El pasado 14 de junio, auditorios y salones de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá se llenaron de apasionados de la música electrónica. Sin embargo, el evento que reunía un sábado en la tarde a DJs, productores, promotores y aficionados, no era una fiesta sino una jornada académica: Resonancias, un ciclo de conferencias, paneles y formaciones para hablar sobre esta industria, desde cómo negociar contratos artísticos hasta cómo crear un paisaje sonoro.
Es la segunda ocasión que se realiza el encuentro Resonancias en la Universidad y hace parte de los esfuerzos que lidera el profesor de ingeniería electrónica Gustavo Ramírez por convertir a la Javeriana en “el referente en la investigación de tecnología musical”, como dice él mismo. Entre otras cosas, Ramírez, quien también ha tenido una carrera exitosa como DJ, lleva años acercando la ingeniería a estudiantes de música —y viceversa —, acaba de abrir un semillero de investigación junto al Departamento de Música y ha desarrollado soluciones tecnológicas para esta industria.
Para él, la academia y la escena musical no tienen por qué reñir. “Un performance ya no solo es la música, porque lo que las personas consumen es una experiencia”, dice, en referencia a todo lo que debe incluir un espectáculo de música electrónica: los efectos visuales, la iluminación y la forma en la que todos estos interactúan con cada beat. “La tecnología ha facilitado que mucha gente acceda a producir y yo pienso que aquí hay un potencial de innovación, porque como ingenieros nos toca salir a la industria y encontrar los puntos donde nuestra investigación pueda impactar”, añade.
Haciendo puentes entre música e ingeniería
De hecho, su nombre de DJ, Gartek, evoca esa idea. Lo eligió cuando aún era un estudiante de ingeniería electrónica. La primera parte del nombre hace referencia al legendario productor italiano Gaetano Parisio, uno de los DJ de techno más conocidos y, casualmente, la sigla coincide con las iniciales de su nombre, Gustavo Adolfo Ramírez. La segunda parte es un guiño a su otra pasión: “porque siempre me ha gustado mucho la tecnología y me ha caracterizado mucho el tratar de usar la tecnología en mi música”.
Lo ha hecho desde esos años, iniciando de manera rudimentaria. Aún recuerda cómo en una ocasión, durante una presentación, se dañó un circuito y el único que sabía cómo arreglarlo era él. La música no podía parar y, por suerte, Ramírez tenía su kit de estudiante de ingeniería, que cargaba “por si las moscas”, y, en él, un cautín: “Lo que hicimos fue colocar un demo —una sesión ya grabada — y otra persona hacía como que manipulaba el mixer para que no se notara que estaba sonando una grabación mientras por debajo yo hacía la soldadura en caliente con corriente todavía bajando”.
Hoy su manera de unir ciencia y tecnología con música va mucho más allá de esos riesgos. Por un lado, como Gartek, su proyecto reúne trance y melodic techno y ha participado en festivales de música como el reciente Doom Festival en Bogotá manejando la iluminación de un escenario. “Te ven diferente, yo no llego como un DJ normal”, asegura, pues su trayectoria y su conocimiento lo hacen destacar. Por otro lado, Gustavo Ramírez, como doctor en Informática y Control, utiliza la docencia, la investigación y la divulgación científica para generar conversaciones e innovaciones que pasen del laboratorio a la industria y a la pista de baile.
Su trabajo, desde luego, involucra mucha traducción entre dos campos que están relacionados, pero utilizan lenguajes distintos. Por ejemplo, desde su doctorado en el Politécnico de Turín, en Italia, se ha interesado por estudiar bioinstrumentación y el Internet of Things (IoT). Uno de los enfoques de su investigación ha sido en la medición de la calidad del aire, proponiendo mejoras para medidores de bajo costo usando automatización y hasta desarrollando medidores de bajo costo para ambientes tanto urbanos como cerrados.
Este mismo desarrollo puede llevarse a la música. “Si yo ya sé cómo medir aire, y puedo ver cómo se distribuye un contaminante en el ambiente, y cambio el concepto por un paisaje sonoro, que también es procesamiento de señales, pero midiendo ondas acústicas, puedo ver cómo se distribuye el sonido”, explica Ramírez. Y añade: “mi trabajo no está necesariamente desligado”.
Ramírez ni siquiera considera que la investigación y la docencia estén desligadas. Por ejemplo, en un artículo que publicó en 2022 junto a investigadores del Politécnico de Turín ponían de presente el desafío que puede ser para un profesor analizar la reacción de sus estudiantes a lo que estaba explicando cuando la clase era de más de 50 personas. El artículo, publicado en Sensors (Q1), proponía entonces un modelo de internet de las cosas, que analizara las caras de los estudiantes utilizando análisis de sus expresiones faciales con métodos no invasivos de reconocimiento facial. Sus resultados fueron muy exitosos para determinar el nivel de atención de sus estudiantes.
Otra manera de ver el interés que tienen sus estudiantes por el tema, quizás más rudimentaria, está en lo que ellos mismos han producido como proyectos de clase. Desde su oficina, en el Edificio de Laboratorios de Ingeniería, nos muestra uno de los resultados de ese enfoque en su docencia. En sus manos, Ramírez tiene un rectángulo blanco lleno de agujeros, conectados unos con otros.
Es una placa de pruebas o protoboard y una tarjeta de desarrollo, un elemento usual en el kit de un estudiante de ingeniería que se usa para hacer pruebas de circuitos electrónicos y prototipos rápidos. Es un trabajo de clase, hecho por un estudiante y cumple la función de una tarjeta de sonido. Es una de muchas, que estudiantes de Música de las clases de Ramírez han expuesto en ferias de la Facultad de Ingeniería, convirtiéndose en los únicos no ingenieros en el lugar.

Ramírez reconoce que no es un camino sencillo: a él mismo le tocó decidir entre la música y la academia hace unos años y terminó pausando su carrera de DJ unos años. A pesar de haber tocado en festivales y ganado múltiples reconocimientos, como el de mejor nuevo artista en los DJ Colombia Awards de 2008. “Ahora estoy volviendo y viendo qué desarrollo, qué puedo proponer diferente. Obviamente no voy a estar todo el tiempo tocando, pero sí quiero proponer creaciones muy puntuales y de muy buena calidad”, añade.
Aunque él no cree que el profesor Ramírez y DJ Gartek estén desligados, reconoce que muchos artistas se ven volcados a vivir dos vidas porque “hay una gran informalidad en el mundo artístico. Es muy difícil a veces vivir del arte”. Y señala que por eso se hace urgente que quienes entren en la industria musical tengan un diferencial.
Por su parte, Ramírez puede aportarles cómo entender un circuito, habilidades en programación y hasta desarrollar soluciones a problemas diarios de la industria. Como un estudiante de otra universidad que lo buscó hace algunos años pues en su institución no se tomaban en serio su interés por la música electrónica. Ramírez le dio unas asesorías durante la realización de su tesis. Hoy este joven tiene su propia empresa y genera sintetizadores.
La urgencia de unir ciencia y música
El profesor Ramírez no está solo en esa lectura. Justo este año, Resident Advisor, el medio más relevante en la escena de la música electrónica publicaba un editorial en el que hablaba de la urgencia de que ciencia y tecnología colaboren con la industria de la vida nocturna. El texto sostiene que, en el último milenio, mientras la ciencia ha sido alabada como el motor de la evolución social, los campos artísticos han sido desestimados y, generalmente, son las primeras víctimas cuando llega la hora de hacer recortes. La respuesta debería ser de más colaboración entre ambos campos, sugiere el texto.
El editorial recoge cómo múltiples estudios sostienen que la música mejora la salud y el bienestar por sus efectos positivos en el sistema nervioso, que van desde la disminución del estrés a la creación de cohesión social. En ese sentido, el medio sugiere que es necesario acercar la industria de la música electrónica al mundo de la ciencia, tecnología y medicina (STEM). Esto puede tener muchas caras: desde que los clubes de electrónica tengan acceso a financiación para desarrollar tecnologías o que las pistas de baile sean estudiadas a fondo por su poder de generar cohesión social y beneficiar la salud de los participantes. Las posibilidades son infinitas y complejas, reconoce el autor.
Un gran logro en medio de esas dificultades en la producción artística fue el reconocimiento de la investigación+creación como producción de conocimiento, lo que significa que las creaciones de profesores como Ramírez y todos los de áreas como Diseño, Artes y Comunicación, son reconocidas en el escalafón profesoral. Este sistema les permite a los académicos avanzar en su trayectoria profesional con experiencia, investigación y generación de conocimiento. Al reconocer la producción artística, por ejemplo, como una forma de conocimiento, los académicos de los campos creativos han visto cómo se amplían sus horizontes.
“Ahora es más fácil generar este tipo de proyectos”, reconoce Ramírez, “ahorita estoy trabajando con la Asistencia para la Creación Artística muy de la mano, precisamente, para unir tecnología con arte”. Esa colaboración ya tiene antecedentes en el Departamento de Ingeniería Electrónica, como el proyecto que lidera la profesora Catalina Alvarado para leer la actividad eléctrica del cerebro con electroencefalogramas y traducirla en música. “Yo ya entré a participar a ayudarles en la parte musical”, anuncia Ramírez. Sin embargo, allí no acaba su búsqueda de las convergencias del apellido ‘electrónica’ que comparten su profesión y su vida artística.
Como anunciaba al comienzo, el propósito de Ramírez es convertir a la Javeriana en un referente en la tecnología musical. Por eso, también ha involucrado a estudiantes en sus investigaciones y lograron crear formalmente elsemillero de investigación Arte Sonoro y Tecnología del Audio. “Lo estamos haciendo en conjunto con la Facultad de Artes, con la parte de ingeniería de sonido, y la idea es que participen todos los estudiantes interesados”, añade. Incluso participó de la creación de un curso en DJ Performance y Live Act Profesional en la Escuela de Verano.
A la par, en lo que va del año ha organizado junto a la academia profesional de música electrónica Mad Skills dos ediciones de la jornada académica Resonancias. En la primera, en abril, participaron artistas y productores de la talla de Cato Anaya, un destacado DJ colombiano de house latino, quien participó junto a Ramírez y otros colegas músicos sobre la incursión de la Inteligencia Artificial en la escena.
En la edición del pasado 14 de junio participaron, entre otros, socios de los escenarios más reconocidos de Bogotá, como Kaputt, Octava, Antisistema, Videoclub y RadioBerlin. Asimismo, estuvieron representantes de empresas como Ableton —quien desarrolla el DAW más utilizado en la producción de música electrónica—, Pioneer DJ —la marca más importante en el mundo DJ—, y de Beheringer —fabricante de equipos para producción de sonido y sonido en vivo—.
“Cada vez quiero que se vayan agregando más universidades, que se hagan muestras de proyectos, que empiece a generarse una discusión académica donde se muestre lo que hacemos, pero también, fruto de ese intercambio fortalecer las capacidades de investigación, conocer gente que esté interesada y, al final, ir mejorando la industria y el entorno investigativo del país”, asegura Ramírez.