Los ríos son ecosistemas vivos y una de sus funciones es procesar y fragmentar la materia orgánica, es decir, los restos de plantas, de animales y las aguas residuales que vertemos sobre ellos.
Esta capacidad no es infinita, y cuando la superamos, comienzan a aparecer algunos síntomas; el más evidente es la pérdida del oxígeno en el agua, que conlleva a la producción de malos olores. Está claro que el río Bogotá superó hace mucho tiempo su capacidad natural para procesar la materia orgánica que recibe desde su cuenca.
¿Cómo era el río Bogotá hace cientos de años?
Antes de la llegada de los conquistadores, el río proveía de agua y nutrientes a los cultivos de las comunidades indígenas, quienes aprovechaban de manera muy inteligente la inundación de extensas zonas. Construyeron canales que permitieron controlar el agua en los periodos de creciente y los intercalaron con camellones elevados (pequeños montículos) en donde tenían sus cultivos. De esta manera, las plantas no eran afectadas por inundaciones y sus raíces siempre tenían agua y un buen microclima.
Luego, desde la colonia y hasta los años cincuenta, el desarrollo agrícola siguió siendo importante, pero las técnicas para usar el agua cambiaron y fue necesario que controláramos las crecientes para asegurar agua en los periodos secos y evitar desastres durante las lluvias.
Poco después, el crecimiento de Bogotá demandaba mucha energía y se empezó a usar el agua del río en la generación de energía eléctrica en la zona cercana al Salto del Tequendama. Esto implicó regular con mayor precisión los caudales de agua utilizando represas. Las zonas urbanas siguieron creciendo y toda la red de afluentes comenzó a ser más importante para prestar un servicio poco decoroso pero necesario: usarlos como cloacas.
Más recientemente, nuestros asentamientos, apiñados hacia las zonas montañosas ya no tenían suficiente espacio y la ciudad empezó a crecer sobre sus humedales. En cada uno de estos momentos, el río fue perdiendo características que le permitían procesar la materia orgánica.
Además del su alto nivel de contaminación, la otra característica que más ha sido afectada, es su capacidad de inundar extensas zonas durante los meses de lluvias, alimentando con agua los humedales, lo que se conoce como el pulso de inundación. Los ríos que mantiene este proceso de manera natural, cuentan con una red de canales y humedales en donde los organismos acuáticos pueden procesar mejor la materia orgánica y los contaminantes.
Las inundaciones, desde una perspectiva muy urbana, son consideradas eventos que deterioran la vida de la gente que habita los márgenes, pero desde la visión del río, el pulso anual de inundación, y la presencia de humedales son vitales para garantizar su salud y permitir que, por su propia cuenta, depure las aguas.
¿Cuál es el principal servicio que el río Bogotá debería prestar para las próximas décadas?
Una parte importante de la ciudad de Bogotá toma agua del río Bogotá, tratada en la Planta de Tibitoc, ubicada sobre el margen del río, entre Briceño y Zipaquirá, mucho antes de su paso por Bogotá. El tratamiento del agua es impecable, pero el costo es muy alto. Cuando se construyó la planta, la calidad del agua era buena, pero la parte alta del río comenzó a crecer en industria y asentamientos, así que el agua se ha ido deteriorando y cada vez se requieren más reactivos y tecnología para su adecuado tratamiento.
El río Bogotá nace en el páramo de Guacheneque, pasa por Villapinzón, Chocontá, Tocancipá, Briceño, Cajicá, Chía, Cota, hasta llegar a Bogotá. Luego, en un vertiginoso descenso, cruza por Santandercito, Anapoima, Apulo, entre otros, hasta desembocar en el río Magdalena a la altura de Girardot y Flandes.
El cambio climático plantea desafíos regionales serios; periodos de sequía más pronunciados afectarán inevitablemente la disponibilidad del agua, por lo que el río Bogotá tendrá cada vez más importancia en la región. Dicho de otra manera, de todos los servicios que el río nos ha prestado, el que será más importante en las dos próximas décadas es el aprovisionamiento de agua. Actualmente tenemos un río muy modificado y que ha superado su capacidad de procesar los contaminantes.
¿Cómo podemos ayudar al río Bogotá a recuperar su vitalidad?
La presencia de humedales, de un pulso de inundación, de cauces no profundizados, de vegetación en sus alrededores y de otras características que tenía el río hace un tiempo, son las que permitirán que tenga una propia capacidad de procesar la materia orgánica. En otras palabras, debemos devolver al río parte de lo que era. Siempre me he preguntado por qué a esto se le llama soluciones basadas en la naturaleza, cuando lo que se hace es devolverle al río su naturaleza.
Este no es el final del río Bogotá, aún nos puede dar más de sí. La solución para revitalizarlo es pensar en el principal servicio que requerimos que nos preste en los años duros de cambio climático que ya comenzamos a sentir.
Si bien actualmente se han realizado grandes esfuerzos para sanear el río controlando vertimientos industriales y construyendo plantas de tratamiento de aguas residuales, la calidad del agua no parece mejorar de manera importante. Por otro lado, volver navegable el río, construir diques, profundizar y rectificar su cauce, elimina su capacidad para inundar sus humedales, que es donde yace su fuerza para ayudarnos a depurar el agua. El fin del río debe ser uno distinto al que le estamos dando, su razón de ser deberá ser proveernos de agua limpia y esto solo se puede lograr devolviéndole buena parte de lo que le hemos quitado.
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