Desde finales del siglo XX, todos los años se reúnen presidentes de Estado, ministros de Ambiente, científicos y toda suerte de líderes para debatir los nuevos hallazgos sobre los efectos del cambio climático en la supervivencia de los seres vivos que habitan el planeta Tierra. Muchas de las metas que se acuerdan en los salones se quedan en buenas intenciones; otras se van cumpliendo lentamente. El problema es que el llamado es a actuar ya.
Así que… ¿qué pasa si hay un cambio de estrategia? Hace seis años, el International Development Research Center (IDRC), de Canadá, abrió una convocatoria para recibir propuestas lideradas por mujeres que demostraran estrategias de base para la adaptación al cambio y a la variabilidad climática en ciudades pequeñas y medianas, que redujeran la vulnerabilidad y aumentaran la resiliencia de sus habitantes frente a esos fenómenos. Con tres objetivos: escalar las estrategias, integrarlas a las políticas públicas y priorizar el enfoque de abajo hacia arriba.
“Se necesita investigación empírica e implementación y validación en el terreno para comprender y respaldar el papel específico de estas prácticas y mejorar las estrategias de reducción del riesgo de desastres”. Este fue el llamado del IDRC a instituciones de América Latina y el Caribe para presentar propuestas. “El apoyo a espacios relevantes culturales y sociales, redes, actividades y eventos, es clave para abordar el riesgo climático”.
Coordinadas por investigadores de la Universidad de Montreal, participaron en el proyecto, llamado Adapto, universidades de Cuba, Chile, Haití y Colombia, la Pontificia Universidad Javeriana entre ellas, y se reunieron para abordar en el proyecto cinco casos de estudios que le apuntaban al objetivo trazado por el IDRC (en la tabla se relacionan los casos).
Salgar, Antioquia, la población escogida por la Javeriana
Eran casi las tres de la mañana del 18 de mayo de 2015 cuando, a causa de las lluvias, la quebrada La Liboriana produjo una avenida torrencial y llegó a un sector del municipio de Salgar, en el suroccidente del departamento de Antioquia, arrasando puentes, calles y casas, llevándose consigo lo que encontró a su paso. Murieron 104 personas, desaparecieron 10 y más de 500 resultaron damnificadas.

“Conocíamos el tema de deslizamientos de la montaña; el riesgo ha sido un asunto con el cual de alguna manera hemos vivido, pero nunca nos imaginamos que la quebrada de la Liboriana, ese pequeño afluente de agua que toda la vida había estado de nuestro lado, porque así lo veíamos, fuera el causante de todo lo que sucedía”, recuerda la abogada Ana Milena González, especializada en derechos humanos y derecho internacional humanitario, salgareña hasta los tuétanos, líder desde que estaba en el colegio de Salgar, donde ha vivido toda su vida. “He creído en la fuerza del desarrollo local, de lo que surge cuando los colectivos y los líderes trabajamos por el bien común de un territorio”.
Así que Salgar divide su historia en dos: antes y después de la tragedia. La percepción de la comunidad sobre temas de riesgo se transforma. “Ya llueve y no se siente la misma tranquilidad, ya se sabe que cuando suenan las alarmas, sí hay que prestar atención”, explica Ana Milena.
Ella se convierte en la mano derecha del profesor del Departamento de Ingeniería Civil, en la Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Javeriana, Holmes Páez, y de la investigadora Julia Díaz, y en puente que comunicó a los investigadores con la población, así como con la Corporación Antioquia Presente, que ya tenía experiencia previa en el desarrollo de proyectos de reconstrucción y de lazos de confianza con la comunidad.
Con una población pequeña, un caso de ‘cambio y variabilidad climática’ y comunidades asentadas de manera informal, el grupo de investigadores javerianos cumplía los requisitos para empezar a trabajar in situ con los habitantes de Salgar, “entender su reconstrucción y la recuperación en diferentes frentes, y hacerlo a lo largo de cuatro años”, dice Páez: hombro a hombro, construyendo conjuntamente, usando un mismo lenguaje, reconociendo las experiencias y los saberes de quienes participaban en el proyecto Adapto.

Salgar: la importancia de entender al ‘otro’
¿Cómo lograron, entre todos, armar un rompecabezas humano con varias de sus piezas rotas? Uno de los temas que funcionó muy bien fue el de las alianzas. “Hubo coincidencia de voluntades para que finalmente [la reconstrucción] fuera una realidad”, dice Páez. Una mujer alcaldesa, Olga Eugenia Osorio; así como la gobernación y el gobierno central; las empresas cafeteras de la región; las fundaciones; los constructores y la propia comunidad fueron armando alianzas efectivas para lograr, por ejemplo, la donación de terrenos en zonas seguras o el diseño de viviendas tanto rurales como urbanas adaptadas al contexto y al modo de vida de los salgareños.
“El liderazgo de mujeres es clave para entender la recuperación y las formas de adaptarse a diferentes situaciones generadas por el cambio y la variabilidad climática”.
Holmes Páez
Pero la estrategia del proyecto Adapto no era construir determinada cantidad de casas, sino entender cómo reconstruir a las personas. “En términos de la reconstrucción [física] fuimos observadores y de ahí sale el estudio de caso”, continua Páez. Porque lo que interesa ahora es la gente: cómo renacer cuando se ha perdido todo. Entonces surgen los microproyectos.
Un joven invidente, Orlando Andrés Cano Medina, líder de la mesa ambiental de Salgar, lideró una actividad para que la población con situación de discapacidad aprendiera cómo actuar en un momento de riesgo.
Kelly, otra líder ambiental en el territorio, abanderó una iniciativa para cultivar árboles con flores atractivas para las abejas, dado que en Salgar existe una asociación de apicultores que ha visto mermar sus poblaciones por falta de alimento. “El municipio prestó el lugar para montar este vivero y para que los apicultores pudieran fortalecer su flora apícola para alimentar a las abejas”, cuenta Ana Milena. Y Lili Présiga desarrolló una estrategia para recuperar el plástico y promover en las escuelas el reciclaje de botellas como ‘ecoadobes’ o ‘botellas de amor’.
Fueron varias las iniciativas que el proyecto Adapto ayudó a fortalecer, la mayoría de ellas lideradas por mujeres. “Muchas de las mujeres que fueron afectadas por el desastre perdieron a sus maridos, quienes proveían sus fuentes de ingreso”, explica Páez. Eso conllevó una recomposición de la estructura social del municipio.
Esos microproyectos, que se fueron moldeando a través de varios espacios creativos de cooperación entre las diferentes entidades que apoyaron el resurgimiento de Salgar, se convirtieron en un laboratorio de investigación que les dio voz a las comunidades y fortaleció a los líderes o agentes de cambio, demostrando que la unión por un objetivo común es la clave.
Antes de Adapto, dice Ana Milena, Salgar era una comunidad campesina productora, con prácticas enfocadas en generar estrategias frente a los asuntos del riesgo. Después de Adapto, “somos una comunidad consciente de la importancia de las estrategias de adaptación al cambio climático, de sus líderes, una comunidad que reconoce el potencial que tiene en estas prácticas ambientales y de adaptación, y que sostiene esas estrategias en sus territorios ya con conciencia de lo que significan”. Ahora escuchan con otros oídos el crujir de las piedras de la quebrada La Liboriana.
La historia de este proyecto no ha terminado. Existe la continuidad, gracias ―de nuevo― al IDRC, y el inicio de una nueva historia, llamada Sustento, basada en Adapto, pero enfocada en la seguridad alimentaria. El estudio de caso será Puerto Valdivia, otro municipio de Antioquia; y la aproximación, construir de abajo hacia arriba y escalar las estrategias que demuestran resultados.
Para leer más:
Climate change adaptation in informal settings: understanding and reinforcing bottom-up initiatives in Latin America and the Caribbean. (2021). Adapto. https:// www.idrc.ca/en/project/climate-change-adaptation-informal- settings-understanding-and-reinforcing-bottom
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Responses to risk and climate change in informal settings in Latin America and the Caribbean Dialogue
INVESTIGADOR PRINCIPAL: Gonzalo Lizarralde
COINVESTIGADORES: Holmes Páez, Julia Díaz y Benjamín Erazo Departamento de Ingeniería Civil Facultad de Ingeniería Pontificia Universidad Javeriana Universidad de Montreal
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2017-2021