Esta historia inicia en 2018, en el barrio Nelson Mandela, en el extremo oriental de la ciudad de Cartagena. Allí se rodó la película El concursante, dirigida por Carlos Osuna, profesor del Departamento de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana. Varias personas del barrio fueron actores naturales en el filme, entre ellas el ya reconocido cantante de champeta Kissinger.
Junto con el profesor Gilberto Andrés Martínez Ojeda, del Departamento de Música, se propusieron escribir tres canciones para la banda sonora del largometraje, pero fue tanta la química entre ellos y la inspiración durante esos días, que terminaron escribiendo diez temas. Ganaron una convocatoria interna de la Vicerrectoría de Investigación de la Javeriana y así financiaron la producción del álbum completo titulado Tripita y media, de Kissinger y Los mangueras. Así se decían cariñosamente: los mangueras, una expresión similar a hermano o amigo. En el encuentro entre académicos del arte y músicos populares indagaron por las raíces y nuevas formas de un género musical con un trasfondo cultural y social no muy favorable para los cartageneros.
Kissinger y los manguera: De la verbena a los estudios académicos
Hablar de Cartagena es hablar de la cultura ‘picotera’. Más allá de las murallas del centro histórico, el punto de encuentro de la comunidad es la verbena: una fiesta que, desde la década de los setenta, recorre las calles de la ciudad y que reúne música, gastronomía, moda y baile popular. Todo al ritmo de los ‘picós’ (término derivado de los sistemas de sonido pick-up, instalados en camionetas), cuyos operadores, con el tiempo, se volvieron también productores musicales que van por toda la ciudad prendiendo la fiesta y buscando jóvenes talentos para componer canciones. De la forma más artesanal han apropiado diversas culturas musicales con las que han construido el género.
“La champeta surge de la interacción entre ritmos africanos y la música del Caribe. Ahí fue fundamental el papel de la comunidad de San Basilio de Palenque para mezclar su música tradicional con la música sabanera de departamentos como Sucre, Bolívar o Atlántico”, explica el profesor Gilberto Martínez. Es un ritmo que se ha nutrido de muchas influencias musicales, como el soukous, la highlife y la mbquanga, de herencia africana; el reggae, el raggamuffin y el calipso, de las islas caribeñas; y el bullerengue, el mapalé, la cumbia y la chalupa, de la tradición colombiana.
“Queríamos explorar las raíces de la champeta criolla de finales de los años setenta y ochenta, pero también queríamos incursionar en algunos géneros que la han convertido en la champeta urbana, que es la que hoy escuchamos en radio”, sostiene Martínez. Con el paso de los años los instrumentos han quedado relegados y hoy todo es digital. El docente señala que, con un programa descargado gratuitamente de internet, basta un computador para explorar los sonidos y generar pistas a las que luego se les agregan las letras para crear nuevas canciones que se lanzan en los picós.

En esta investigación se dio el encuentro de la academia, con sus formas tradicionales, y la cultura popular, con sus dinámicas más instintivas y espontáneas, para crear un álbum. Diferentes modos de entender la composición, la producción, la misma cultura que se ha creado alrededor de este género musical, pero que finalmente y luego de muchas negociaciones dieron como resultado un producto conjunto.
“Me impresiona la cantidad de buenos músicos que hay. Tocan muchos estilos de géneros musicales alrededor de la guitarra y la percusión con una calidad increíble. Los estudios de grabación están muy bien equipados, los picós con un sonido impecable, y me sorprendió mucho que hay gente muy talentosa haciendo letras, escribiendo poesía”, afirma Martínez.
La champeta como contracultura
El profesor Martínez quedó profundamente marcado por la cultura que se ha creado en torno a este género musical. Lo primero es que nace en las periferias de una ciudad muy desigual y responde a esa segregación social, racial y geográfica que se ha vivido durante décadas. Los habitantes de estos barrios eran llamados despectivamente ‘champetuos’, porque cargaban el cuchillo champeta, una especie de machete generalmente usado por los pescadores. Estos se reunían en lugares de comercio, como el mercado de Bazurto, y allí los picós prendían la verbena.
Entre el 6 y 11 de julio el disco se presentó en el Latin Alternative Music Conference, en Nueva York.
“Alrededor de la champeta se crea toda una contracultura que se manifiesta en la música, las letras, la vestimenta, el baile, las tipografías y colores con que se decoran los picós. Es su forma de vida y su misma fe”, continúa el docente. “En estas verbenas no se escucha reggaetón y vallenato, solo champeta, y eso es una resistencia desde lo cultural, al reconocer su pasado, su tradición”, agrega.
La champeta es un ritual de fiesta, de convivencia; es una voz de inconformidad, pero también es una esperanza; es una voz de aliento en medio de las dificultades de la vida. Con este proyecto, los docentes invitan a borrar las fronteras entre las aulas de clase y la escena musical local, y a valorar el patrimonio inmaterial del país.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Álbum Tripita y media de Kissinger y Los Mangueras
INVESTIGADOR PRINCIPAL: Gilberto Andrés Martínez
COINVESTIGADORES: Carlos Osuna y Kissinger Miranda
Facultad de Artes Departamento de Música
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2018-2022