Al mismo tiempo que crecía el ritmo de vacunación en el mundo, lo hacían también las expectativas de frenar la enfermedad de la covid-19. Las esperanzas en todo el planeta estaban puestas en la inmunidad de rebaño, la etapa en la que, teóricamente, el virus entraría en su fase final y la pandemia sería cosa del pasado. Sin embargo, las nuevas evidencias científicas parecen no ser tan alentadoras.
La inmunidad de rebaño
Frente a una enfermedad infecciosa, cuando la persona se enfrenta a microorganismos, el sistema inmune genera anticuerpos específicos, unas proteínas que intentan eliminar al invasor, sin embargo, a veces esta respuesta no es oportuna o suficiente y en el caso de COVID 19 la persona puede desarrollar complicaciones o incluso morir.
Lo interesante de las vacunas es que logran que aparezcan anticuerpos sin necesidad de infectarnos y evitan que nos expongamos a una infección y sus consecuencias.
El sistema inmunitario tiene la capacidad de guardar la información de cómo eliminó el virus, la bacteria o el hongo y en caso de que vuelva, ya sabe cómo combatirlo. Entonces lo más probable es que la persona que ya tuvo la enfermedad o que está vacunada, no se contagie, o en su defecto, no padezca tan fuertes sus efectos.
Cuando la mayoría de una población llega a este estado, se logra la inmunidad de rebaño, pues cada vez serán menos las personas contagiadas y a ese mismo ritmo la enfermedad irá disminuyendo.
“Lo que se espera con la inmunidad de rebaño es romper la cadena de transmisión porque el virus se queda sin huésped. Al no tener huésped existe menor circulación y cada vez hay menos personas infectadas. Es la forma de controlar una infección”, explica Sandra Valderrama, jefe de la Unidad de Infectología del Hospital Universitario San Ignacio.
“En su momento, y gracias a la vacunación, las Américas se declararon libres del sarampión. Se le pudo poner fin porque el biológico frenó el contagio”, añade la experta. Algo similar ha pasado a nivel local con infecciones como la polio, la tosferina y la viruela.
Inicialmente, para llegar a la inmunidad de rebaño de la infección por SARS-CoV-2, se hablaba de la necesidad de llegar al 70 % de la población vacunada. Meses más tarde el comportamiento del virus llevó a los expertos a hablar del 84 %, pero desde hace unas semanas, el tema ha cambiado radicalmente.

¿No se podrá eliminar la covid-19?
A pesar de que las vacunas contra el coronavirus se desarrollaron en tiempo récord, uno de los riesgos de mantener tanto tiempo una infección como esta sin un tratamiento efectivo es que el virus puede mutar en su composición o características y generar variantes que causan una enfermedad que el sistema inmune ya no reconozca.
Es el caso de la variante delta que ha producido por lo menos tres cambios claves en su estructura, lo que en conjunto hace que el virus tenga la posibilidad de adherirse mejor al receptor, explica Valderrama. Por esto se replica de manera más eficiente y se transmite más fácil.
Este tipo de variantes son las que mantienen en alerta al mundo científico, pues es posible que en el futuro surjan versiones del virus que no respondan al efecto de las vacunas actuales.
En el marco del XVI Congreso la Investigación de la Javeriana, Óscar Franco, director del Instituto de Medicina Social y Preventiva de la Universidad de Berna, Suiza, manifestó: “Estamos viendo que quizás esta infección está para quedarse un tiempo. Los virus son muy difíciles de predecir. Teniendo en cuenta cómo hemos avanzado con la vacunación y la distribución de las vacunas es posible que no vayamos a poder erradicar al coronavirus como pensamos en un principio, y desafortunadamente creo que va a estar entre nosotros más años”.
Andrew Pollard, director del grupo de vacunas de la Universidad de Oxford, creadores del biológico de AstraZeneca, advirtió en rueda de prensa que no es posible alcanzar la inmunidad de rebaño en las condiciones actuales. “Sabemos claramente que la actual variante del coronavirus, la delta, continuará infectando aún a las personas que se han vacunado”, dijo.
La infectóloga Valderrama también es escéptica sobre llegar a dicha inmunidad. “Probablemente lo que suceda es que se vuelva una infección respiratoria endémica y que no tengamos la capacidad de erradicarla completamente”, explica. Así, la infección por SARS-CoV-2 se quedaría por más tiempo, como otras enfermedades que actualmente existen.
“La mejor comparación sería con la influenza (gripa). A esta enfermedad todo el tiempo se le están vigilando sus mutaciones y se actualiza la vacuna temporal y geográficamente. En el caso del SARS-CoV-2 el seguimiento más importante es a la proteína spike, que es la que permite el contacto entre el virus y las células humanas”, dice. Asegura, además, que en muchas partes del mundo se está haciendo este seguimiento, incluso en Colombia.
Las vacunas han demostrado ser efectivas. En efecto, y como lo demuestran las cifras del Instituto Nacional de Salud, el contagio, los casos graves y muertes por causa de la enfermedad, han venido disminuyendo desde que inició la vacunación masiva.
Para Valderrama, quien también es profesora de la Pontificia Universidad Javeriana, la mejor herramienta sigue siendo la vacunación y hace un llamado para seguir confiando en los biológicos que actualmente se aplican. “Están clasificados como muy seguros y tienen muy bajos efectos adversos. No previenen 100 % las infecciones, pero sí el 90% de hospitalizaciones y muertes por el virus. Adicionalmente, las vacunas no aumentan la posibilidad de que aparezcan nuevas variantes, por el contrario disminuyen esta probabilidad al existir menos huéspedes susceptibles”, afirma.
La vacunación: un problema de equidad
Sin embargo, uno de los factores que impiden llegar a la inmunidad de rebaño es la distribución de las vacunas. La OMS ha manifestado que la inequidad en el acceso a los biológicos son el principal obstáculo para poner fin a la pandemia.
Y es que para que esta fuera posible, las cifras de vacunación de todos los países deberían ir parejas, pero la realidad es otra. Tras la aprobación de varias de las vacunas inició una lucha económica y los países de más altos ingresos acapararon la oferta del mercado.
A diciembre de 2020 Estados Unidos, la Unión Europea, Israel, Australia y Japón compraron el 93 % de las vacunas disponibles, según Launch & Scale Speedometer. Por su parte, la ONU denunció a finales de febrero de 2021 que diez países habían acaparado el 75 % de las vacunas del mercado.
Aunque los números han cambiado, la desigualdad sigue siendo evidente. Cifras de Our World In Data revelan que mientras Francia, Reino Unido, Bélgica o Israel se acercan al 80 % de su población vacunada, países como Malí, Sudán o Camerún apenas superan el 1 %. Las cifras son aún más dramáticas para países como Haití o Sudán del sur que tienen a menos del 1 % de sus habitantes con alguna dosis de la vacuna.
Expertos como Valderrama señalan que en las poblaciones no vacunadas es donde surgen nuevas variantes y a medida que pase el tiempo más comprometida se verá la efectividad de las vacunas actuales. “No podemos pensar en salud pública con límites geográficos. No vamos a poder superar la pandemia si no logramos unos niveles mínimos de vacunación en todos los países”.
Se deben fortalecer alianzas entre los países con mejores índices de vacunación para lograr costos menores y subsidiados en países con bajos ingresos. “Ha habido respuesta, pero se ha quedado corta. Hay que potenciar estrategias como Covax y fortalecer los procesos de producción de vacunas locales para que exista una distribución mucho más solidaria en el mediano plazo”, dice Valderrama.
Las terceras dosis: ¿una solución u otro problema de inequidad?
Otra discusión es el de las terceras dosis. Algunos países las han autorizado para toda la población y otros como Colombia lo han hecho para poblaciones con inmunosupresión o defensas bajas. “Creo que es necesaria en la población inmunosuprimida, pero la prioridad sigue siendo completar al menos el esquema completo para la mayoría de la población mundial”, asegura.
A inicios de septiembre la OMS en cabeza de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, pidió a todos los países suspender la aplicación de la tercera dosis por lo menos hasta fin de año, con el fin de llevar la vacuna a países de bajos recursos y priorizar a personas en mayor riesgo que no han recibido la primera dosis.
Los directivos ejecutivos de Pfizer y Moderna esperan que para finales de 2022 se pueda volver a la normalidad en el mundo, aun cuando sigan existiendo las variantes. Ambos han sido enfáticos en que dependerá del ritmo de la vacunación y que mientras más personas se vacunen, más rápido se podrán eliminar progresivamente las restricciones, como ha ocurrido en países con altas tasas como Israel o Reino unido.
Valderrama finaliza invitando a la vacunación, pues ha demostrado reducir ampliamente los casos graves de la enfermedad. “Las cifras muestran que incluso en países que tienen una circulación muy amplia de la variante Delta, las personas que suelen terminar hospitalizadas o desafortunadamente fallecen, son personas que no se vacunaron”.