Ya sabemos la respuesta cuando preguntamos cuál es la causa de los cánceres: los médicos entran a sugerir recomendaciones para tener una vida saludable, sin saber exactamente si algunas de nuestras costumbres son las que lo promueven. Pero el día que llega, simplemente llegó y lo hace sin avisar, sin un poquito de compasión. No pasa lo mismo con el cáncer de cuello uterino: tanto nuestra médica epidemióloga caleña, Nubia Muñoz, como el Premio Nobel de Medicina en 2008, Harald zur Hausen, han demostrado con sus investigaciones que el Virus del Papiloma Humano (VPH) es el culpable.
No se explica uno aún por qué hay dudas. Empecemos por el principio: todas las vacunas tienen efectos secundarios, así que no es raro que el organismo humano reaccione ante una sustancia que le está siendo inyectada. La vacuna triple viral, que desde hace más de 40 años se aplica en bebés, los defiende contra el sarampión, las paperas y la rubeola, y aunque las cifras demuestran la reducción de casos casi hasta cero, todavía no se puede hablar de la erradicación de estas enfermedades porque hay personas que no le tienen confianza a las vacunas y son las primeras que se enferman. Países como Australia ‘castigan’ a los padres que no vacunan a sus hijos con multas quincenales.
Un antecedente que marcó quizás el nacimiento de los grupos antivacuna fue el artículo publicado en la revista científica The Lancet en 1998, en el que el cirujano británico Andrew Wakefield asociaba la vacuna triple con casos de autismo. Si bien el artículo fue retractado por contener información errónea, el daño estaba hecho: de boca en boca estos resultados habían llegado a la comunidad, las tasas de vacunación disminuyeron y las enfermedades resurgieron.
En el caso de la vacuna contra el VPH, más del 95% de los estudios realizados a nivel mundial hablan de que es segura. Incluso aquellos que la defienden a ultranza y han estudiado los efectos secundarios, mencionan la posibilidad de que las niñas vacunadas sufran dolores de cabeza y de pecho, desmayos, mareos, alergias. Las estadísticas reportan que tres de cada millón de niñas vacunadas pueden sufrir un shock anafiláctico, que es para preocuparse, y por eso la importancia de que sea administrada con todas las seguridades médicas exigidas.
Lo que ocurrió en Carmen de Bolívar en 2014, ampliamente divulgado a través de los medios de comunicación nacionales y del vecindario, ha sucedido de manera muy similar en los primeros años de esta década en países como Brasil y Perú, y, sorprendentemente, en Japón y Dinamarca, donde se supone que la ciudadanía tiene más acceso y posibilidades de informarse que en países en desarrollo.
De hecho la OMS, la OPS y la base de datos en cáncer —Globocan— demuestran que la tasa de mortalidad por cáncer de cérvix o cuello uterino es doce veces más alta en Bolivia que en Canadá. ¿Qué ha ocurrido? Unos 40 expertos reunidos en Bogotá este mes dieron varias explicaciones: la influencia de los movimientos antivacuna, los episodios colectivos de niñas entrando a los servicios de urgencia de los hospitales luego de haber sido vacunadas, las informaciones ‘negativas’ de los medios de comunicación, el impacto de las redes sociales, el hecho de que el personal de salud aún no está convencido de recomendarla a sus pacientes porque buena parte de los estudios científicos alientan a adelantar más investigación que confirmen los datos encontrados.
El peso del rumor cuando se enfrenta a los estudios científicos inclina la balanza sin misericordia. Y en este punto se concentraron los asistentes a la reunión sobre Prevención y control del VPH y los cánceres relacionados al VPG en Colombia: lecciones aprendidas y el camino a seguir, porque encontraron como una gran debilidad la comunicación de los expertos con los padres de familia, con los maestros, con el personal médico clínico. Robb Butler, científico social de Unicef, recomendó usar más la emoción que la información y los datos, y contar historias más que hablar de estadísticas porque “cuando perdemos la confianza, es extremadamente difícil recuperarla”.
Lo secundó otro experto, el médico Mark Kane, hoy consultor internacional, quien explicó que más que educar con datos e información, la evidencia científica debe ser contada a las diferentes audiencias de tal manera que llegue a esa parte del cerebro que genera diferentes reacciones, como miedo, rabia, felicidad.
Estrategias de comunicación en la propia Dinamarca, en Irlanda, incluso en Perú, han empezado a recuperar esa confianza. ¿Cómo lo haremos en Colombia? Nos urge encontrar una respuesta porque, de acuerdo con Muñoz, con los índices actuales de atención solo se evitarán 220 casos de cáncer de cérvix pero si la cobertura de vacunación vuelve a estar alrededor del 90%, se evitarán al menos 4.000 casos y 1.900 muertes en mujeres que vivirían hasta los 75 años.
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