“Como dicen los llaneros viejos, el jaguar nunca te va a ofender; se va a defender”, evoca Esteban Payán Garrido, director regional para Suramérica de Panthera, organización encargada de proteger y conservar jaguares en América.
Sin embargo, después de los ataques a reses y humanos registrados durante febrero en Cubará, Boyacá, aparentemente protagonizados por un jaguar, aquella frase de los ancestros llaneros parece perder valor.
El ataque de este felino, que es el tercero más grande del planeta después del tigre y el león africano, puede ser resultado de cambios estructurales en su medio, así como un mecanismo de defensa o un comportamiento provocado por el ser humano, según lo declaran los investigadores javerianos Germán Jiménez y Federico Mosquera-Guerra. Es poco común que un jaguar arremeta contra los humanos.
Actualmente, los jaguares que habitan América son los más tímidos, mejor portados y más educados, según la descripción que hace el director regional de Panthera, pues son los sobrevivientes de más de 500 años de persecuciones con armas de fuego y su tasa reproductiva y de gestación es muy lenta; eso genera que la especie sea aún más vulnerable, por lo que casos como los sucedidos en las últimas semanas generan desconcierto.
Por su parte, Germán Jiménez, experto en manejo y conservación de fauna silvestre, sugiere que “las agresiones a humanos pueden deberse a la cercanía del hombre a su ambiente, y la presión que le han generado a través de la caza indiscriminada y la destrucción de sus hábitats, lo que podría llevarlos a desarrollar comportamientos que no son habituales”.
¿En dónde habita el jaguar en Colombia?
Este felino, de corpulenta y fornida fisionomía, y que originalmente tuvo una amplia distribución desde el estado de Texas, en Estados Unidos, hasta el norte de la Patagonia, en Suramérica, ha ido perdiendo su hábitat. Al momento de la llegada de los europeos a América, según un cálculo del Fondo Mundial Para la Naturaleza (en inglés World Wide Fund for Nature), había más de cien mil jaguares que habitaban desde zonas semidesérticas de Norteamérica hasta los bosques tropicales sudamericanos. Hoy, esta especie ha perdido aproximadamente el 50 % de su hábitat histórico en todo el continente.

Los jaguares habitan desde el nivel del mar hasta los ecosistemas de alta montaña y Colombia se caracteriza por ser parte de un corredor que comienza en México y acaba en Argentina.
El javeriano Federico Mosquera-Guerra explica que después de que se levantara el istmo de Panamá, que limita con el departamento del Chocó, estos felinos empezaron a entrar al país. Esteban Payán complementa la explicación: “Existen poblaciones conectadas por Panamá, están en el Darién, el Chocó-biogeográfico, la Sierra Nevada de Santa Marta, en el Magdalena Medio y pasan la cordillera Oriental, por la zona de Santander, bordeando Venezuela y llegan a la Orinoquía y a la Amazonía”, donde han sido reportadas sus poblaciones.
Desde el 2019 Colombia tiene el corredor biológico más grande para la conservación de la danta, el puma y el jaguar en la Orinoquía: el sitio Ramsar del río Bita, que cuenta con un área aproximada de 824.500 hectáreas, considerada, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, como la cuenca más conservada y manejada del país.
Este corredor cuenta con 228.000 hectáreas y protege la vida de 34 especies de mamíferos medianos y grandes.
¿Cuáles son los riesgos de la desaparición del jaguar?
El jaguar se encuentra en la categoría de “Casi Amenazada”, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), es decir que no se encuentra dentro de las categorías de “En Peligro” o “Peligro Crítico”, pero está cercano a cumplirlos o es esperable que así suceda en el futuro. Por esta razón estas especies dependen de medidas especiales de conservación.
En Colombia, a través de la resolución 1912 de 2017 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, se ubica a los jaguares en la categoría Vulnerable.
Pero el jaguar no solo se ha enfrentado a la pérdida de su hábitat, sino a la escasez de alimento, pues sus presas también hacen parte de la dieta de los seres humanos.
“Gran parte de la proteína de origen animal para las comunidades es producto de la cacería de peces, pecaríes, venados, lapas o borugas, armadillos, monos aulladores e incluso, tortugas marinas y de río, alimento propio de los jaguares”, señala Federico Mosquera-Guerra, quien además ha trabajado en la conservación de grandes mamíferos y coexistencia entre felinos.
En consecuencia, dice el experto, el animal se ve obligado a recurrir a otras fuentes energéticas, como el ganado doméstico, y posiblemente eso lo ha llevado a ser una amenaza para los humanos. “Lo malo no es que los locales cacen, sino que esta actividad no esté regulada, para que pueda haber coexistencia entre los jaguares y los pobladores”, comenta.
El jaguar se alimenta de especies que en su mayoría son herbívoras y sobreviven de frutos y semillas, como los venados, los pecaríes y los chigüiros, que de no ser controlados por este depredador que se encuentra en el tope de una red trófica, alterarían el equilibrio, pues el número de estos aumentaría a tal punto de que generarían una depredación indiscriminada de frutos y plantas, truncando el proceso natural de la regeneración de los bosques, alterando su composición y estructura, su almacenamiento de carbono, así como la captación del agua y el balance hídrico de las cuencas.
Mosquera agrega que, además, este felino, que mide entre 1.5 y 2.4 metros y pesa entre 45 y 120 kilos, es generador de alimento para especies carroñeras que se alimentan de los restos de las presas que deja, lo que permite controlar la propagación de virus y bacterias.
¿Cómo poner fin a los ataques?
Las alarmas están encendidas en Cubará, especialmente en la comunidad indígena u’wa, ubicada en la zona rural del municipio, lugar donde ocurrió la posible arremetida del felino. Algunas entidades como la Corporación Autónoma Regional de la Orinoquia (Corporinoquia) han puesto en marcha planes de búsqueda a través de cámaras, con el fin de detenerlo y reubicarlo.
Otra opción que se podría contemplar es la cacería de control, aquella que se realiza con el propósito de regular la población de una especie de la fauna silvestre cuando así lo requieran circunstancias de orden social, económico o ecológico.
Esta alternativa la encuentra viable Payán: “Si dejamos que vuelva a atacar, le está dañando la fama a toda la especie en Colombia. No se puede permitir la posibilidad de que ataque a más gente. Con la ayuda de cámaras trampa los expertos pueden identificar al individuo problema”.
Pero para el biólogo javeriano Federico Mosquera-Guerra, eliminar al individuo no soluciona el problema de raíz, incluso, “se pierde de vista la problemática estructural que estos eventos traen al debate nacional, representado en las altas tasas de deforestación en la cordillera oriental, la ausencia de regulación de la cacería de fauna silvestre por comunidades locales, los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas y biodiversidad asociada, así como el aumento demográfico y el establecimiento de las poblaciones humanas en áreas no idóneas, como la alta montaña Andina, área de recarga hídrica y corredor biológico natural de estas especies”.
Consideraciones
Los expertos coinciden en que lo importante es buscar soluciones para que ambas especies, tanto humanos como jaguares, coexistan sin riesgo. Por ejemplo, el profesor Germán Jiménez propone respetar sus hábitats y conservarlos, además de evitar la cacería indiscriminada y sin control de sus presas, así como la sobrepesca para no quitarle recursos. Igualmente, propone crear espacios de entendimiento acerca de cuáles son las relaciones que generan conflicto entre las comunidades humanas y los jaguares.
Entretanto, la evidencia científica de las investigaciones de Esteban Payán le permiten afirmar que las áreas protegidas tienen un impacto positivo en la persistencia del jaguar y asegura que la creación de más áreas protegidas, como parques nacionales, es una de las acciones de conservación más importantes para esta especie y otros grandes carnívoros.
Federico Mosquera-Guerra concluye diciendo que los ataques presentados en las últimas semanas permiten dilucidar la problemática estructural en el sistema medioambiental colapsado por las acciones humanas, además, hace un llamado a la participación de la academia y otros actores para generar escenarios de coexistencia entre los pobladores locales y los grandes felinos en el país.
2 comentarios
Gracias por el trabajo realizado. Los colombianos debemos y necesitamos proteger a este hermoso felino que nos provee de tantos servicios ambientales. No podemos arrasar con toda la biodiversidad, hay que entender que vivimos de ella, del agua, que las selvas y los bosques son necesarios para nuestra existencia. El JAGUAR es el administrador y jefe de la naturaleza en la que habita debe ser protegido a toda costa, eso lo debe entender el gobierno, más compromiso de las CARs, el Ministerio Ambiente y Desarrollo Sostenible, los campesinos, los grupos ilegales y todo el resto de los colombianos.
Buen día. Tengo conocimiento que en el sector llamado la fortuna que queda entre Barrancabermeja y Bucaramanga por la vía panamericana hacia adentro hay varios jaguares la comunidad dice que son tigres, esta semana uno de ellos atacó un joven venezolano y lo mató, la comunidad está muy asombrada y tengo conocimiento que mataron a uno. Porque además también está matando ganado y caballos. Yo no vivo allá, pero mi papá me contó y ningún organismo está ayudando a esa comunidad. Me gustaría que por favor los ayudarán para que sacaran a esos animales de allá y no los terminen matando a todos.