Bacteriólogos y odontólogos de la Pontificia Universidad Javeriana se sumergieron en la boca de un grupo de niños y lograron hacer un mapa descriptivo (microbioma) de los microorganismos que allí viven. El resultado: pequeños escolares que aprendieron cómo mantener alejada la posibilidad de desarrollar caries dental.
La principal novedad del proyecto la aportaron los bacteriólogos Fredy Gamboa y Adriana García, utilizando una técnica de estudio con potencia de análisis a nivel de ADN que les permitió detectar los microorganismos que no son identificados mediante técnicas de cultivo de laboratorio. De esa forma, lograron detectar el mapa completo de los microorganismos benéficos y perjudiciales que allí habitan.
Tener el panorama completo de lo que los niños tenían —y no tenían— en la boca fue esencial para desarrollar el componente que los investigadores consideran el éxito del proyecto: la educación.
El proceso
El grupo de investigación trabajó con 18 niños de 6 y 7 años matriculados en el Colegio José María Vélaz —de Fe y Alegría, obra social de la Compañía de Jesús—, en la localidad de Suba, Bogotá, a quienes les hicieron un diagnóstico inicial para detectar caries y tomar muestras de su biopelícula, más conocida como placa dental, una capa blancuzca-amarillenta que se produce cuando ha pasado mucho tiempo sin lavarse los dientes.
En esas circunstancias, los microorganismos toman azucares y restos de comida que quedan sobre y entre los dientes y producen sustancias que los dañan y desarrollan caries dental, uno de los grandes problemas de salud oral en el mundo, según el profesor Gamboa, líder de la investigación titulada Descripción del microcosmos bacteriano ligado a placa dental en niños con y sin caries dental seguimiento a 3 y 6 meses después de un proceso de educación. El objetivo de la investigación fue identificar los microorganismos benéficos y los dañinos en la boca de los niños, y hacer pedagogía al respecto a través de talleres y otras estrategias de educación.
Iniciaron entonces un proceso educativo de prácticas de higiene oral y orientación nutricional, y repitieron las mediciones a los tres y seis meses para evaluar el progreso. “Es normal que tengamos estos microorganismos en la boca, pero hay que tenerlos en equilibrio para que no sean dañinos.
Lo que hicimos fue enseñarles a los niños una correcta higiene oral y una buena alimentación para mantenerlos controlados”, precisó la odontóloga Ana Lucía Sarralde. Les explicaron por qué alimentos como dulces, golosinas, gaseosas, harinas, jugos y bebidas no naturales ponen en peligro la salud de sus dientes, y el beneficio que se produce al consumir frutas y verduras. A través de los niños lograron transmitir a padres y profesores buenos hábitos de salud oral.
“No se trata de que supriman esos alimentos, sino de que los reduzcan, ya que todo niño necesita consumir dulce para tener energía. La idea era que los padres entendieran que es mejor darles alimentos en su forma natural, pues son más saludables que los alimentos endulzados artificialmente”, indicó Sarralde.
Los investigadores aclararon que la biopelícula es necesaria porque protege a la cavidad oral de otras infecciones incluso más dañinas que la caries; no se trata de evitarla, pero sí removerla constantemente mediante el cepillado porque entre más tiempo se deje allí, más aprovechan los microorganismos malos para hacer de las suyas. Lo ideal es alejar a los malos y crear un equilibrio.
Un cambio notable
Sin hacer énfasis en técnicas de cepillado dental, porque cada niño lo hacía de acuerdo con sus habilidades motrices, lo importante era que interiorizaran la importancia de cepillarse después de cada comida. Los profesores empezaron a crear espacios en la jornada escolar para estimular a los pequeños a hacerlo y los niños terminaron solicitándolo después de los refrigerios. Al principio del proceso, los padres confesaron en encuestas que para ellos no era importante el lavado nocturno de dientes; al final aseguraron que sus hijos no se iban a dormir sin cepillarse.
En las loncheras empezaron a verse más frutas y jugos naturales, y luego de monitorear el proceso los investigadores registraron una disminución de casi el 35 % en el índice de higiene oral y de 40 % en los microorganismos cariogénicos que promueven la caries dental. Con procesos de educación en salud oral bien llevados es posible reducir los microorganismos que causan caries, más aún si se inicia a temprana edad porque los hábitos saludables impactan más cuando se es niño, concluyen.
No es la primera vez
El profesor Gamboa ya había liderado un proyecto similar con 53 niños entre los tres y cinco años de una escuela en Boyacá. En esa oportunidad identificaron microbios buenos y sus posibles efectos sobre los malos.
Con el panorama completo que arrojó la segunda investigación, financiada por Colciencias, la idea es tomar ahora los hallazgos de ambos procesos y crear estrategias para sacar de la boca a los microorganismos perjudiciales, sin afectar a los buenos. En ese caso, se impactará a una mayor población en Bogotá, llegar a otras regiones de Colombia y apoyar el diseño de políticas públicas. “Puede ser un aporte para el Ministerio de Salud, para que los ámbitos escolares vuelvan a ser lo que eran hace unas décadas cuando la salud oral era un referente de calidad de vida”, dijo la investigadora Sarralde.