En los últimos años hemos visto un florecimiento del periodismo científico en Colombia que en buena parte ha sido jalonado por las universidades. La Pontificia Universidad Javeriana, por ejemplo, al abrir una maestría en Periodismo Científico, apoyar con decisión nuestra revista Pesquisa Javeriana y ofrecer un curso de pregrado ofrecido por los periodistas Pablo Correa Torres y Sergio Silva Numa, se ha convertido en una gran madrina de esta rama del periodismo tan necesaria para enriquecer la cultura científica de nuestro país.
El artículo y las piezas visuales que presentamos aquí, y que conforman un perfil sobre el biólogo Dimitri Forero, titulado El científico que se casó con los chinches colombianos, son un ejemplo del esfuerzo pedagógico que se viene implementando con estudiantes de pregrado, la mayoría provenientes de las carreras de Comunicación Social y de Biología. A lo largo del semestre, algunos de los estudiantes trabajaron en textos sobre entomología y la carrera científica de Dimitri, otros se concentraron en experimentar con narrativas visuales y otros se enfocaron en ilustración e infografía.
Invitamos a los lectores de Pesquisa Javeriana a leer este reportaje resultado de trabajo de un grupo de estudiantes agobiados por muchas otras tareas académicas, exámenes, salidas de campo, pero que encontraron unas cuántas horas en sus jornadas para poner a prueba sus capacidades narrativas.
El científico que se casó con los chinches colombianos
Texto: Alejandro Orozco, Estefanía Herrera, Andrés Rivera*
Chinche, en Colombia, puede entenderse como un objeto puntiagudo para fijar hojas en tableros o en paredes. Es una forma de referirse a un niño llorón o inquieto. Es sinónimo de alguien molesto o irritante. Chinche es también un bicho, con un par de antenas, dos pares de alas, tres pares de patas y una boca en forma de pitillo que sirve para chupar y succionar el alimento. Son insectos enigmáticos que muy pocos tratan de comprender no sólo por su complejidad sino también por su diminuto tamaño, por su aparente insignificancia.
Dimitri Forero, biólogo javeriano, exprofesor de la U. Javeriana y recientemente vinculado como investigador al Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, toma una gaveta de madera, de las varias decenas en los anaqueles de la colección de entomología del Museo Javeriano de Historia Natural Lorenzo Uribe S.J, y señala con la punta del dedo índice: “Estos puntitos son chinches, y este es el tamaño grande de este grupo de chinches”. Los chinches son efectivamente como un chinche, de los fijar hojas en tableros, insignificantes en tamaño, desde 1 milímetro hasta los 5 centímetros. “Tenemos un problema en relación con el tamaño”, dice Dimitri, para justificar por qué no reciben la misma atención mediática de los jaguares, el cóndor o los hipopótamos de Pablo Escobar. Sin embargo, los chinches, y los insectos en general, hacen que el mundo funcione como funciona.
Dimitri ha escudriñado los secretos más profundos de los chinches. Y con “secretos profundos” nos referimos a que ha llegado a estudiar sus órganos genitales. Pero ya hablaremos de eso. Es uno de los pioneros en esta rama de la biología en Colombia. Sus trabajos de investigación han contribuido a mejorar la taxonomía de los chinches, así como el entendimiento de la ecología de estos organismos.

La Universidad Javeriana fue su lugar de trabajo por más de 10 años. Fue uno de los arquitectos de la colección biológica del Museo de Historia Natural, en donde se albergan miles de especímenes con tamaños, formas, y colores diferentes. Es una biblioteca que los naturalistas usan para consultar el pasado, el presente y el futuro de la biodiversidad y los ecosistemas.
Esta biblioteca es una sala fría, con una temperatura aproximada de 15° Celsius, con luces tenues y un penetrante olor a alcohol, que hace que se parezca más a una morgue que a un museo. Dimitri tiene siempre los ojos muy abiertos y la mirada inquieta, como si todo el tiempo estuviera cazando bichos. Habla con desparpajo y no se guarda las palabras. Es un bicho raro en el mundo de la ciencia.
Junto a la sala, separados por una puerta y un vidrio, se encuentran ocho compactadores que contienen de forma diferenciada y sistemática de especímenes capturados en nombre de la ciencia. El área de los artrópodos ocupa al menos cuatro compactadores, puesto que son el grupo biológico con el mayor número de colectas. Dimitri abrió una parte de dicho módulo, desplazando dos columnas hacia los costados y reveló la que al parecer era su zona de interés.
Allí hay repisas llenas de cajas entomológicas, debidamente marcadas y clasificadas. Al interior de las cajas hay decenas de bichos montados y organizados de tal manera, que aún parecen estar con vida. Las cajas expiden un olor denso a madera, por lo que, la habitación tiene la fragancia característica de una barrica. Hasta allí llegamos el grupo de biólogos y comunicadores que tomamos la clase de periodismo científico. Dimitri se ubicó dándole la espalda a las cajas y nos invitó a seguir al pasillo que quedó en medio de los dos compactadores, para poder responder nuestras preguntas y atiborrarnos de anécdotas y ciencia.
Ecuador y su romance con los insectos:
Dimitri nació en la ciudad costera de Guayaquil, Ecuador. Este lugar se caracteriza por tener dos estaciones marcadas, lluviosa y no lluviosa. En la temporada caracterizada por ausencia de lluvia, todo está seco y pelado. Sin embargo, cuando empieza a llover, todo reverdece y en cuanto salen las hojas verdes, aparecen los bichos. Este ciclo natural despertó el interés de Dimitri: “Había una cosa muy obvia, el hecho de estar rodeado de un montón de cositas caminando en el baño y por todo lado me llamaba la atención”. Bajo estas condiciones, Dimitri tuvo dos alternativas: odiar o amar a los bichos. Él eligió la segunda.
Dimitri creó su primera colección de insectos cuando era niño. Cada animal que veía, y le llamaba la atención, lo atrapaba y lo guardaba en las cajas de esa rudimentaria colección. A partir de ahí, su curiosidad y gusto por los bichos solo siguió aumentando. A los 15 años ya tenía claro que estudiaría biología así que se mudó a Colombia para matricularse en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

En todo el pénsum de su carrera solo una clase estaba enfocada en bichos. Para su decepción, resultó muy básica y quedó con ganas de saber más y más. Al terminar su pregrado, trabajó por algunos años en industrias agrícolas de flores de corte, hasta que se presentó la oportunidad de retomar la vida académica y realizar un doctorado en la Universidad de Cornell. Continuó por unos años como postdoc en la Universidad de California en Riverside. En el 2021 regresó a Colombia. La Universidad Javeriana lo recibió con los brazos abiertos.
Mateo Ramírez, biólogo y colega, lo describe como un gran apasionado y sabio de la entomología. “Es increíble todo el conocimiento, la sabiduría y la dinámica que tiene cuando se trata del estudio de este grupo tan amplio de insectos”, dice.
En cuanto a sus estudiantes, las anécdotas de las salidas de campo y de sus enigmáticas clases rondan por los pasillos de la universidad. “Es como cuando uno está pequeño y lo enseñan a caminar, Dimitri es esa persona que lo lleva de la mano, enseñándole qué hacer, enseñándole cómo recolectar cada especie… no fue solo un profesor, fue un guía en el proceso de aprendizaje”, asegura Tomás Infante, estudiante de biología y alumno de Dimitri.
Investigaciones y descubrimientos
Indudablemente, la variedad de formas entre los chinches es muy alta. Es el quinto grupo con mayor diversidad morfológica entre los insectos. Cuando Dimitri comenzó a estudiar a los chinches, no había ningún investigador en Colombia dedicado al tema. Sin embargo, un colega del Instituto Smithsoniano, en Washington, le regaló una caja repleta de libros y le dijo: “Empiece por ahí. ¡Hágale! Qué más quiere y yo le ayudo”. Sin duda, esa escasez de fuentes fue una motivación para iniciar sus propias investigaciones.
Tratar de recopilar esa información para saber cuál es el nombre correcto de cada chinche es un reto monumental. El otro reto importante es que el color de los insectos casi nunca es un determinante a la hora de clasificar una especie, pues en el reino animal, determinar una especie por su color o apariencia, resulta ineficaz, ya que la selección natural, que es la fuerza más determinante del cambio, provoca variaciones insospechables en los seres vivos.
Sin embargo, Dimitri encontró formas de identificar especies de chinches con precisión. La única manera correcta de delimitar quién pertenece a una especie es mirando las estructuras genitales, en las que los machos y las hembras tienen diferentes características. Entre los chinches, las hembras son las que seleccionan al macho, a través de la selección sexual críptica, es decir, las hembras poseen estructuras sexuales casi idénticas, pero son ellas las que deciden cuáles son los genitales de los machos compatibles con ellas.
El futuro para Dimitri y sus bichos
“Nosotros podemos desaparecer y a ellos no les va a pasar nada”, sentencia Dimitri al hablar sobre la alarmante pérdida de biodiversidad en el planeta y el cambio climático. Pero nos advierte que lo contrario es imposible: “si los insectos desaparecieran, lo harían los humanos también”.

Los insectos, además de ser polinizadores, son alimento para aves, anfibios y reptiles. Al extinguirse, la biodiversidad se vería afectada y habría un desbalance en las relaciones ecosistémicas. Los insectos son parte importante de la degradación de materia orgánica y la fijación de nutrientes en el suelo, de modo que, si desaparecieran de forma tan drástica, se transformarían las condiciones bióticas y abióticas de la biosfera. Por esto, los naturalistas que se especializan en estos seres vivos, como Dimitri, son fundamentales para buscar la manera de conservar la vida en la tierra.
En cuanto a los planes de Dimitri, hace menos de tres meses tuvo que mudarse a su nueva casa académica, la Universidad Nacional de Colombia, donde fue contratado como profesor asistente del Instituto de Ciencias Naturales. Allá espera seguir alimentando la curiosidad que nació en las temporadas lluviosas de Guayaquil con los insectos y chinches de Colombia.