Fue interesante el primer día a bordo. Somos en total 50 personas, 23 marineros y 27 investigadores, entre los cuales hay 45 italianos, dos alemanes, un croata, un británico y una colombiana. Somos cinco mujeres: cuatro investigadoras y la doctora. Conocí la tripulación, todos son muy amables, sin embargo, la mayoría se comunica en italiano y aunque yo empecé a estudiarlo hace un mes por internet, mi nivel no es muy alto; no me fluyen las palabras y sigo prestando mucha atención para lograr entender lo que dicen. No es fácil, pero afortunadamente es un idioma que se parece un poco al español, por lo cual entiendo un 50% aproximadamente. Además, hay un investigador que habla muy bien español y varios que hablan inglés.
Nos reunimos con el capitán, que explicó cosas generales de la convivencia abordo como la limpieza de las cabinas (habitaciones), las horas de las comidas, la temperatura que vamos a tener en unos días (que puede oscilar entre -10 a -20 ºC). El primer oficial nos habló de qué hacer en caso de emergencia, el traje de protección que debemos usar si queremos salir a cubierta y nos hizo un recorrido por el barco para familiarizarnos con nuestro nuevo hogar. Nos lleva a la lavandería, la cocina, el comedor, el puente de mando, nos muestra las dos bicicletas en las que podemos hacer ejercicio y los dos únicos computadores que tienen internet. Sin embargo, hay que esperar entre uno o dos días para poder zarpar porque se aproxima una tormenta.

Finalmente zarpamos a las 2:00 a.m. del 6 de enero. A las 6:30 a.m., desperté y me arreglé para salir a desayunar, pero literalmente el cuerpo no me respondía. El mar del Pacífico Sur nos dio la bienvenida con olas de entre cinco y seis metros de altura, todo se movía de un lado para otro, las cosas que tenía en el escritorio se fueron al suelo. Y yo solo pude quedarme acostada, tratando de controlar la sensación de mareo y náuseas que se apoderaba de mí. Luego de estar cinco horas dormida, me levanté y fui a la cocina para tomar una bebida caliente y comer unas galletas. Lo logré, pero inmediatamente tuve que volver a mi habitación a acostarme de nuevo.
Pasaron dos días hasta que el mar se calmó un poco, y en medio de todo, lo que me hizo sentir bien, fue que no fui la única en esa situación. Creo que el 99% de la tripulación de investigadores pasó por lo mismo, incluso algunos la pasaron peor. Varios tomaron la decisión de tomar pastillas para el mareo o colocarse parches en el cuello para aliviar los síntomas. A mí me gusta más la idea de que el cuerpo se adapte y dejo que así suceda.
Así hemos navegado con rumbo a la Antártica. Hace un par de días vi mi primer iceberg, el primero de la expedición, lo cual fue muy emocionante pues es realmente impactante ver una masa de hielo tan grande flotando a la deriva en el océano. También hemos visto grupos de pedazos de hielo flotando muy cerca del barco.
Además, he tenido la oportunidad de ver varios animales de los que les hablaré en la próxima columna.

* La participación de la egresada javeriana en biología Nohelia Farías Curtidor a esta expedición cuenta con la financiación de la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Javeriana.
1 comentario
Felicitaciones nohelia que experiencia única que estás viviendo bendiciones