Vivir en Colombia es un manjar para los sentidos. No hacen falta sino unas cuantas horas, o tal vez minutos, para saltar de un paisaje a otro totalmente diferente. Desde el Amazonas, hasta Punta Gallinas en el extremo de La Guajira, pasando por los llanos y los coloridos gradientes de verde dibujados sobre Los Andes, Colombia es un país inequívocamente exuberante.
Sin embargo, en los ecosistemas rondan cada vez más fantasmas de criaturas que han ido desapareciendo con el pasar del tiempo y del hombre. Más allá de la desaparición mediática del jaguar, Colombia cuenta con 7691 especies animales evaluadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). De estas, 787 se encuentran en las categorías VU (vulnerable), EN (en peligro) y CR (peligro crítico). Pesquisa Javeriana hizo una pequeña lista con algunas de ellas.
Ranas Arlequín

Colombia es el segundo país con más diversidad de anfibios; sin embargo, el 37% de ellos están amenazados, entre los que se encuentran las ranas arlequines, un grupo de sapitos del género Atelopus, son de colores vibrantes y están distribuidos en la región Pacífica, Caribe, Amazónica y Andina de Colombia. De las 41 especies presentes en el país, 26 se encuentran en peligro crítico (CR), ocho están en peligro (EN) y una es vulnerable (VU).
“Creemos que hay dos amenazas principales: deforestación por ganadería y contaminación por agricultura, pero más recientemente apareció un hongo al que le decimos Bd, que habita en regiones conservadas, infecta a los anfibios y reduce su capacidad de movimiento y alimentación. Actualmente es una pandemia”, explica Nicolás Urbina-Cardona, ecólogo de la Pontificia Universidad Javeriana. Estas amenazas, junto al tráfico ilegal de especies, las invasiones biológicas y el cambio climático han causado descenso poblacional en el 87% de las especies de rana arlequín a nivel mundial.
En 2021 la Iniciativa de Supervivencia Atelopus publicó el Plan de Acción para la Conservación de la Ranas Arlequín, en el que Urbina-Cardona junto con investigadores de once países proponen estrategias concretas para la conservación de estos organismos. Para Urbina lo fundamental en la conservación de cualquier especie está en preservar su ecosistema, así los beneficios se extienden a todos los organismos que viven en él. Es por esto que el Gobierno colombiano está a punto de adoptar el Programa Nacional para la Conservación de los Anfibios, el cual establece y orienta las acciones para la conservación de las poblaciones y sus hábitats.
“En la medida en que se pierden anfibios se genera una cascada de extinción y degradación del ecosistema”, asegura Urbina-Cardona. Estos organismos son piezas clave a la hora de controlar las poblaciones de plagas e insectos que actúan como vectores de enfermedades como el dengue y el zika. Así mismo, su contribución a la salud humana se extiende hasta la biotecnología, que ha hallado en la piel de los anfibios compuestos químicos útiles para el tratamiento de enfermedades humanas como el alzhéimer, el cáncer, el VIH y la diabetes.
Cocodrilo del Orinoco

Es el depredador más grande de América y uno de los reptiles vivos más grandes del planeta, pues alcanza una talla de siete metros de largo. Habita en la cuenca del río Orinoco, en la frontera con Venezuela. Esta especie ha sufrido una disminución poblacional de más del 80% y actualmente se encuentra en peligro crítico según la IUCN.
“Sus poblaciones están en declive porque las comunidades los han utilizado tradicionalmente. En Semana Santa se genera más presión sobre estos bichos porque muchas personas creyentes no consumen carne roja, entonces en vez de comer pescado, comen tortuga y cocodrilo”, explica Urbina-Cardona. Sin embargo, hace hincapié en que “una de las mayores amenazas para los reptiles es que no hay muchos investigadores que los estudien”, por lo que hay gran incertidumbre acerca de su estado de conservación en Colombia.
Hay programas de conservación ex situ del cocodrilo del Orinoco, tal como el proyecto Wisirare, en Orocué, donde se hace cría y reintroducción de individuos a su medio natural. No obstante, el éxito de programas de este tipo depende totalmente del control de las amenazas que aquejan a la especie en su medio natural, esto implica asegurar la conservación del ecosistema y el trabajo de la mano de comunidades.
Danta de páramo

Esta danta habita los bosques nubosos y páramos que coronan la cordillera de los Andes. Es el mamífero terrestre más grande de Latinoamérica, se alimenta únicamente de plantas y se caracteriza por su larga trompa, la cual le permite orientarse en el bosque a través del olfato.
Actualmente la danta de páramo se encuentra en peligro (EN) según la IUCN, en parte debido a la cacería, pues en el pasado (y en menor medida en el presente) su carne era apetecida y sus dedos y trompa se utilizaban como medicinas tradicionales o afrodisíacos. Pero la pérdida de su hábitat es la gran culpable de la desaparición de este mamífero. A medida que los páramos y bosques andinos son arrasados para darle espacio a la agricultura, la ganadería o la urbanización, las dantas se han ido quedando sin lugar donde vivir.
“Estos son animales tan grandes que necesitan extensiones enormes de territorio, y la colonización de las zonas altas de las montañas tiene un efecto grande sobre estos individuos”, precisa el biólogo Ricardo Gómez Serrano, director de la maestría en Conservación y Uso de la Biodiversidad en la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad Javeriana.
La conservación de las dantas de páramo recae en la protección de su hábitat y la disminución de su cacería, ambos procesos que deben hacerse en conjunto con las comunidades indígenas y campesinas que comparten la cordillera con ellas.
Nutria gigante de río

La nutria gigante de río es la especie de nutria más larga del mundo, llegando a medir hasta 180 centímetros desde la cabeza a la punta de la cola. Es un animal muy territorial que vive en grupos conformados por familiares, con los cuales se alimenta de peces, cangrejos e incluso serpientes y crías de caimán. Por su tamaño y su carácter, se les considera superdepredadores, es decir, que se encuentran en la cima de la cadena alimenticia y no son cazados por otros animales. Además, su presencia indica el buen estado de un ecosistema, pues sólo pueden estar en sitios que tengan las presas suficientes para cazar.
Uno de los factores que más amenaza a la nutria gigante es la pérdida de su hábitat y su alimento, lo que la obliga a cazar los animales domésticos de las fincas y la pone en conflicto directo con el ser humano. “Estos animales requieren de una base ecosistémica saludable que les de su requerimiento alimenticio. A veces los ecosistemas no alcanzan a proveer la comida suficiente para estos predadores, por lo que salen a buscar comida en los sistemas productivos humanos, entonces ahí es cuando ocurren los conflictos entre los superdepredadores y, por ejemplo, los sistemas ganaderos, los terneros, gallinas, entre otros”, explica Gómez Serrano.
La convivencia con las personas también ha causado que esta nutria sea víctima del tráfico ilegal y el comercio de pieles, por su pelaje exótico y el carisma de sus crías. “La gente se enamora de estos animales y se los lleva para sus casas o los comercializa, pero cuando crecen se vuelven un problema porque son predadores tan fuertes como un jaguar y comen cuatro o cinco kilos de pescado al día. Entonces las nutrias terminan en espacios que no corresponden o las terminan matando”, continúa.
Actualmente la nutria gigante de río se encuentra en peligro (EN), por lo que es necesario proteger su hábitat, respetar su alimento a través de la pesca responsable y tratar de minimizar los choques con los humanos, siempre creando soluciones en conjunto con la comunidad y proponiendo alternativas de vida.
Delfín rosado

Los delfines rosados viven exclusivamente en los ríos, y en Colombia pueden encontrarse nadando en las cuencas del Orinoco y el Amazonas. Son mamíferos sumamente inteligentes y curiosos, con un sistema de comunicación complejo compuesto por chasquidos y silbidos. Para orientarse en la turbidez del agua utilizan el sonido: forman un mapa de sus alrededores, como si usaran un radar, en un proceso llamado ecolocalización.
La desaparición de los delfines rosados está relacionada con la contaminación causada por la minería y el vertimiento de desechos, al igual que con la sobrepesca, que los deja sin alimento, la pesca accidental, que ocurre cuando se quedan enredados en las redes, y su uso como carnada para pescar el bagre mota, un carroñero con altas concentraciones de mercurio que se hace pasar por otros peces en los mercados.
La conservación del delfín depende entonces del cuidado de las fuentes hídricas y de la pesca responsable, mientras que herramientas como el ecoturismo pueden ayudar a crear alternativas económicas para las comunidades amazónicas y orinocenses que conviven con estos animales. En Colombia, iniciativas como la fundación Omacha se dedican al estudio, monitoreo y conservación del delfín y otros mamíferos acuáticos.
Manatí del Caribe

Los manatíes son gigantes dóciles que habitan en ríos, lagunas costeras y manglares. En Colombia, se encuentran en la costa Caribe, el río Magdalena y en la cuenca del río Orinoco. Se alimentan de algas y plantas subacuáticas, y pueden pesar más de 600 kilos. Las hembras suelen tener sólo una cría por camada, por lo que sus poblaciones pueden ser muy difíciles de recuperar.
Los manatíes del Caribe están siendo amenazados por la degradación de las ciénagas, humedales y ríos de la costa donde viven. La cacería también los afecta, pues su enorme tamaño e incapacidad de defenderse los convierten en blancos fáciles para los cazadores. “El manatí de por sí es una especie rara que nunca va a ser abundante por sus tasas de reproducción tan bajas y por el cuidado que necesitan sus crías. Entonces perder unos pocos individuos puede ser catastrófico para la población”, comenta Gómez Serrano.
La supervivencia de los manatíes está ligada a la recuperación de los ecosistemas costeros y sus aguas, al igual que su relación con el ser humano. Para conservarlos se necesitan soluciones integrales que ataquen los problemas fundamentales de las comunidades humanas que viven junto a ellos, como la seguridad alimentaria, la educación y la calidad del agua.
Los retos de la conservación
Aunque se conozcan las causas de la desaparición de estas especies, su conservación es más compleja de lo que parece. Más allá de crear soluciones para los animales, el trabajo debe integrar las necesidades de las personas que interactúan con ellos. “Desde hace ya unos diez años para acá el foco de la conservación no son las especies sino mantener o mejorar el bienestar humano, que depende de la relación con la biodiversidad. Entonces empieza uno a buscar alternativas para que la gente siga aprovechando y usando la diversidad, pero que lo haga de una manera en la que esta no se acabe y le permita mantener o mejorar esos medios de vida”, propone Gómez Serrano.
El ecoturismo responsable, la seguridad alimentaria, los incentivos económicos y el cambio de la relación del humano con la naturaleza a favor de un mutualismo beneficioso para todos es esencial para la conservación. Cada contexto es distinto y requiere soluciones a la medida que sólo podrán existir de la mano del conocimiento cultural y científico. “Depende del entorno particular en el que uno se encuentre hay que encontrar las amenazas y sus causas para poderlas transformar. No hay una receta de cocina precisa, pero lo que sí tenemos que hacer en cualquiera de los casos es tener un conocimiento bastante adecuado del estado de las poblaciones y a qué se enfrenta la especie”, concluye.
En la conservación no hay panaceas, pero sí metas comunes. Cada contexto es distinto y requiere soluciones a la medida que sólo podrán existir de la mano del conocimiento cultural y científico. Así podremos ver nuevamente esas criaturas que se han desvanecido de los paisajes colombianos, en armonía con comunidades que puedan protegerlas y, al mismo tiempo, prosperar gracias a la inmensurable biodiversidad del país.