Después de seis horas de viaje por carretera, atravesando Colombia desde la cordillera oriental hasta la central, llegó un momento en el que el bus dejó de ser cómodo. El pavimento de las vías interdepartamentales quedó atrás. Entramos en un camino de grava poco amigable que era la única forma de acceder al hotel en el que dormiríamos por tres noches y desde donde saldríamos a explorar el Parque Nacional Natural Selva de Florencia.
La vía era perfecta para uno de esos carros todoterreno emblemáticos del Eje Cafetero, pero no para un bus con llantas hechas para rodar en ciudad. Con los riñones confundidos y luego de 25 minutos de zarandeo, nos bajamos en el lugar hasta donde pudo llegar el bus y caminamos hacia el hotel.
Era la tarde del jueves 12 de octubre de 2023, primer día de la salida de campo de Periodismo audiovisual, materia de la maestría en Periodismo Científico y electiva para estudiantes de otros programas de posgrado de la Pontificia Universidad Javeriana. Nuestro reto era grabar un relato audiovisual para dar a conocer la biodiversidad del Parque Nacional Natural Selva de Florencia.
Nos rodeaba un paisaje montañoso, verde y caluroso, entonado por el canto de aves como la Reinita culiparda y el Titirijí común, y engalanado por el sonido del fluir del río Manso.
Además, no teníamos señal en nuestros celulares. Una situación de alivio para algunos, y para otros, como Germán Ortegón Pérez, profesor del Departamento de Comunicación de la Facultad de Comunicación y Lenguaje y coordinador de la salida de campo, un motivo de preocupación pues necesitábamos comunicarnos con los funcionarios de Parques Nacionales Naturales, quienes esa misma tarde nos esperaban al otro lado del camino de piedras, perdón, de grava, para avisarles que todavía no llegábamos al hotel.
En el corregimiento de Florencia, municipio de Samaná, Caldas, está la sede PNN, que dista 20 minutos a pie de uno de los accesos a Selva de Florencia. Los guardaparques nos darían la bienvenida y una charla introductoria. Sin embargo, debido al imprevisto, la inducción para iniciar la visita al parque quedó aplazada para primera hora del viernes 13 octubre.
Pero al mal tiempo, buena cara. Sabíamos que en una salida de campo hay que tener plan A y plan B (hasta plan C). Así que, con la maleta al hombro, caminamos hasta el hotel ‘Termales el Escondite’, para instalarnos y reponer fuerzas en las pequeñas piscinas de agua mineral calentadas por la misma montaña y que tanto bien les hicieron a nuestros músculos.
A la mañana siguiente, luego de un duchazo de agua fría, un generoso desayuno y el eufórico saludo de nuestros nuevos amigos perrunos Muñeco y La Negra (también conocida como Negrita o Carlota), ahora en un campero de fabricación rusa color rojo emprendimos camino hacia nuestro destino.
Selva de Florencia, más que fragmento de bosque convertido en Parque Nacional Natural
Entre los municipios de Samaná y Pensilvania, hay un área protegida ‘donde el verde se vuelve agua‘. Este es el lema del Parque Nacional Natural Selva de Florencia que, como lo afirma su más reciente Plan de Manejo, es considerado la Estrella Hídrica del Oriente Caldense. En sus entrañas nacen 29 microcuencas, cuyos hilos de agua dan vida a quebradas y ríos como La Miel y Samaná Sur, que hacen parte del sistema de afluentes del río Magdalena.
Sumado a que el Parque es una de las zonas más lluviosas del país, las condiciones de niebla y nubosidad permanente hacen de la Selva de Florencia casa de 84 especies de anfibios: 17 de ellas son endémicas, es decir que solo se encuentran en esta área protegida, y 27 especies están en riesgo de extinción. De hecho, como lo establece la Estrategia de Conservación de Anfibios de Colombia, liderada por WCS Colombia, la Corporación Autónoma Regional de Caldas (Corpocaldas) y PNN, esta es el área protegida con mayor número de anfibios amenazados en Colombia.
Durante nuestra visita al Parque, la Rana roja fue la que pudimos documentar con más frecuencia. Algunas de ellas parecían estar dichosas con tanta atención, esto gracias a la audacia y la experiencia de Jefferson Betancourt y Omaira Henao, dos guardaparques que, al escuchar el canto de la diminuta saltarina, y casi que, sin pensarlo, la encontraban sobre la tierra húmeda o bajo el musgo empapado.
Los focos de nuestras cámaras iban de lo micro a lo macro. En lo espeso de los bosques andino y subandino buscábamos los detalles, y en las cimas o bordes de las montañas los paisajes deslumbrantes. De lejos, los árboles de la cobertura vegetal natural del PNN Selva de Florencia semejan brócolis con tonos desde el verde oliva al amarrillo ocre.
La vegetación del Parque no solo es importante por el papel que desempeña en la regulación del agua y retención del suelo, sino también por la riqueza de su flora: 523 especies decoran el área protegida. Como si fuera poco, las plantas hospedan 381 especies de aves, aunque para nosotros fue complicado verlas.
Hay que admitir que no siempre guardábamos silencio. Como nos explicaba y consolaba en una entrevista virtual Luis Miguel Rengifo, profesor titular de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales y ornitólogo experto en conservación de la biodiversidad, en algunas regiones y ecosistemas del país es muy difícil verlas, aunque “uno sabe que eso está forrado de aves”. Tal cual, fueron pocas las que logramos fotografiar, pero en nuestros registros sus cantos, trinos y gorjeos son la voz del paisaje.
En el año 2003, el espacio geográfico que actualmente ocupa Selva de Florencia fue reconocido como Área de Importancia para la Conservación de las Aves de Colombia y el Mundo (AICA), principalmente por albergar especies globalmente amenazadas. Esta es una distinción internacional que reconoce `puntos calientes´ de biodiversidad, es decir, lugares irremplazables y potencialmente vulnerables.
De hecho, dos años después, en 2005, Selva de Florencia fue constituido como Parque Nacional Natural con el propósito de “salvaguardar las riquezas culturales y naturales de la Nación y conservar el último fragmento de bosque pluvial andino o selva andina, localizada sobre la vertiente oriental de la Cordillera Central al Oriente del departamento de Caldas”, como lo afirma la resolución de su declaración.
La Selva, sus guardianes y un volcán
Como si faltaran razones para fascinarse con este lugar, hay que decir que al interior de las 10 019 hectáreas que ocupa el Parque, hay un habitante un tanto inusual. Está tan bien camuflado, que si no nos lo hubieran contado antes no habríamos notado que estábamos caminando dentro el cráter de un volcán que hizo erupción hace 30 000 años.
En el año 2013 un grupo de funcionarios del Servicio Geológico Colombiano, liderado por la vulcanóloga María Luisa Monsalve estaba estudiando el volcán San Diego, que dista del corregimiento de Florencia unos 20 kilómetros. Al evidenciar que en el área que estudiaban había rocas de origen volcánico que no coincidían con la naturaleza geológica de San Diego, reconocieron la existencia de otro volcán, que posteriormente llamaron ‘El Escondido’.
Lo emocionante es que el denominado ‘Cráter Volcán El Escondido’ es uno de los recorridos que Parques Nacionales Naturales ha definido en el proceso de ordenamiento del área protegida, específicamente para la ‘zona de recreación general exterior’. Quienes lo conocen como la palma de su mano, andan esta y otras cuatro rutas con el objetivo de cumplir las actividades de prevención, vigilancia y control.
Gran parte de los hombres y mujeres que con cariño portan la inconfundible camisa azul y pantalón beige, liderados por Hugo Ballesteros, director del Parque, son originarios de Florencia o corregimientos cercanos. Para nosotros fue conmovedor escuchar sus relatos al recorrer el Parque, que físicamente requiere un esfuerzo importante y ver cómo son capaces de reconocer árboles que ellos mismos sembraron hace más de 10 años.
Por ejemplo, para Uriel Quiceno, uno de los integrantes de las 20 familias que viven al interior del Parque y que estaban asentadas incluso antes de que fuera declarado área protegida, y que además es guardaparque, su labor significa velar por el bienestar de la comunidad: “Yo, aparte de estar trabajando acá [en PNN] no es solamente para mi beneficio, sino que es como ese amor que yo tengo a todo este entorno, pero también a través de eso poder conservar para mi gente, para mi familia, para mis amigos. Que las personas en un futuro vean con buenos ojos que lo que nosotros hicimos valió la pena”.
Años atrás el panorama era distinto. Esta selva, escondida en medio de los Andes, era un corredor estratégico de la guerrilla de las FARC-EP. Tras el Acuerdo de Paz de 2016, el Ejército Nacional se encargó del desminado humanitario de la zona de incidencia de Selva de Florencia.
Fuimos privilegiados, pues PNN adelanta el Plan de Ordenamiento Ecoturístico (POE) de Selva de Florencia, el cual permitirá el acceso al público general, procurando su balance ecológico y motivando a que en 2024 los colombianos puedan dejarse sorprender por sus secretos aún velados. Como nos explicaba el director del parque, Hugo Ballesteros, PNN ve el ecoturismo como “una estrategia de conservación, como una forma de educación ambiental, interpretación del patrimonio y así conociendo lo que se tiene se puede valorar la Selva de Florencia”.
Producción del micro documental
Cada día, luego de largas caminatas, documentando hasta los más mínimos detalles, y compitiendo con la llegada de la noche, retornábamos en el campero rojo al hotel. A descansar y en parte a reconocer, entre todos, el material audiovisual que en dos grupos de trabajo habíamos colectado durante el día.
Los pies palpitaban y nuestras manos dejaban con satisfacción las cámaras sobre sus estuches, pues habíamos transitado con ellas desde los 850 hasta los 2400 metros sobre el nivel del mar, altura en la que se extienden las montañas de la Selva de Florencia.
En términos de conservación, 10 mil hectáreas son poco. Como nos lo contó Caterine Rodríguez Hurtado, bióloga y guardaparque de Selva de Florencia, el equivalente de esta extensión es el 0,23 % del Parque Nacional Natural más grande de Colombia: Serranía de Chiribiquete.
Sin embargo, como también nos explicó Hugo Ballesteros, Selva de Florencia tiene un valor trascendental, pues es un lugar estratégico en la conectividad de la Ecorregión del Eje Cafetero, el Magdalena Medio Caldense y el Oriente Antioqueño, donde, a su vez, se conforma un corredor ecológico: PNN Los Nevados, PNN Selva de Florencia, Páramo de Sonsón y Humedales del Magdalena Medio.
Nuestro retorno a Bogotá fue más llevadero, tal vez por el cansancio. Aunque esperábamos grabar más especies carismáticas y coloridas, regresamos contentos y con la sospecha de que, aunque no vimos al Tití gris o al Gallito de Roca, tal vez ellas y muchas más sí nos vieron a nosotros haciendo el máximo esfuerzo por atraparlos con las lentes. Ojalá en una próxima ocasión lo logremos.
Por ahora, los invitamos a conocer más sobre esta salida de campo en nuestro sitio web Viaje al interior de la Selva de Florencia, a seguirnos en nuestro Instagram @laselvadeflorencia y a ver el micro documental que realizamos con la guía del profesor Germán Ortegón y del monitor Juan Esteban Castañeda.