La visión integral del agua en Colombia que tiene el entrante gobierno de Gustavo Petro es tal vez la más cercana a la que podría soñar cualquier biólogo, limnólogo (quien estudia los ecosistemas acuáticos continentales) o ambientalista que trabaje con los problemas de los recursos acuáticos.
El divorcio entre el desarrollo del país, las urgencias de las comunidades locales y la conservación de los ecosistemas acuáticos ha estado históricamente justificada en una falta de recursos y de valoración de prioridades. Los problemas de la violencia han puesto en un segundo plano la conciliación entre las necesidades a corto plazo de las poblaciones, la economía regional y una planeación a largo plazo.
Por eso aplicar una visión integral del recurso acuático en el ordenamiento del territorio es uno de los indicadores de un país moderno.
Más allá del optimismo que como ecólogos nos puede generar este plan, de manera objetiva debemos valorar los retos que vienen.
El plan de Gustavo Petro sobre el agua en Colombia
En su plan de gobierno, Gustavo Petro propone ordenar el territorio colombiano alrededor del agua, lo que consiste en armonizar el potencial hídrico del país con el derecho fundamental al acceso, democratizar su uso y manejo, promover la protección de los páramos, acuíferos y cuencas, garantizar la conectividad de humedales, recuperar el espacio de los ríos y sus condiciones naturales, proteger la biodiversidad, recuperar los ecosistemas marinos y aprovechar el potencial de absorción de carbono de la Amazonía como adaptación al cambio climático, entre otros aspectos.
Pero la organización del territorio alrededor del agua implica conciliar y resolver conflictos que siempre han sido evadidos y sobre los cuales debemos dialogar. De alguna manera, las políticas nacionales son muy vagas, hasta el punto en el que la visión de este ordenamiento a nivel de los municipios cambia con el alcalde de turno.
Uno de los ejemplos vergonzosamente mediático es el de Bogotá, pues en 18 años no ha sido posible expedir un nuevo POT (Plan de Ordenamiento Territorial). Está claro que los lineamientos de los distintos gobiernos de las últimas décadas no han articulado una visión ambientalmente sostenible, apolítica y proyectada a las próximas décadas de tal manera que sea más fácil construir su plan de ordenamiento, independientemente de la afiliación política de turno.
Hay que extraer los temas ambientales y la ciencia del partido que gobierna, es la única manera de lograr un verdadero desarrollo ambientalmente sostenible. Este tal vez es el gran reto que tiene el entrante gobierno para garantizar la viabilidad de sus propuestas.
¿Qué hacer con los ecosistemas acuáticos?
Los ecosistemas acuáticos del planeta siempre han cargado un peso muy grande: las necesidades de su uso por parte de las poblaciones humanas.
Otros ecosistemas, como los bosques y páramos, pueden tener áreas destinadas solo a la conservación, pero eso no suele ocurrir con nuestros ecosistemas acuáticos, al menos los de agua dulce. Nuestra dependencia del recurso acuático nos ha definido en los últimos cientos de miles de años.
El programa del gobierno entrante lo plantea claramente: “El agua, bien común y derecho fundamental”. Se requiere armonizar el funcionamiento de los ecosistemas con los servicios que prestan. Quizás sea el tema más complicado, pues las comunidades locales han desarrollado un tipo de interacción con el agua y el desarrollo económico regional supone unas necesidades aparentemente distintas para los próximos años, además, los científicos pensamos en unos escenarios futuros ideales que requieren una ordenación distinta a la actual.
El gobierno entrante plantea un ordenamiento territorial alrededor del agua subordinado dentro de la lucha contra el cambio climático, pero ¿qué tan fácil es lograr una conciliación y armonización desde todas las diferentes visiones y necesidades?
Uno de los ejemplos actuales es la problemática del territorio de La Mojana. Esta zona comprende más de 10 municipios de cuatro departamentos. Se trata de una depresión influenciada por los ríos San Jorge y Cauca en donde se ha desarrollado de manera importante la agricultura y la ganadería y en donde habitan más de 400 mil personas.
Históricamente, la influencia del río Cauca era baja, pero desde hace algunas décadas, por eventos extremos del fenómeno de la Niña, el río Cauca comenzó a desbordarse y a reclamar parte de sus antiguas zonas inundables.
En este escenario, en donde se requiere intervención, ¿cómo se concilian las diferentes necesidades de habitantes locales con las de empresarios (con intereses económicos) y conservacionistas que tienen una visión distinta del papel de esta zona en la lucha contra el cambio climático?
El ordenamiento alrededor del agua plantea unos retos muy grandes y esta zona tal vez es uno de los laboratorios para probar la manera como se debe desarrollar esta conversación.
No hace falta esforzarse mucho para encontrar más problemas complejos que el gobierno deberá afrontar al ordenar el territorio. Por ejemplo, los de sedimentación y flujo de agua de la Ciénaga Grande, de Santa Marta, la contaminación y pérdida de humedales del río Bogotá, la sobrepesca del río Magdalena, la minería en el río Cauca y los efectos de especies introducidas e invasoras.
Como ecólogo acuático no puedo negar mi felicidad de un ordenamiento en función del agua, pero el programa tiene unas debilidades respecto a los ecosistemas marinos y los bosques; tal vez los dos merecían una importancia semejante.
Los mares también son muy claves en nuestra sostenibilidad futura; los océanos rigen el clima global, amortiguan una gran variedad de contaminantes y, por supuesto, son necesarios para la seguridad alimentaria.
Este plan de gobierno es el más ambicioso de todos, pero también incluye la mayor parte de lo que necesitamos en los tiempos de urgencia climática que vivimos.
El gran reto es que estas ideas permeen a todos los sectores, de tal manera que no dependan de los dirigentes de turno.
Todos debemos participar en la construcción de unos acuerdos, todos debemos conciliar. Parece una tarea compleja en medio de la historia de divisiones y polarizaciones que hemos vivido, pero si lo pensamos en perspectiva, y con una mirada al futuro, el esfuerzo que hagamos ahora ayudará en la construcción de una sociedad más justa, sostenible e incluyente.