Corría el año 1834 y faltaban pocas horas para inaugurar un innovador proyecto que debería haber civilizado a los indómitos y poco educados habitantes de Bogotá e impulsado la industria y la economía del naciente Estado nacional, cuando un fuego arrasador consumió el edificio destinado a darle vida.
La esperanza que albergaba la Sociedad de Industria Bogotana, liderada entre otros por Rufino Cuervo, entonces gobernador de Bogotá, y el coronel Joaquín Acosta en la fábrica de loza fina que abriría sus puertas aquella mañana debió postergarse quizá indefinidamente, pues a pesar de que la fábrica inició labores meses después, su ideal de transformar las clases bajas y desarrollar la economía no llegaría a cumplirse.
170 años después, la búsqueda de respuestas complejas a las preguntas sencillas que se hace un arqueólogo por los objetos que rodean la vida cotidiana de una comunidad revela historias fascinantes como la que tejen alrededor de la Fábrica de Loza Bogotana, Mónika Therrien, directora de la Maestría en Patrimonio Cultural y Territorio de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Javeriana, y su equipo de trabajo.
Todo parte, como lo explica Therrien, “de un elemento con el cual desayunamos, almorzamos, o decoramos parte de nuestra casa, porque en él se reflejan los cambios que se dan en la sociedad, sus desigualdades o los gustos de quienes la conforman”. Fue en el año 1997, en medio de esa búsqueda, cuando se produjeron dos hechos significativos: la aparición en las excavaciones de muchas casas del centro de Bogotá de un tipo de material industrial muy persistente y la publicación en la prensa de una noticia titulada “Una familia vive en un antiguo horno de una fábrica de loza”.
Frente a la noticia, Therrien no pudo más que exclamar “¡esto no puede ser!”. Y, por supuesto, allá fue a parar. Lo que vio no fue ya el fragmento de la loza sino la gigantesca estructura del edificio de la Fábrica de Loza Bogotana que estaba en pie, del cual se conservaba el 80% de su estructura y en el que aún habitaban algunos de los descendientes de los antiguos operarios.
Activadores de memoria
Así nace la investigación “De fábrica a barrio. Urbanización y urbanidad en la Fábrica de Loza Bogotana” que se enfocó en “entender cómo las ideologías concretas formuladas por ciertas élites en los siglos XIX y XX, se propusieron introducir y orientar prácticas sociales, habitacionales y laborales consideradas apropiadas para la evolución de la ciudad”.
La investigación en su conjunto es múltiple y diversa. Su carácter multidisciplinario y la riqueza y variedad de sus fuentes de información permiten dar un sentido y un significado no sólo a ese elemento urbano de la ciudad de hoy, sino a buena parte de su historia, porque en ella confluyen, como lo explica Therrien, las transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas a las que dieron pie aquellas nuevas prácticas laborales.
El equipo de trabajo logró articular las miradas histórica, arquitectónica, arqueológica, artística, urbanística, antropológica y sociológica. Tuvo también la capacidad de manejar de manera ejemplar la información proveniente de cuidadosas pesquisas en fuentes muy disímiles. Sus integrantes indagaron en documentos públicos, recorrieron notarías y oficinas de catastro para abordar la historia de la propiedad del predio que de fábrica en el siglo XIX pasó a convertirse en barrio en el siglo XX e hicieron seguimiento de sus sucesivos propietarios.
Rastrearon noticias, crónicas, fotografías y material publicitario publicados en periódicos como La Caridad, que en 1864 se refería a las vicisitudes del propietario de la fábrica por sacar adelante su empeño, el Papel Periódico Ilustrado que en 1883 daba cuenta de “una vida de angustias, de labor incansable y de todo género de contrariedades para sostener y adelantar la fabricación de loza”, o más contemporáneas en El Vespertino, Cromos, El Espacio o El Tiempo que contribuyeron sin duda a la estigmatización de los habitantes de este sector de la ciudad, utilizando frases como “el tenebroso subfondo criminal de Bogotá”, “matar es muy común” o “el escondite del hampa”. Indagaron en estudios históricos con el fin de hacer un levantamiento arquitectónico de la antigua fábrica y entender cuánto de vigilancia y castigo tenían los trazados industriales de la época, inspirados en el modelo inglés, que incluían en un mismo espacio las áreas de habitación y las de producción, y realizaron también un análisis morfológico. Contrastaron mapas y planos antiguos.
Estudiaron los planes urbanísticos de Bogotá y examinaron su incidencia en el desarrollo del centro de la ciudad y en el de un sector que, por tener el carácter de límite, ha sido abiertamente condenado durante casi 200 años a ser asociado con la criminalidad. Caracterizaron de forma detallada la loza que se fabricó allí, repartida por los museos de la ciudad, anticuarios y colecciones personales, sus técnicas de fabricación, sus materias primas, su proceso de producción, sus diseños, su decoración, los gustos de la época y las tendencias del consumo y la comercialización de los productos.
Recogieron en un rico y complejo proceso etnográfico las valiosas historias de vida de los habitantes del barrio Antigua Fábrica de Loza, quienes fueron muy generosos con su aporte de información y de memoria, y abiertos a recibir una investigación que también se construyó con ellos.
El trabajo, que hace parte de la línea de investigación “Patrimonio, cultura y sociedad”, se adentra en el patrimonio industrial colombiano y examina la forma en que industrias como la de la loza configuraron paisajes y oficios. “Se está perdiendo la memoria de una época, de unos oficios como el de los textiles, la producción de sal, la cura de la madera en la arquitectura vernácula, la ferrería… Nadie lamenta la pérdida de memoria de los oficios industriales”, dice Therrien.
Legado vigente de exclusión
La Fábrica de Loza Bogotana, que dejó de funcionar en 1887, se instaló en la parte más alta del recorrido de la quebrada San Juanito, en el piedemonte de Guadalupe, contra los cerros orientales. Se calcula que los terrenos comprendían dos hectáreas. El complejo industrial de la locería, explica Mónika Therrien, “se convirtió en punto central y estratégico dentro de un singular ignominioso terreno delimitado en su arista nororiental por el cementerio de los suicidas, al sur por los chircaleros y al occidente por los capuchinos, un grupo de hedonistas descritos por Cordovez Moure como ´enemigos acérrimos de las virtudes cardinales y decididos partidarios del mundo, del demonio y de la carne´”. Hoy, el sector de la fábrica se sitúa entre las carreras segunda y cuarta, y las calles tercera y quinta en el centro de la ciudad.
Therrien cuenta que paradójicamente, “la fábrica surgió en su momento como un paisaje destinado a civilizar los contornos de la ciudad ideal, sin embargo, hoy su edificio está destinado a sucumbir ante los nuevos discursos del progreso, formulados en las últimas décadas del siglo XX y materializados en otro tipo de paisaje, aquel surcado por autopistas y parques”.
Precisamente, este equipo de investigación, permeado por la tremenda carga de información y de conocimiento del lugar y de sus habitantes, vive las profundas transformaciones que ha traído al barrio la implacable construcción de la Avenida Los Comuneros, con sus desplazamientos y las renovadas estigmatizaciones. “Eran 60 familias cuando nosotros estábamos trabajando, pero efectivamente ya hoy no quedan más de 30 y de ellas solamente dos o tres son raizales. La vía, definitivamente, ha hecho un rompimiento de la memoria y de los lazos profundos que allá existían”.
Las preguntas ahora no están en la información que pueden aportar unos trozos de loza. Una mirada desde el patrimonio cultural hace que Mónika Therrien y su equipo busquen respuestas alternativas al uso de bienes patrimoniales y de interés cultural, como ha sido declarado parcialmente el edificio de la Fábrica de Loza Bogotana, para que estos sean más incluyentes de los habitantes de las zonas donde se encuentran ubicados. “Uno podría decir que el patrimonio en general lo que ha fomentado es más desplazamiento, más exclusión, más alejamiento de la comunidad”, concluye Therrien.
Para leer más…
+Therrien, Mónika (2007). De fábrica a barrio. Urbanización y urbanidad en la Fábrica de Loza Bogotana. Editorial Pontificia Universidad Javeriana. Colección Libros de Investigación. Bogotá.+Therrien, Mónika (2008). “Patrimonio y arqueología industrial: ¿investigación vs. protección? Políticas del patrimonio industrial en Colombia”. En revista Apuntes, vol. 21, núm 1, (2008). Disponible en: https://revistas.javeriana.edu.co/sitio/apuntes. Recuperado en 08/03/2010
+Monroy Álvarez, Silvia (2004). “Los gozos del arrabal: la permanencia de objetos rituales y las identidades marginales en el suroriente de Bogotá”. En Boletín de Antropología, Universidad de Antioquia, año 2004, vol. 18, núm 35. Medellín. Disponible en: https://200.24.17.69/descargas/boletinAntropologia/Bol3503_Los_gozos_del_arrabal.pdf. Recuperado en 08/03/2010
3 comentarios
y ahora será derribado para construir el parque mirador de lourdes, rodeado de edificios que fortalecerán el capital extranjero, ya parte de esta histórica, fábricá quedó sepultada bajo la avenida de los comuneros.
que tristeza, roto el tejido social de siglos! lindos dirigentes tenemos, ni la alcaldia local los protegió.
Muchas gracias a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Javeriana por este maravilloso trabajo.
Qué pesar que en nuestra ciudad no se tenga conciencia de lo que es patrimonio histórico. Nuestras riquezas culturales las estamos perdiendo.