El físico Albert Einstein, el pintor Pablo Picasso y el magnate Steve Jobs tienen algo en común: los tres eran disléxicos. Y aunque esto muestra que la dislexia muchas veces pasa inadvertida, también es un claro ejemplo de que no es un impedimento para ser exitoso.
Así lo explica Sebastián Jiménez, profesor de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana, seccional Cali, quien tiene más de 15 años de experiencia en niños con dificultad de aprendizaje.
El investigador aclara que “la dislexia dificulta el reconocimiento de las palabras, pero no la capacidad de resolver problemas, de entender lo que pasa en el entorno ni de asociar o conceptualizar”.
Por tal razón, detalla, un niño puede deslumbrar con su inteligencia y su fluidez al hablar y aun así ser diagnosticado con este trastorno lector, pues una de sus particularidades es la dificultad para reconocer y procesar fonológicamente las palabras. Es decir, que cuando el niño ve las letras, le cuesta mucho transformarlas y representarlas en un sonido, así como identificar acentos, sílabas y rimas.
Si el menor tiene estas características y un bajo desempeño académico que no se explica por razones externas, como la precariedad en el proceso de enseñanza, la desnutrición o la falta de escolarización, ahí sí se podría hablar de dislexia, de acuerdo con el docente.

Palabras, mejor de una en una
Jiménez comenta que este tema siempre lo ha apasionado. Sonríe al decirlo. Cuenta que se formó en el campo de la neuropsicología para entender por qué a algunos niños les cuesta tanto aprender. Este año se doctoró en Educación y Psicología en la Universidad de Oviedo, en España, y su tesis no podía hablar de algo diferente.
Durante cuatro años recopiló datos para analizar qué pasaba con los niños con dislexia cuando se enfrentaban a palabras largas y poco frecuentes, en contraste con las cortas y comunes. ¿Se favorecía la lectura o los tiempos de reconocimiento? ¿Mejoraba la articulación?
Para responder esas preguntas diseñó un experimento. Con ayuda de un software, presentó diferentes palabras —tan habituales como princesa, película o semana, o tan inusuales como nácar, boina y poniente— en cuatro situaciones: aisladas, en listas, en oraciones y en textos narrativos.
En el estudio participaron 22 niños y 18 niñas —entre 8 y 12 años— de Cali, Popayán, Palmira y Pereira. Una mitad del grupo con dislexia y la otra con un desarrollo lector promedio. Estaban emparejados en edad y escolaridad.
El aplicativo mostraba un punto de fijación para garantizar la concentración. Unos milisegundos después, aparecía el estímulo, o sea, la palabra. El niño la leía y esta desaparecía. El experimento continuaba hasta abarcar las cuatro situaciones.
El hallazgo principal fue que los niños con dislexia tardaban más en leer palabras largas e infrecuentes sin un contexto previo o presentadas de forma simultánea sin una relación entre ellas (p. ej., mesa, ratón, puerta), pero cuando aparecían dentro de oraciones sintácticamente correctas o en escenarios más amigables, su proceso lector mejoraba.
Una de las expectativas de Jiménez con la investigación era ver de qué manera los niños con dislexia podrían mejorar su rendimiento y aproximarse al de los que no tienen esta particularidad. No fue posible. “Los niños con dislexia tienen peor rendimiento lector en todas las medidas. Es una condición que van a tener de por vida, a pesar de que el entrenamiento y el apoyo terapéutico ayuden a incrementar su rendimiento académico”, puntualiza.

Dislexia en el mundo y en Colombia
La lectura se ha venido estudiando desde hace más de 100 años, y la dislexia también tiene una larga historia científica, pero Jiménez advierte que solo en los últimos 15 se llegó a un consenso para definirla. Eso podría explicar por qué no hay datos exactos sobre la prevalencia de dislexia en el mundo, pues no se miden los mismos criterios para llegar a esa impresión diagnóstica.
Por ejemplo, la European Dyslexia Association (EDA) dice que afecta a entre el 9 % y el 12 % de la población mundial, mientras que la International Dyslexia Association (IDA) extiende este dato del 5 % al 20 %, y la Asociación Iberoamericana de Dislexia y Familia (Disfam) se refiere a un 10 %.
El caso particular colombiano no es diferente. Las universidades del Norte y Nacional de Colombia han realizado un par de estudios para determinar la prevalencia en el país. El primero de ellos se hizo en Barranquilla y la conclusión fue que el 3,3 % de la población estudiada tiene dislexia. El segundo se hizo en una localidad de Bogotá y el resultado fue similar: 3,6 %.
A pesar de que los datos varían tanto, el mensaje es claro: es fácil encontrar en el aula de clases, al menos, un estudiante con dislexia.
Mejor material de enseñanza para la dislexia
“Una de las grandes preguntas que me hicieron cuando defendí mi tesis fue: ‘¿Para qué es útil su investigación?’”, recuerda Jiménez, antes de hacer énfasis en una razón: “Para que los profesores sean conscientes del material que les ofrecen a los niños”.
“Si ya de por sí a los niños con dislexia les cuesta leer —continúa el docente—, cuando hay palabras con variables específicas o poco frecuentes, su proceso de aprendizaje es más lento”.
De ahí que invite a los docentes a analizar el texto y el tipo de palabras a las que se enfrentan sus estudiantes, siempre pensando en que es probable que haya un disléxico en clase.
“Cuando el profesor es consciente de eso, puede hacer un trabajo previo con los niños para que reconozcan las palabras extrañas y así ayudarlos a mejorar en el ámbito escolar. La literatura científica dice que cuando alguien está aprendiendo, con tres repeticiones es suficiente, pero los disléxicos necesitan de seis en adelante”, explica.
“Cuando alguien está aprendiendo palabras nuevas, con tres repeticiones es suficiente, pero los niños con dislexia necesitan de seis en adelante”.
Sebastián Jiménez, profesor de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana, seccional Cali.
Jiménez no quiere quedarse en un consultorio, sino recorrer Colombia para construir conocimiento en torno a la dislexia y así convertirse en un referente en el país. Espera que su investigación brinde herramientas que ayuden a muchos niños colombianos a sobrellevar sus dificultades de aprendizaje, y ―así como estas no fueron impedimento para que Steve Jobs creara una de las compañías tecnológicas más importantes del mundo― sirva de insumo para que ellos también logren sacar adelante sus proyectos.
Para leer más: § Suárez-Coalla, P., Álvarez-Cañizo, M. y Jiménez-Jiménez, S. (2022). Palabras, mejor de una en una: los niños con dislexia ante la lectura de palabras presentadas simultáneamente. Revista de Investigación en Logopedia, 12(2), e78445–e78445. https://doi.org/10.5209/ RLOG.78445.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Palabras, mejor de una en una: los niños con dislexia ante la lectura de palabras presentadas simultáneamente
INVESTIGADOR PRINCIPAL: Sebastián Jiménez Jiménez
COINVESTIGADORES: Paz Suárez Coalla (Universidad de Oviedo) y Marta Álvarez Cañizo (Universidad de Valladolid) Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Pontificia Universidad Javeriana, seccional Cali Universidad de Oviedo, España
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2018-2022
Este artículo hace parte de la revista Pesquisa Javeriana edición 62 que circula a partir del 11 de diciembre a nivel nacional. Consulte aquí la versión en PDF.