Los páramos son reconocidos como ‘fábricas de agua’, no porque en realidad la produzcan, sino por su capacidad de condensar el vapor que está en el aire a bajas temperaturas. De ahí su importancia, pues este tipo de ecosistema es la fuente de abastecimiento del líquido para muchas poblaciones urbanas y rurales.
Una investigación de la Pontificia Universidad Javeriana revela que a pesar de estar en zonas protegidas y de difícil acceso, las condiciones ambientales y la intervención del hombre tienen en riesgo a estos cuerpos de agua.
¿Qué cuenta la investigación?
Carlos Rivera, director del Departamento de Biología de la Javeriana y uno de los investigadores del estudio, argumenta que estos resultados demuestran que dichos ecosistemas son muy sensibles a las condiciones ambientales locales y que por causas climáticas demoran mucho más tiempo en recuperarse.
El metabolismo de este tipo de ecosistemas es lento por las bajas temperaturas y el poco oxígeno, dadas las alturas a las que se encuentran. Cualquier alteración física o en la temperatura tomará periodos de tiempo prolongados para su recuperación.
Expone Rivera que la poca profundidad de los lagos de páramo estudiados puede resultar problemática, pues tienen menor capacidad para amortiguar los impactos ambientales y los causados por los humanos. “Los lagos se estratifican, se hacen más cálidos arriba y el agua cerca al fondo suele ser uno o dos grados más fresca. Los lagos profundos pueden mitigar más los cambios de temperatura que suceden en la superficie”, explica.
El investigador muestra preocupación, pues más del 70 % de los lagos estudiados tienen menos de 10 metros de profundidad, lo que no permite una estratificación muy pronunciada y así la temperatura es relativamente homogénea en toda la columna de agua.
Según el estudio, los lagos de páramo en Colombia son relativamente pequeños, pues la mayoría no supera las diez hectáreas y están entre los 3.700 y los 4.300 metros sobre el nivel del mar. Esta localización geográfica mantiene temperaturas entre los 10° y los 12°centígrados.
Pero un aumento de la temperatura implicaría que se acelere la descomposición de la materia orgánica vegetal. A mayor materia descompuesta, mayor liberación de nutrientes o compuestos químicos que consumen el oxígeno del agua. Así, el líquido ya no es potable.
Esto podría llevar a un proceso de eutrofización en el que las cianobacterias, un tipo de microalgas, se pueden multiplicar al punto de generar una capa en la superficie que impide el paso de la luz y la oxigenación del agua.
La afectación a los lagos repercute directamente en el estado de todo el ecosistema. “Alrededor de un 60 % del agua que se consume en la región andina proviene directamente de los páramos”, dice Rivera. “A nivel ecosistémico permite una enorme diversidad de flora y fauna por los humedales y lagos que están esparcidos a lo largo de las cordilleras”, agrega.
Dice el estudio titulado Lagos de páramo de Colombia: una descripción general de su distribución geográfica y características fisicoquímicas, que en Colombia hay 3.250 lagos de páramo y que el 71 % se ubican en zonas protegidas. Además, el 44 % del total están en la cordillera Oriental, que fue justamente donde los investigadores eligieron 51 para hacer análisis químicos y conocer su estado.
Cifras del DANE -Departamento Administrativo Nacional de Estadística- calculan que en la región andina colombiana habitan cerca de 34 millones de personas, alrededor de un 70 % de la población nacional. Según Parques Nacionales Naturales de Colombia los páramos proveen el 70 % del agua potable que tiene todo el país. No se trata de un riesgo menor.
Para Rivera “debido a su posición geográfica son muy buenos almacenando el registro de cambios climáticos en el pasado. Los lagos a estas alturas funcionan como una memoria de variaciones hasta de varios cientos de años. Parte de nuestro interés es tener una base de referencia para entender qué tanto han cambiado”.
Una problemática global
La ley 99 de 1993 fundamentó la política ambiental del país y reconoció a los páramos como objeto de protección ambiental, ofreciendo así herramientas legales para su cuidado y resguardo de actividades humanas que implican riesgos para su funcionamiento.
Sin embargo, antes de esta normativa se realizaba ganadería, agricultura, construcción de represas, introducción de especies exóticas como las truchas, que aún se pueden ver en algunos de los lagos de la cordillera Oriental, y minería, que ha disminuido gracias a la reglamentación.
Pero para el profesor Rivera hay indicadores de afectación que van más allá. El docente pone sobre la mesa los efectos de la industrialización y la contaminación en el planeta. “En los últimos 50 años se liberaron muchos contaminantes a la atmósfera, algunos de estos ricos en nitrógeno y azufre. Eso causó que a escala global cayera mucha lluvia ácida en los ecosistemas”, afirma.
A pesar de que Colombia no ha tenido un desarrollo industrial muy amplio, para el investigador es indudable el efecto de este tipo de contaminación en ecosistemas apartados. “Hay datos de Groenlandia o la misma Antártida que están muy lejos de las zonas de desarrollo industrial que demuestran que allá también llovió nitrógeno y azufre”, manifiesta.
Aun estando en zonas protegidas por la legislación colombiana, la contaminación global termina impactando en los ecosistemas de páramo al agregar compuestos químicos que afectan el pH y su normal funcionamiento. En Colombia todavía faltan estudios que midan estos impactos.
El cambio climático: el gran enemigo
Dentro de las muchas amenazas que tienen los lagos de páramo, Rivera alerta sobre el cambio climático. Las proyecciones del aumento de la temperatura media del planeta se calculan entre un grado y un grado y medio, pero manifiesta que estas son más cercanas para ecosistemas de tierras bajas. Para los ecosistemas de montaña, como los páramos, el calentamiento es más alto y puede llegar a ser del doble.
“Los ecosistemas acuáticos son particularmente eficientes reciclando. Son muy buenos evitando que se pierdan los nutrientes. Ellos siguen trabajando y hacen que el sistema sea muy productivo. Con el aumento de la temperatura muchos de estos humedales probablemente se van a llenar de cianobacterias que afectan la calidad del agua”, explica.
¿Y ahora?
Frente a este panorama, poco alentador, las acciones deben enfocarse en reducir los riesgos de colapso de los lagos de páramo, y para el profesor Rivera lo primero es asegurar la protección de este tipo de ecosistemas.
“Definitivamente el tema de ciertos usos en la zona de páramo hay que seguirlos revisando. Por razones históricas había algo de ganadería y este tipo de actividades hay que seguirlas restringiendo a largo plazo. No son convenientes”, manifiesta.
Rivera también es crítico frente a la propuesta de minería dentro de la zona de páramo por la cantidad de contaminantes que genera.
“Hay que asegurar que la protección se esté dando, pero eso tiene que estar conectado con los usos y las necesidades de las poblaciones locales. Son ellas las que están más cercanas y dependen directamente de estos ecosistemas. Lo que se haga ahí, se debe negociar con las comunidades para que funcione a futuro”.