Luego de casi un año de espera, el mundo avanza en el proceso de vacunación contra la COVID-19. Sin embargo, muchas personas siguen escépticas, incluso, se han generado movimientos antivacunas en varios países.
En Colombia los resultados de una encuesta del Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE–, reflejan que a finales de enero el 40.1 % de los encuestados no se aplicaría la vacuna. Aunque puede parecer una cifra alta, Juan Daniel Oviedo, el director de esa entidad, señaló que ha venido bajando durante varios meses.
Manuel Franco, profesor y líder del Semillero de Investigación en Inmunología del Instituto de Genética Humana de la Pontificia Universidad Javeriana, se muestra optimista sobre la producción de las diferentes vacunas. “Estoy maravillado y sorprendido de la capacidad de respuesta de la comunidad científica internacional para desarrolla esta solución”, afirma.
¿Cómo funcionan las vacunas?
Aunque las hay de varios tipos, básicamente son preparaciones que toman un microorganismo que causa una enfermedad (patógeno) como bacterias o virus, lo debilitan y se lo administran a una persona; esto hace que el cuerpo reconozca al virus y genere una respuesta en contra para eliminarlo, pero sin contraer la enfermedad.
De esta forma el sistema inmune guarda la información que le permite crear defensas ante un eventual contagio. “Es una manera de enseñarle al sistema inmune cómo es que el patógeno va a venir a atacarlo, entonces está preparado para poder responder”, describe el doctor Franco.
¿Cómo se aprueban las vacunas?
Este tipo de tratamiento tiene siglos de ser usado para prevenir enfermedades infecciosas. A través de los años se han creado protocolos y procedimientos para su elaboración.
Una vez superados todos estos pasos, la vacuna se presenta a un organismo nacional regulador que revisa todo el proceso y hace pruebas adicionales. Cuando la evidencia demuestra que no hay efectos colaterales severos y tiene buena eficacia contra la enfermedad, la aprueba para su distribución y comercialización.
“En cada país hay entidades que se encargan de aprobarlas o no. En Estados Unidos, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés), tiene a su cargo este tipo de procesos; en Inglaterra, el Public Health England, y en Colombia, el Ministerio de Salud y el Invima”, explica Franco.
Hay organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) que también evalúan y aprueban las vacunas. Posteriormente, estos organismos continúan con el seguimiento a las personas vacunadas.
¿Cuestión de tiempo?
Cuando se revisa el histórico de producción de vacunas en el mundo se evidencia que estos son procesos de largo plazo. La producción de la vacuna para la fiebre tifoidea duró 45 años; la del dengue, 112 años; la de la hepatitis B, 16 años; y la del sarampión, 10. Por poner solo algunos ejemplos.
¿Qué llevó entonces a que, en menos de un año de ser descubierta y declarada como pandemia, la COVID-19 ya haya surtido todo el proceso y esté en marcha la vacunación masiva?
Para el investigador Manuel Franco, experto en vacunas, es necesario leerlo en contexto. Si bien esta variante de la enfermedad específica es nueva, ya había un acumulado importante de investigación previa. “Aprendimos mucho con el SARS-CoV-1. Desde hacía un buen tiempo se estaba desarrollando una vacuna contra este y lo que se hizo fue adaptarla”, afirma. Es decir, no se arrancó de ceros.
“Nadie que se vacune se va para la UCI porque (las vacunas) protegen muy bien contra la enfermedad severa”, Manuel Franco, líder del Semillero de Investigación en Inmunología del Instituto de Genética Humana de la Pontificia Universidad Javeriana
Las tecnologías que se usaron para elaborar esta vacuna son bien conocidas. “Las vacunas de RNA mensajero y de adenovirus, que son las que están llegando a Colombia, no son desconocidas. Hay vacunas de adenovirus de 20 y 30 años porque con esas se han vacunado contra el resfriado común a grupos de población muy susceptibles”, describe el profesor.
Laboratorios como Pfizer o Moderna ya venían trabajando en otras vacunas similares y ante la urgencia de la pandemia, hicieron la adaptación. “Esas tecnologías se estaban desarrollando para otros patógenos y lo único que había que hacer era cambiar la proteína que se obtuvo para la proteína del SARS-Cov-2”, agrega Franco.
Una millonaria inversión
Ante lo complejo que resultó esta pandemia y sus respectivas cuarentenas que paralizaron gran parte de la economía mundial, los esfuerzos investigativos recibieron una enorme cantidad de fondos.
Airfinity, la empresa de análisis de datos científicos, calcula que se han invertido más de 8600 millones de dólares en las diferentes propuestas de laboratorios. Pocas vacunas han recibido esta cantidad de dinero en tan poco tiempo. Esto se traduce en más equipos, más especialistas y más pruebas. Así, por la urgencia, se reducen los tiempos de producción. Además, el proceso se priorizó en todas sus etapas.
A pesar del corto tiempo en que se desarrolló la vacuna, el doctor Franco llama a la calma y a confiar en las opciones que se han autorizado internacionalmente. Estas han surtido todas las partes del proceso y siguen bajo revisión y seguimiento para controlar sus efectos.
“No se han saltado ningún paso, las vacunas son seguras y no hay ninguna preocupación por la premura”, Manuel Franco.
¿Cuáles son los efectos de la nueva vacuna?
Otra preocupación tiene que ver con lo que pueda suceder luego de su aplicación. Los expertos los llaman efectos adversos, que se clasifican en leves y severos. Dentro de los leves se encuentran el enrojecimiento, dolor, fiebre, malestar general y náuseas. Se ha comprobado que estos síntomas son producidos y están asociados a la vacuna, pero se consideran normales.
“Eso lo que demuestra es que la vacuna está funcionando porque está produciendo una inflamación como respuesta contra el patógeno”, dice Franco. Aclara también que los efectos no son muy distintos a los que causa cualquier otra vacuna y que pueden variar en intensidad dependiendo de cada organismo.
Por otro lado, los efectos adversos severos implican daños más graves en el cuerpo, pero lo importante es determinar si estuvieron relacionados con la vacuna, por eso, dentro de las diferentes fases de la producción hay un grupo de expertos que evalúa las consecuencias en cada participante de las pruebas, y determina, de acuerdo con sus condiciones específicas, si estos fueron causados o no por la vacuna.
El profesor respalda las declaraciones de la FDA según las cuales, hasta la fecha, no hay un efecto adverso severo atribuible a la vacunación, y por lo tanto, las vacunas son seguras.
¿Qué pasa si la vacuna causa alergia?
Las alergias también se conocen como anafilaxia, pero son casos poco probables en medio de un proceso de vacunación. Se estima que puede ser uno en un millón y corresponde a la propia naturaleza de la persona.
“Las vacunas de Moderna y de Pfizer tienen un componente particular que se llama Polietilenglicol. Si las personas son alérgicas a este componente, no se deben vacunar. Esa es una contraindicación”, afirma Franco.
Para saber si se tiene esta condición no es necesaria ninguna prueba adicional. “Si alguien presenta esta alergia, ya debe saberlo por haber tenido respuesta anafiláctica en vacunas anteriores”, agrega.
Si bien no se puede garantizar total efectividad a futuro, el investigador recomienda aplicarse la vacuna. “En este momento tenemos más de 58.000 muertes por COVID-19 en Colombia. El riesgo de que usted se muera por este nuevo coronavirus es mucho más elevado que el de tener algún efecto adverso o alguna reacción anafiláctica”, finaliza.
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