Cientos de especies de aves surcan los cielos del pacífico colombiano, trepando y anidando en árboles que observan un mar que espera cada año a la majestuosa ballena jorobada. Una riqueza biológica, que parece inagotable, aguarda, al igual que las comunidades de la costa nariñense, a que llegue la paz y cese el fuego.
Los grupos étnicos, afros e indígenas de Tumaco y el Triángulo de Telembí, gestionan, protegen y se relacionan con sus territorios desde hace décadas sorteando los efectos del conflicto armado, la sobre-explotación de los recursos naturales y la presencia asimétrica del estado en el territorio.
Por eso, ante la urgencia de consolidar los mecanismos necesarios para que todas las regiones y comunidades participen en la elaboración de las rutas para reparar los daños del conflicto, se creó el Ecosistema Intercultural de Ciencia y Paz del Pacífico Nariñense (ElPaNa), un proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Información, con la participación de la Pontificia Universidad Javeriana, el SENA (Tumaco), la Fundación Piernas Cruzadas y la Casa Memoria de Tumaco.
Bajo el liderazgo del Observatorio de Territorios Étnicos y Campesinos – OTEC– de la Javeriana, el proyecto se concentra en acompañar el desarrollo de estrategias que beneficien a la región en el mediano y largo plazo, por medio del fortalecimiento de procesos productivos y emprendimiento a través de Ciencia, Tecnología e Innovación que aporten a la solución de problemáticas locales.
Esto se pretende lograr, principalmente, desde una perspectiva de trabajo colectivo y participativo, en la cualel OTEC ofrece su experiencia para posibilitar el diálogo entre las comunidades, otros actores institucionales y la academia en la promoción de relaciones asertivas que permitan tanto usar como beneficiarse de la conservación de la biodiversidad.
Durante varios meses, las instituciones regionales y el OTEC definieron estrategias de manera colectiva, en múltiples niveles y a distintos plazos, para cumplir con los objetivos del proyecto que se vigilarán y evalúarán igualmente en comunidad.
Pablo Ramos Barón, Profesor investigador del Departamento de Desarrollo rural y Regional de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales e investigador líder de ElPaNa, comenta que “en el OTEC tenemos experiencia en integrar los conocimientos provenientes de diferentes sistemas de conocimiento sobre la biodiversidad y los territorios, pero la comprensión de las dinámicas históricas, locales y la educación regional en contexto pasa por la Casa de la Memoria y por el SENA (Regional Tumaco)”, de ahí la necesidad de considerar el proyecto como un ecosistema para el territorio.
Paz para las comunidades y la naturaleza: el llamado de la Corte Constitucional
El expansionismo de los actores armados, el incremento de cultivos ilícitos, la minería ilegal, las desapariciones forzadas, los desplazamientos y diversas formas de violencia, ligadas a los riesgos del abandono estatal, llevaron a la Corte Constitucional, por medio del auto 620 de 2017, a declarar que “la situación humanitaria que afrontan los grupos étnicos en todos los municipios de la costa nariñense es crítica como consecuencia de la persistencia de la violencia generalizada y sus factores asociados en sus territorios”.
En ese mismo auto, la entidad ordenó al Poder Ejecutivo la creación de estrategias para garantizar la protección especial que la Constitución colombiana otorga a las comunidades afrodescendientes e indígenas, así como para promover las recomendaciones e implementación de los Acuerdos de Paz.
ElPaNa es una iniciativa que articula diferentes organizaciones para cumplir con la orden constitucional de crear y coordinar una comisión interinstitucional de alto nivel que atienda oportunamente a las necesidades y las metas construidas colectivamente; profundiza sobre la necesidad de reconocer a la naturaleza como víctima de la violencia y el conflicto armado, y a los ecosistemas como sujetos y objetos a ser conquistados, depredados y transformados indiscriminadamente bajo los intereses de la guerra.
El trabajo del ElPaNa “pasa por entender que restaurar la naturaleza no es dejarla quieta hasta que los árboles crezcan y conformen nuevos bosques, sino comprender las formas en que nos relacionamos con y cómo habitamos el medioambiente”, afirma Ramos.
Cumplirle a la paz es también idear un espacio seguro para todas las formas de habitar los territorios. Eliminar la violencia pasa por propiciar los mecanismos necesarios para mitigar las causas que provocan la guerra; por eso, el documento que orienta el ElPaNa reconoce que “conectar la riqueza en biodiversidad y los conocimientos locales para el mantenimiento de la cultura y la solución de problemáticas económicas y sociales se constituye un reto tanto de investigación, como de promoción y divulgación del conocimiento”.
¿Cómo se construye un ecosistema para la paz?
Construir relaciones fuertes entre la industria, el turismo, el aprovechamiento sustentable y sostenible de los recursos a disposición, es la base para transformar el territorio. Pero, en palabras del investigador Pablo Ramos, “también implica un cambio profundo en cómo nombramos y significamos las cosas, pasar de pensar en la naturaleza como desconocida, peligrosa, lejana, a nombrarla la fuente de las cosas que nos dan vida, la casa común que sostiene las formas en las que queremos vivir y de la que somos parte esencial”.
Desde una perspectiva intercultural se han de conectar enfoques de la historia ambiental, la cartografía, la memoria, los análisis jurídicos y los contextos sociopolíticos para hacer legible las formas de habitar los territorios, los derechos colectivos y las disputas alrededor de la tierra y los recursos naturales.
El diálogo como herramienta es fundamental para garantizar una paz que tome las formas de todos los contextos y todas las necesidades presentes en los territorios. Igual de importante es propiciar conversaciones entre todas las áreas de conocimiento de las que se dispone.
La región de Tumaco y del Triángulo de Telembí, que comprende los municipios de Magüí Payán, Roberto Payán y Barbacoas, tiene potencial como uno de los lugares más atractivos en el mundo para el avistamiento de aves, así como el turismo marítimo. El Ecosistema propone líneas de acción para el desarrollo del territorio a partir de la producción de alimentos y el turismo.
Como punto de partida, se propone la construcción colectiva de un espacio de fortalecimiento de capacidades locales para la gestión de la biodiversidad desde la comprensión de las dinámicas y trayectorias locales del cambio territorial, seguido por la construcción de una planta de procesamiento de harina de plátano en Roberto Payán, con la cual se espera incrementar el valor de esta línea productiva y posibilitar una mejora significativa en los ingresos de cientos de familias.
El turismo es otro potencial de la costa nariñense, pero requiere formación científica que agregue valor informativo a este servicio. Por medio de drones (SIG) se planea mapear posibles rutas; a mediano y largo plazo se busca establecer también un sendero para el turismo de naturaleza y el fortalecimiento de capacidades en la oferta de servicios de acompañamiento y guías, aunando esfuerzos para consolidar un entorno formativo de las capacidades sobre biodiversidad y gestión ambiental.
El Ecosistema Intercultural de Ciencia y Paz del Pacífico Nariñense, contará con la inversión del Fondo Francisco José de Caldas de $ 3,500 millones de pesos, y se espera que se consolide como un referente para utilizar el diálogo y la construcción comunitaria de rutas de aprovechamiento y preservación de la biodiversidad, y que repercutan positivamente en las múltiples realidades y formas de vivir que integra un país agrícola y de una complejidad medioambiental como el nuestro.