El día que las aves dejaron de ser tímidas y “conquistaron” las ciudades fue durante la cuarentena, a finales de marzo de 2020. “Qué raro”, pensarían; de un momento a otro se silenciaron las ciudades y ellas, primero cautelosamente y después decididamente, empezaron a asomarse y a volar casi sin precaución. La ciudad les pertenecía.
Y así pasó en el mundo entero, cuando más de cuatro billones de personas se quedaron en casa. La covid-19 hizo que más de la mitad de la población entrara en cuarentena. No solo salieron las aves: también el capibara en Brasil, el puma en Chile, y el león marino en Islas Galápagos.
Pero las aves son bioindicadoras de los cambios en el ambiente, y así lo han confirmado Felipe Estela y sus colegas desde hace años, porque investigan sobre ecología de áreas urbanas, “midiendo los efectos que pueden tener el ruido, la urbanización y la arquitectura de las ciudades, entre otros factores”, dice este biólogo y profesor del departamento de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Pontifica Universidad Javeriana en Cali.
“Cuando entramos a cuarentena por covid, inmediatamente nos dimos cuenta de que este es el experimento soñado para los ecólogos urbanos porque la ciudad quedó tal y como es, pero sin humanos”, una oportunidad de lujo, que difícilmente se puede repetir de nuevo. Al disminuir la perturbación que causa la actividad humana en las ciudades, la fauna (aves en este caso) estaba más tranquila y por eso se observaron más”.
La magnitud de algunos efectos fue más dramática que la esperada, por ejemplo, cuando coincidió la cuarentena con la actividad reproductiva. “En Colombia, hotspot de diversidad de aves, la riqueza en especies en las áreas urbanas residenciales de Cali aumentó un promedio de 37 % cuando la actividad humana bajó por la cuarentena, lo que coincidió con el comienzo de la temporada de crianza”, dice el artículo científico de casi 350 autores, publicado recientemente en Biological Conservation.
Lo mismo ocurrió con otras especies en diversos ecosistemas, como las tortugas de mar, quienes se beneficiaron al iniciar el momento de desove en playas sin obstáculos como castillos de arena o turistas. El éxito en su reproducción aumentó 39 % en playas de Florida, Estados Unidos.
La ´riqueza´ de especies es un concepto importante en ecología que significa el número de especies que se registran en un sitio en un determinado momento. “Encontramos que esa riqueza de aves en ambientes urbanos fue mayor durante el tiempo de cuarentena y fue bajando poco a poco a medida que las ciudades fueron retomando su funcionamiento normal”, explica Estela y agrega que el artículo, del cual él y su grupo son autores, incluye investigadores de más 50 países, de todo tipo de formación. Hasta “esquimales que midieron efectos en morsas y osos polares en Canadá”, dice.
Los miembros del grupo de investigación colombiano, integrado además por el biólogo Camilo Sánchez, Ian McGregor y Michelle García Arroyo -actualmente en la Universidad de Helsinki-, Enrique Arbeláez, profesor de la Universidad Industrial de Santander y David Ocampo, del Instituto de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, ingeniaron una metodología de muestreo para recabar información que consistía en llenar unos formatos luego de contar durante 10 minutos los pájaros que veían desde las ventanas de sus casas y anotar qué especies eran.
Ornitólogos y “pajareros” respondieron al llamado, eso sí, acatando todos los protocolos de bioseguridad durante los tres meses que fueron más estrictos: abril, mayo y junio de 2020.
“Tuvimos un muy buen recibimiento en las primeras semanas de cuarentena porque la gente estaba desocupada”, cuenta Estela. Así que se creó una red de observadores que entregaban datos con información diurna en varias ciudades del país y nocturna para Cali. “Con ese análisis sencillo de Cali encontramos que definitivamente durante las semanas de máxima quietud y cuarentena, las aves estuvieron mucho más activas en la noche”.
Esta muestra logró obtener 75.000 observaciones de al menos 250 especies de aves en 13 ciudades colombianas y demostró además que las tecnologías de la comunicación son muy efectivas para reunir a un grupo de académicos en corto tiempo para hacer investigación durante episodios similares a las cuarentenas, o “antropo-pausas”, término que acuñaron varios científicos en un artículo publicado en junio de 2020 en la revista Nature Ecology & Evolution, entre ellos Amanda Bates, del Centro de Ciencias Oceánicas en Memorial University of Newfoundland, Canadá.
Bates es la autora principal del reciente artículo en el que Estela es coautor, el cual reporta estudios similares en todo el mundo, y describe cambios en el comportamiento de los animales, en sus hábitos reproductivos, su salud y la reducción de la mortalidad, aparentemente en respuesta a una menor actividad humana.
En diálogo con Pesquisa Javeriana, Bates hizo énfasis en que “la cuarentena demostró que necesitamos producir una guía y desarrollar tecnologías silenciosas para ´reducir el ruido´ en los océanos”.
¿Hay esperanza? ¿Lecciones para la humanidad?
Así como se encontró que los animales se sintieron menos amenazados, también el estudio confirmó que algunas actividades de conservación se vieron perjudicadas al no poder hacerles seguimiento continuo.
De cierta manera los humanos también son guardianes importantes de especies y ecosistemas. Pero, ¿será que hemos tomado más conciencia y podemos ser más respetuosos con la naturaleza?
Bates responde: “La mayor esperanza que veo es que el bloqueo también ha demostrado que los gobiernos y los seres humanos pueden cambiar rápidamente las políticas para adaptar nuestras actividades y comportamientos, lo que ilustra que es posible un cambio social rápido”.
Y si bien Estela es enfático en decir “Yo no creo. No tenemos remedio”, también reconoce que la gente en el campo se ha dado cuenta de que conservar puede traer una retribución económica porque hasta allí llegan los turistas: a contemplar la naturaleza. Así que paga no tumbar. “Eso va generando cambios de mentalidad en el país”, concluye.
Camilo Sánchez, ahora haciendo su maestría en el Instituto Nacional de Ecología, INECOL, en Xalapa, México, continúa procesando los datos obtenidos en las ciudades colombianas. “Él está haciendo estudios más profundos, no solamente analizando riquezas, sino cómo se comportaron los insectívoros, los frugívoros, o si fueron las rapaces, las que aumentaron o disminuyeron en ese período de tiempo y cómo se dio todo ese cambio”, dice Estela. La investigación continúa…