Noviembre 17 de 2018. Seis hombres y mujeres de igual número de nacionalidades persiguieron y abordaron el barco Stolt Tenacity, que navegaba por el golfo de Cádiz, al suroeste de la península Ibérica. No se trató de una conquista pirata ni de una persecución policial. “Save our rainforest” y “Drop dirty palm oil”, decían las dos pancartas que desplegaron los intrusos. El navío transportaba un cargamento de aceite de palma con rumbo a Países Bajos, y quienes protestaban eran ambientalistas de la organización no gubernamental Greenpeace.
El del barco no es un caso aislado. El año pasado, en Francia, agricultores bloquearon 13 refinerías para impedir la importación masiva de aceite de palma. Problemáticas relacionadas con deforestación, explotación laboral, amenaza a la biodiversidad, despojo de tierras y contaminación del agua han incentivado protestas similares en Indonesia, Malasia, Italia y otros países.
Para investigadores del tema como Andrés Etter Rothlisberger, doctor en Ecología de la Universidad de Queensland y actualmente profesor en la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana, en general las protestas se dan porque hay vacíos de información. Por eso, parte de su trabajo durante los últimos años ha buscado guiar investigaciones que aclaren las dudas generadas por el cultivo de la palma de aceite.
“Mi interés por el tema se inició con la promoción de la política de biocombustibles”, dice la investigadora Carmenza Castiblanco, experta en economía del ambiente. “A partir de allí quise centrar mi trabajo en el biodiésel como alternativa energética sustentable”.
Aunque en muchas ocasiones el debate se centra en el aceite de palma como fórmula para producir biocombustibles luego de su proceso de cultivo, extracción y refinamiento, son múltiples los usos que se le pueden dar a este producto: en el sector cosmético y en el de artículos comestibles, como helados, salsas, confitería, galletas, margarinas, mantequilla de maní y otros.
La palma de aceite: el caso colombiano
El trabajo de Castiblanco, dirigido por el profesor Etter, comenzó analizando el impacto de los cultivos de palma sobre los ecosistemas del país, luego continuó con un estudio comparativo entre los indicadores sociales de los municipios que cultivan palma frente a los que no lo hacen, y finalizó con un examen de los incentivos económicos destinados a la producción palmera.
Algunos de esos resultados contrastan con la información que ha desatado la polémica mundial. Aunque la deforestación de bosques tropicales en Indonesia y Malasia es incuestionable (se arrasan decenas de miles de hectáreas anualmente), en Colombia la situación es distinta, pues el 51% de las nuevas plantaciones entre 2002 y 2008 no se realizaron en bosques sino en terrenos destinados a ganadería, sin los impactos ambientales que genera la tala de los bosques tropicales. Además, según las proyecciones realizadas por Castiblanco y colaboradores, para el año 2020, “por motivo de cultivos de palma, el porcentaje del área deforestada del país se ubicaría entre el 1% o 2%”.
Por otro lado, aunque las proyecciones indican que, para 2020, 6.750 hectáreas de cultivos de arroz y 22.000 de banano en la zona norte de Colombia serán reemplazadas por palma de aceite, el porcentaje de producción de la palma sigue siendo bajo: de 40 millones de hectáreas cultivables que hay en el país, en 2018 se destinaron 516.961 a la palma de aceite, es decir, el 1,3%.
La palma se cultiva en 116 municipios de 21 departamentos. Uno de los desafíos de su implementación es lograr mejores condiciones de vida en sus zonas de influencia, porque, de acuerdo con una de las investigaciones de Castiblanco y Etter, los municipios con palma aceitera tienen en algunos casos indicadores de necesidades básicas insatisfechas más altos, a pesar de registrar mayor recaudo económico. Así, un mejor ingreso para los cultivadores de palma no garantiza un aumento en la distribución igualitaria de los ingresos regionales y no contribuye necesariamente a la reducción de la pobreza rural.
Los investigadores intuyen que en muchos casos esto ocurre por la alta concentración de tierra: hay solo unos pocos dueños y por tanto no se reparten las ganancias de manera equitativa. Además, la violencia rural desencadenó desplazamiento forzado durante varias décadas y llegó a generar indicadores de pobreza que alcanzaron el 42% en nueve departamentos de la Costa Norte de Colombia donde se cultiva la palma.
Cooperación internacional para desmitificar la palma de aceite
Desde 2015, Andrés Etter y Daniel Castillo, quien también es profesor de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales, trabajan en el proyecto Oil Palm Adaptative Landscapes (OPAL), financiado por la Swiss National Science Foundation y liderado por la Universidad Politécnica Federal de Zurich (ETH), en Suiza, que se desarrolla en Indonesia, Camerún, Suiza y Colombia ―líder productor en Latinoamérica―, con el fin de entender los diferentes matices de la producción de aceite de palma. En total, participan 14 organizaciones, de las cuales tres son colombianas: la Javeriana, la consultora NES Naturaleza y el World Wildlife Fund-Colombia (WWF-Colombia).
Uno de los tópicos a los que le apunta el proyecto es el uso del agua, pues los cultivos de palma son señalados de generar elevados costos hídricos para su producción. En ese sentido, Gabrielle Manoli, de la ETH, estudió el uso del agua comparando su rendimiento en cultivos de palma de aceite, coco, soya y otros que eventualmente se relacionan con opciones menos costosas ambientalmente que la palma africana. Manoli encontró que, si bien es cierto que la palma de aceite es la que más agua consume por unidad de área, es la que mayor productividad tiene por hectárea respecto a cualquier otro cultivo, y en términos de producción de aceite es la más eficiente.
Otros aspectos, como el impacto en la biodiversidad, también fueron abordados por Etter, Natalia Ocampo, John García-Ulloa y Jaboury Ghazoul, de la ETH, y sobresale que la mayoría de las especies de vertebrados que están amenazadas en Colombia no se encontrarían vulneradas por los cultivos de palma, pues habitan por encima de los 1.000 metros sobre el nivel del mar y la palma no puede cultivarse en esa altura.
Un elemento ambientalmente sensible es el relacionado con las emisiones de carbono por el uso de la tierra. Con el fin de entender el caso colombiano, Juan Carlos Quezada y colaboradores del proyecto OPAL desarrollaron un estudio detallado de la dinámica del carbono en los suelos y la biomasa de cultivos de palma en áreas ganaderas de los llanos en Colombia, y concluyeron que, en términos de emisiones de carbono, el resultado fue neutro, a diferencia de lo que ocurre con el caso asiático, donde la palma está mal calificada por su huella de carbono, producida por la deforestación.
La realidad de los palmeros
La directora del Instituto Humboldt, Brigitte Baptiste, reconoce que “la palma colombiana es distinta a la del resto del mundo, es más benévola”, y plantea retos para el sector, como el uso del agua y los temas de justicia social ambiental asociados a ella, así como la palma ilegal. “A los palmeros les cuesta reconocer las cosas negativas, por temas de prestigio. Mi consejo es: acepten públicamente cuáles son los retos de la palmicultura en Colombia y afróntenlos; una autocrítica siempre es bienvenida”.
Juegos de rol para entendernos mejor
¿Qué piensan los cultivadores, ambientalistas y dueños de tierras sobre la palma y su relación con la biodiversidad y el impacto ambiental? La postura de cada uno termina en discusión, y a veces esas visiones no encuentran un escenario ideal para crear soluciones. Es allí donde Daniel Castillo, investigador de la Javeriana, hace el aporte de su experiencia con los companion modeling (ComMod), su tema de doctorado en la Universidad Paris-Ouest Nanterre La Défense.
“Es una metodología de investigación social. La idea es construir representaciones de los problemas entre todos los actores, para ver de qué está hablando cada uno y evidenciar cómo entienden la situación”, explica Castillo.
Estos juegos, que se han realizado en Camerún, también han tenido lugar en los Llanos Orientales, en Colombia. “Los resultados han sido interesantes. Los productores, al tener el rol de extractoras, entienden las dificultades que ellas pueden atravesar en la compra o recibo del fruto; y la extractora, al tener el rol de productor, entiende las dificultades del campo. Igual sucede con los miembros de Gobierno u ONG que entran al juego”, describe Alejandra Rueda, miembro de la consultora NES, otra de las organizaciones que desarrolla el proyecto OPAL, y quien ha estado al frente de la implementación de los juegos en esta región.
En una salida de campo, el ecólogo Andrés Etter (en cuclillas) explica uno de los juegos diseñados para trabajar con las comunidades.
OPAL se desarrolla con la mirada cercana del organismo conservacionista WWF. En un escenario donde los aceites vegetales ocupan el segundo lugar en importancia (detrás de los cereales), y la producción de aceite de palma crece a un promedio anual de 7,8%, representando el 33% del mercado (según datos de WWF), las dos organizaciones trabajan en “aterrizar lo que la ciencia y la academia producen para llevar ese conocimiento al fortalecimiento de los procesos de toma de decisión. Creemos que parte de nuestro rol es poder utilizar estos productos para robustecer el diálogo con actores de la palma”, explica Camila Cammaert, representante de WWF-Colombia en el proyecto.
El trabajo de OPAL continuará hasta 2020. La idea es responder a los desafíos y problemáticas que siguen poniendo en tela de juicio la producción del aceite de palma. “No es en pro de la palma”, concluye Etter, “es para entender mejor la problemática con base en evidencias de información de campo, incluyendo la visión de todos los actores. Así alimentamos la discusión para construir una situación más sostenible para la palma. ¿Cómo podemos adaptar ese recurso para generar la mejor solución desde el punto de vista socioecológico, que tome en cuenta el contexto de cada caso en el que se implementa? Ese es el reto”.
Para leer más:
- Swiss Programme for Research on Global Issues for Development. Oil Palm Adaptive Landscapes (OPAL).
- Oil Palm Adaptive Landscapes (OPAL).
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Oil Palm Adaptative Landscapes (OPAL)
INVESTIGADORES PRINCIPALES EN LA PUJ: Andrés Etter Rothlisberger, Daniel Castillo
COINVESTIGADORES: Nataly García, Pedro Chapeta, Valentina Fonseca
Facultad de Estudios Ambientales y Rurales
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2015- actualmente
3 comentarios
Que interesante batería que los juegos y el método ComCod se aplicarán por intermedio de Fedepalma, la Javeriana y con la participación de todos los actores por zonas o regiones palmeras donde elmeesulyado de este se es una planificaxion estratégica del que hacer, cómo hacer etc para redireccionar y fortalecer está agroindustria en las zonas con mayor aptitud y todas las posibilidades de generar las economías circulares y de País que hoy con la escasez de petróleo Colombia podría ofrecer al mundo.
me parece muy interesante y sistemático el trabajo. podría obtener el método ComCod para estudiarlo, así como los juegos?
Estimado Carlos, claro que si. Me puede escribir al correo d.castillo@www.javeriana.edu.co/pesquisa para enviarle literatura.