Sin agua no hay bosque y sin bosque no hay alimento. Eso lo han sabido las comunidades ancestrales por cientos de años, al tiempo que reconocen la importancia de la biodiversidad y la utilizan en su cotidianidad. Pero el mundo cambia, sus territorios entran a formar parte de estructuras políticas, sociales y económicas y la relación dinámica del ser humano con la naturaleza se transforma. Entonces surge la necesidad de llegar a acuerdos de manejo con las instituciones públicas y privadas presentes en los territorios.
Los consejos comunitarios de las comunidades negras del bajo río Calima y del alto y medio Dagua, habitantes del Pacíficosur colombiano, se unieron a un grupo de investigadores de la Universidad Javeriana para buscar modelos de administración de los recursos naturales, principalmente de toda la biodiversidad y los ríos que nutren sus territorios, amenazados como están por diversos conflictos socioecológicos, como la extracción ilegal de madera y de minerales, la caza,la sobreexplotación del bosque y la pesca y el desarrollo de infraestructura, así como por la presencia de cultivos ilícitos y de grupos armados al margen de la ley.
Durante tres años, los nativos –actuando como coinvestigadores– y académicos fueron conversando, exponiendo sus conocimientos, planteando problemas y sus posibles soluciones, para poder llegar a modelos comunitarios de gobernanza y gestión de los recursos del bosque, de cara a la creciente demanda que jalona su uso y a los efectos del cambio climático. Los consejos comunitarios tienen la responsa bilidad legal de administrar de manera autónoma sus territorios, que les fueron entregados por mandato de la Constitución de 1991 y la Ley 70 de 1993, y lo deben hacer adaptándose a las presiones externas, tarea que no ha sido fácil.
Inmersos en estas preocupaciones, la construcción de la doble calzada Buga-Buenaventura les puso una prueba, de la que las comunidades salieron victoriosas. En un trabajo conjunto entre las comunidades y la Pontificia Universidad Javeriana, estas se capacitaron en manejo técnico de sus recursos naturales y en fortalecer su organización y los javerianos tuvieron la oportunidad de conocer cómo estaban conformados los consejos comunitarios, con sus dinámicas y culturas de administración, de modo que cuando se citaron las consultas previas estos ya estaban empoderados para enfrentar las negociaciones.
“Qué más que uno mismo, siendo dueño de los territorios, pueda hacer las cosas a conciencia, como debe ser”, dice Lucila Martínez, líder del Consejo Comunitario del alto y medio Dagua y parte de su grupo ambiental. “Nosotros ya teníamos la capacidad técnica para hacer el establecimiento de las parcelas y no hubo que traer gente de otra parte a hacer el trabajo”, dice, reconociendo las capacitaciones recibidas, así como un curso del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y el apoyo de laFundación Fundapav. Así que la recuperación de todas las áreas forestales afectadas por la construcción de la vía fue una tarea hecha “conciencia” por las propias comunidades y lo mismo se hizo con las parcelas reforestadas.
Consejos comunitarios, estructuras socioecológicas complejas
En esos espacios de liderazgo, las comunidades crean “unas estructuras organizacionales que les permiten mejorar sus niveles de bienestar y los medios de vida que administran en esos entornos, para lo cual necesitan del bosque y de los recursos naturales”, explica César Ortiz, ingeniero, experto en desarrollo rural y planeación regional, profesor y director del Departamento de Desarrollo Rural y Regional, y añade que “las estructuras ecológicas que encontramos en el Pacífico y las estructuras sociales no se pueden separar, tienen una racionalidad que se ha venido construyendo hace cientos de años”.
No ha sido una tarea fácil para las comunidades, porque no tienen presupuesto para dedicarse a pensar en un modelo de manejo que las blinde de las adversidades y les solucione su diario vivir. Por ello, en acuerdos de colaboración, buscaron conjuntamente llegar a un modelo que les facilitara el manejo ecosostenible de los recursos naturales que encuentran en sus territorios. Por esta vía, llegaron a consensos sobre la forma de adelantar el proyecto y sobre la estructura ideal para el manejo, por ejemplo, involucrando a los jóvenes para que participaran y aprendieran a hacer investigación. “Recibimos como parte del equipo de investigación a 15 jóvenes entre mujeres y hombres, los capacitamos en elementos básicos de conocimiento para poder abordar la investigación a través de cursos en métodos de participación e investigación, sobre sistemas socioecológicos para que adquirieran las habilidades necesarias y entraran a trabajar a la par como coinvestigadores”, continúa Ortiz.
Entre todos hicieron encuestas, trabajo de campo, recolección, sistematización e interpretación de datos, para construir conocimiento conjuntamente, basados en la adaptación de dos técnicas recientes en el campo de la administración de recursos: el análisis constructivo y el manejo de escenarios. Se logró comprender que es necesario hacer el análisis desde una perspectiva sistémica, donde, a partir de las diferentes variables que inciden en una situación, se piensa en los posibles escenarios o proyecciones de futuro.
“Qué más que uno mismo, siendo dueños de los territorios, pueda hacer las cosas a conciencia, como debe ser”.
Lucila Martínez, líder de Consejo Comunitario del Alto y Medio Dagua y parte de su grupo ambiental.
El camino de la investigación
El primer reto fue involucrar a las comunidades en el ejercicio, si bien ya tenían un camino recorrido en trabajos previos adelantados por colegas. El segundo consistió en identificar las variables que inciden en el sistema socioecológico, para lo cual todos se internaron en el bosque para entender cómo lo usan y de qué manera lo transforman. El tercer reto exigió ver de qué manera esa “creación de escenarios afectaba el proceso de toma de decisiones” y qué impacto podría generar. Identificaron diferentes elementos de gobernanza, como el ‘conocimiento ecológico tradicional’, que se transmite de generación en generación, como por ejemplo cuándo cazar a cuál especie.
“Eso les ha permitido crear unas instituciones muy específicas que se reflejan en esa dimensión política, en términos de orientaciones, de normas, de condiciones para poder utilizar esos recursos naturales; por ejemplo, tener presente que cierta especie no se puede cazar durante cierta época del año, porque en ella sucede la reproducción; o sea que, si usted la caza, la está afectando”.
También identificaron la necesidad de reforzar escuelas de líderes jóvenes que permitan continuar con el legado de las propias comunidades. Finalmente, insiste Ortiz, es necesario reconocer todo ese conocimiento que la gente ha venido creando en el campo. “No solo aplaudirlo, sino reconocerlo”, dice. “Solamente de la conjunción de esas dos formas de conocimiento, la que viene por el lado tradicional y la que viene por el lado formal de la academia, nos permitirá reorganizar de nuevo el papel de la ciencia”. Lucila reconoce la importancia de ese diálogo de saberes: “Yo creo que fue de parte y parte: que nosotros aprendimos en las capacitaciones y nos fortalecimos, pero también les dimos a conocer a ellos cómo funcionaba un consejo comunitario”.
Proyecto trinacional
El proyecto fue financiado por el Séptimo Programa Marco de la Comisión Europea y contempló tres estudios de caso, donde la relación entre la sociedad y la naturaleza fuera muy evidente: el de Colombia, centrado en biodiversidad y agua; el de México, en bosque y tierra; y el de Argentina, en áreas costeras y marinas.
Compartir los resultados de las experiencias permitió reafirmar que “tenemos que cambiar esas formas lejanas teledirigidas centradas en el cientificismo occidental, para administrar la naturaleza”, dice Ortiz. “Fue interesante ver similitudes a partir de las diferencias. Eso nos ayuda a mejorar sustancialmente la forma como administramos los recursos naturales en el país”. Silvia London, coordinadora del análisis social del proyecto argentino, dijo a PESQUISA JAVERIANA que las técnicas usadas, como el análisis de escenarios, son instrumentos muy útiles para el manejo de recursos naturales. “Aun así”, continuó, “fue muy difícil llevarlo a cabo en un contexto con tanta incertidumbre macroeconómica general, sumado a que, por idiosincrasia, al argentino le cuesta pensar en el futuro”.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Community-based Management of Environmental Challenges in Latin America – COMET-LA
INVESTIGADORA PRINCIPAL: María Adelaida Farah Quijano
COINVESTIGADORES: César Ortiz, Diana Lucía Maya, Pablo Ramos, Bryann Avendaño U., Natalia Ocampo
D., Lina Pinzón, Evelyn Garrido
Facultad de Estudios Ambientales y Rurales, Departamento de Desarrollo Rural y Regional, Pontificia Universidad Javeriana
Consejos Comunitarios de Comunidades Negras del Bajo Calima y de Alto y Medio Dagua (Buenaventura)
Universidad de Córdoba, España
Comité Español de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), España
Norsk Institutt for Luftforskning, Noruega
The James Hutton Institute LBG, Reino Unido
Sagremarisco-Viveiros de Marisco Lda, Portugal
Universidad Nacional Autónoma de México
Estudios Rurales y Asesoría Campesina, México
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina
Fundación Aquamarina-CECIM, Argentina
Séptimo Programa Marco de la Comisión Europea
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2012-2015