos animales en Colombia, luego de que los 4 hipopótamos se multiplicaron hasta llegar a los 169 ejemplares en 2023.
Este plan gira en torno a tres ejes: esterilización, exportación, y como último recurso, la eutanasia. Las reacciones no se hicieron esperar, la red social X, antes Twitter, fue inundada por ráfagas de opinadores desde todos los ángulos.
Esta discusión no es algo nuevo y puede ser más influyente de lo que imaginamos. Los investigadores javerianos Sergio Rodríguez Gómez, experto en semiótica, y Germán Jiménez, profesor del Departamento de Biología, encontraron cuáles son los discursos que se generan alrededor de la problemática de los hipopótamos en Colombia, y cómo estos han moldeado la forma en la que el país ha lidiado con ella.
Discursos animalista, narco-cultural y conservacionista
Si bien el caso de los hipopótamos es un problema ecológico, las medidas de conservación y manejo han suscitado controversias en la opinión pública. “Twitter es una buena ventana para analizar estas controversias y los efectos que tienen estas controversias en las medidas de conservación reales”, explica Rodríguez.
Es por eso que Rodríguez y Jiménez se embarcaron en la minuciosa tarea de analizar 111 000 tweets mediante herramientas de inteligencia artificial, en busca de los discursos que reinaban en la conversación. Sus resultados arrojaron tres discursos principales en la plataforma: el animalista, el narco-cultural y el conservacionista.
“La visión animalista tiene una tradición en Colombia que proviene de la filosofía del activismo por los derechos de los animales de, por ejemplo, Peter Singer” señala Rodríguez. Este discurso propone que los hipopótamos son seres sintientes que deben ser protegidos y, por lo tanto, su sacrificio es inaceptable.
Los grupos animalistas se han esforzado por participar en instituciones democráticas, como el Senado y el Congreso. Contrario a lo que muchos puedan pensar, este movimiento está lejos de ser puramente sentimental y es capaz de llevar a cabo estrategias efectivas con respecto a su propia postura ideológica.
El discurso conservacionista tiene un enfoque distinto. Sus cimientos reposan sobre la tradición de manejo y conservación de ecosistemas, por ello se niega a ver a los hipopótamos como una especie aislada de su contexto natural. “Los hipopótamos son considerados como una especie invasora y por esa misma característica pone en peligro a las demás especies de fauna silvestre y a los ecosistemas en donde están”, expresa Jiménez.
La visión conservacionista se apoya en la ciencia para plantear que esta especie debe ser controlada y así evitar mayores daños a los ecosistemas.

Fuente: Archivo personal de Nicolás Urbina.
El tercer discurso, el narco-cultural, es un discurso popular que viene desde el auge del narcotráfico en los años 1980. Este discurso está acompañado de imágenes que presentan una visión exótica de la naturaleza y muestran su dominio por parte de los humanos como un símbolo de poder.
“Un ejemplo es la propia construcción del zoológico de la Hacienda Nápoles, es el propio Pablo Escobar creyendo que puede dominar la naturaleza y traer animales exóticos para su disfrute”, comenta Rodríguez.
Esto, por supuesto, permea la forma en la que se ve la problemática de los hipopótamos. “En Twitter se ve cómo esta visión acrecienta el interés por los hipopótamos. Por ejemplo, en Brasil y Estados Unidos hay mucha gente con curiosidad por el caso, pero es una curiosidad casi morbosa porque la situación tiene que ver con Pablo Escobar”, recalca Rodríguez.
Hipopótamos: del discurso a la vida real
En el año 2009, la Autoridad Ambiental Regional Corantioquia autorizó la caza controlada de Pepe, uno de los icónicos hipopótamos que habitaba la Hacienda Nápoles y que había escapado de este lugar con otros de su especie en 2007.
Dos extranjeros representantes de Porsche en Colombia, Federico y Christian Pfiel Schneider, cazadores aficionados, fueron autorizados para esta labor y volaron al departamento de Antioquia para dar muerte a Pepe, uno de los 4 hipopótamos fugados de la Hacienda Nápoles.
Escoltados por miembros de la fuerza pública acribillaron con armas de fuego al inmenso animal y tomaron su cabeza como trofeo de caza. El evento tuvo como resultado una fotografía donde militares posaban junto al cuerpo inerte de Pepe.
“Esa imagen es muy parecida a la imagen de Pablo Escobar cuando lo mataron en un techo. Es el caso del trofeo hipopótamo y el caso del trofeo Pablo Escobar”, comentan Rodríguez y Jiménez.

Fuente: Sergio Rodríguez y Germán Jiménez.
La fotografía no fue inerte, al contrario, fue replicada por la prensa y se esparció a lo largo y ancho del mundo. La opinión pública no se hizo esperar, y de entre las miles de opiniones, fueron mayoría las que empatizaron con el animal y se mostraron indignadas ante su sacrificio.
“Eso impidió por muchos años la práctica del sacrificio de los hipopótamos, porque los políticos que estaban en ese momento reaccionaron a la respuesta de la gente cuando salió esa foto y entonces empezaron a hacer más lentos los procesos y a bloquearlos”, destaca Rodríguez.
“Se caza al animal, pero esto se hace tan mal que se filtran fotos con el ejército, cuya única función era formar un cordón de seguridad para que nadie entrara y saliera herido por los cazadores. Esto genera el rebote en la opinión pública, los grupos animalistas presionan, y a través de su influencia política logran que un juzgado en Medellín dicte una sentencia que prohíbe la cacería de control de los hipopótamos”, puntualiza Jiménez.
Tal sentencia sigue vigente, a pesar de que en 2022 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, (UICN) declarara a esta especie como invasora en Colombia.
Las visiones de la naturaleza no solo se limitan a impactar la problemática de los hipopótamos en Colombia. Este año ha estado lleno de polémicas: “lo que sucedió con la senadora Andrea Padilla, que presentó el proyecto de ley 039-23, que pretende regular de manera fuerte la investigación con animales. El proyecto de ley de entrada manifiesta que debe ser regulada en razón de la sintiencia de los animales. O sea que ese discurso se trasladó a otras instancias que tienen que ver con temas de investigación, en particular en ecología y en biología de la conservación”, agrega Jiménez.
Hablando se entiende la gente
No es un secreto para nadie que en muchas ocasiones los espacios de diálogo se convierten en un campo de guerra. “Cuando los discursos se vuelven demasiado acalorados se convierten en discusiones que no terminan en nada, se polarizan demasiado, y eso genera todavía mayor escepticismo”. comenta Jiménez. ¿Qué hacer ante esta situación?
Lo primero es reconocer que todos los discursos traen una enseñanza, por ejemplo, los animalistas tienen muy presente que la unión hace la fuerza y procuran comunicar sus ideas fuera de su círculo ideológico, así han abierto espacios de discusión y difusión donde han conseguido cada vez más adeptos y aliados políticos.
Por su parte, los conservacionistas tienen su fuerza en la ciencia y en su visión ecosistémica, sin embargo, sus diálogos no suelen incluir a personas fuera de su área del conocimiento.
“Una de las premisas de la conservación es trabajar con otros grupos. O sea, no solamente con nosotros los que sabemos sobre la ecología, la biología, las especies, sino trabajar con esos otros grupos que o pueden ser los grupos que se ven afectados o pueden ser los grupos que afectan, o puede ser una combinación de los dos. Entonces es necesario entrar en un diálogo, articularnos y tratar de buscar soluciones conjuntas”, expone Jiménez, quien expresa que los resultados de su estudio junto a Rodríguez le abrieron la mente.
“Independientemente del grado de formación que tengamos nosotros en estos escenarios, no debemos invalidar al otro interlocutor. El otro es precisamente un interlocutor válido, con el que debemos dialogar”, continúa.
Para Rodríguez y Jiménez cada uno de los discursos tiene una valiosa historia detrás, y conocerla puede generar una mayor facilidad para dialogar. Ya es hora de superar las discusiones álgidas donde no hay interlocutores, sino contrincantes.
La única forma de llegar a una solución efectiva y eficiente a la problemática de los hipopótamos es establecer acuerdos comunes que incluyan las voces de todos los implicados; no es tarea fácil, pero es allí donde reside la esperanza de solucionar este embrollo.