En uno de los bosques andinos de la cordillera central colombiana, el sonido de la hojarasca y las corrientes de agua acompañan la excursión por el lugar. Con pasos cuidadosos, miradas fijas en el suelo, y con un GPS amarillo en mano, un grupo de biólogos rastrea las huellas de los mamíferos medianos y grandes de El Santuario de Flora y Fauna Otún Quimbaya ubicado en Risaralda.
Llevan ocho años en una misión casi titánica buscando rastros de pumas, dantas, osos de anteojos y zorros. Con esas pistas, han logrado monitorear la distribución y abundancia de las especies del lugar y proponer esquemas para la conservación de estas poblaciones silvestres.
Gracias al rastro en forma de huella que dejan por los senderos estos animales, los investigadores de la Pontificia Universidad Javeriana han podido estudiar su comportamiento y el impacto del hombre sobre sus hábitats naturales. Esta aventura, en lo profundo de la naturaleza, les ha mostrado cómo el turismo no controlado que recorre la cuenca del río Otún se convierte en detonante de la sobreexplotación, una de las mayores amenazas para estos mamíferos, cuyas poblaciones están disminuyendo.
Asociado a este factor se encuentran los gatos y perros que acompañan a sus amos, pues se vuelven depredadores potenciales de las especies de fauna silvestre más pequeñas del lugar, así como transmisores de enfermedades, como ocurre entre los perros domésticos y los zorros.
La verde y espesa vegetación hace que un tercer detonante aparezca. Este corresponde a la cacería ilegal que presiona la concentración de dantas o tapires en ciertas zonas del Santuario, un comportamiento contrario a la naturaleza libre y salvaje de esta especie identificada por su alargado hocico. Pero eso no es todo, la modificación de los hábitats por la tala de árboles también ha sido un factor de amenaza para estas especies pues la vegetación que estos mamíferos usan para protegerse y como alimento es cada vez más escasa.
Un banco que almacena huellas de animales
Los investigadores del Banco de Huellas de mamíferos medianos y grandes de Colombia, ubicado en la Javeriana, han adelantado más de cinco proyectos de investigación recorriendo buena parte del territorio nacional. Actualmente es el único banco con estas características en el país y por ello su papel ha sido fundamental. Desde hace diez años Germán Jiménez, biólogo y profesor de la universidad, ha liderado este proyecto junto a su semillero de investigación en manejo y conservación de fauna silvestre, conformado principalmente por estudiantes de la carrera de biología.
La idea surgió porque no existía en el país una base de datos que respaldara la información obtenida en campo. Las “huellas tipo”, que fueron colectadas tras visitar diez zoológicos de Colombia, junto con una colección que Jiménez trajo de Costa Rica, se convirtieron en la referencia para comparar las muestras tomadas en campo. De esta manera ha sido posible verificar las especies a las que pertenecen. Hoy el banco cuenta con 1500 moldes de huellas para 23 especies de mamíferos que son identificados con un número único de colección.
Como resultado de los proyectos se ha promovido la apropiación social de este conocimiento llevando la ciencia a diversas regiones del país como Chocó, Amazonas, Boyacá y los Llanos orientales. Por ejemplo el que se desarrolló en el Chocó durante el 2008 donde una comunidad dedicada a la cacería de mamíferos, a partir de sus experiencias, empezó a construir su propio banco de huellas. El objetivo fue crear conciencia para salvaguardar las especies como venados, ñeques, lapas y chanchos, lo que benecifió a pobladores y animales. El resultado de este trabajo fue la publicación de su propio catálogo en colaboración con la autoridad ambiental.
¿Cómo se ‘caza’ una huella de mamífero?
“Obtener huellas de mamífero es una labor que requiere mucha constancia, entrenamiento y pericia” dice Jiménez. Es preferible hacerlo cuando inician las lluvias en la región. Luego se buscan los mejores sustratos o tipos de suelos, generalmente suaves y uniformes, donde las huellas quedan marcadas. Al recorrer los posibles senderos por donde suelen pasar los mamíferos se identifican los patrones que dejan las huellas, las cuales son capturadas por medio de moldes de yeso odontológico de secado rápido.
Este método indirecto, basado en la interpretación de los diferentes rastros dejados durante las actividades diarias de los animales, permite reconocer de manera económica los mamíferos que viven en un área sin necesidad de atraparlos o hacerle daño. Entre las ventajas está el conservar de manera física y a escala real la huella permitiendo su manipulación en el laboratorio para futuros estudios. Además facilita la identificación de las especies ayudando a entender cómo utilizan el hábitat y cómo varia su abundancia en el tiempo.
“Para los biólogos la huella es testigo del paso del animal”, continúa Jiménez, quien observó en una de sus investigaciones cómo el zorro cangrejero o perruno, empezaba a adaptarse a los humanos, al encontrar que consumía desperdicios de basureros y de vez en cuando cazaba pequeños animales de granja. Estos cánidos son portadores del parásito de la leishmaniasis, que puede afectar al ser humano.
Los estudios también mostraron que esa especie es generalista de hábitat, lo que implica que no es muy estricta en sus requerimientos a la hora de buscar un lugar para vivir, pues es capaz de explorar un territorio más amplio en busca de recursos alimenticios y de cobertura. Jiménez identificó hábitos crepusculares confirmando así la teoría de que la mayor parte de las especies pertenecientes a la comunidad de mamíferos de esta cuenca es de hábitos nocturnos, en gran parte a causa de la presencia humana. Este comportamiento les permitiría a los mamíferos evitar el contacto con las personas como medida de protección.
Las huellas en el camino son pieza clave para estos biólogos, quienes han podido promover acciones de conservación, con cambios positivos en la forma como se relacionan los humanos con su fauna silvestre, en un país tan biodiverso como Colombia. Después de algunos días, los biólogos vuelven a sus laboratorios con respuestas pero también con nuevas preguntas. Esperan una nueva oportunidad de salir a campo y seguir investigando en estos sitios que cautivan con sus verdes paisajes.