Desde que se declaró el 1 de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores, a finales del siglo XIX, el mundo del trabajo, como la sociedad misma, ha enfrentado cambios drásticos. La lucha por la igualdad de género o la irrupción de la tecnología, que ha hecho posible un mundo más conectado que nunca, han creado nuevas realidades para el trabajo en el mundo. Hablamos con expertas javerianas para conocer cómo se están enfrentando esos desafíos en Colombia.
Salarios todavía muy bajos
Desde el Observatorio Laboral de la Pontificia Universidad Javeriana, la profesora Juliana Morad y su equipo de trabajo han liderado investigaciones que muestran la existencia de una brecha muy marcada en los ingresos que reciben los trabajadores. En Colombia, el 45,2% de los trabajadores gana menos del salario mínimo legal y solo un 16% recibe el equivalente a un salario mensual. Es decir, más de la mitad de los colombianos en edad productiva, obtiene $1.423.500 o menos por trabajar todo un mes.
Esto es grave, dado que no ha habido avances en superar esa brecha. “El promedio de ingresos colombiano hace 10 años era 1.39 veces el mínimo, ahora es 1.37. Esto refleja una grave desigualdad en el mercado laboral y una alta incidencia de informalidad”, afirma la investigadora.

Estas cifras contrastan con el aumento del nivel educativo. En 2021 el país alcanzó su mayor tasa de matrícula en educación superior de la historia: Se registraron casi dos millones y medio de estudiantes nuevos a pesar de la pandemia. “Es claro que lo que estudiamos ya no nos garantiza altos salarios. Somos la generación más educada que ha tenido el país, pero seguimos con salarios bajos”, agrega Morad.
Un mercado laboral sin enfoque de género
El panorama se agrava si miramos cómo nos va en igualdad de género. En 2024, la tasa de ocupación para los hombres fue del 76,4%, para las mujeres fue solo del 52.1%. La brecha de participación laboral alcanza los 24.3 puntos porcentuales. Pero no es lo más grave. Los datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE, evidencian que, en zonas rurales, el promedio de participación masculina se mantiene, mientras que la de mujeres llega al 39,7%.
La explicación que ha encontrado el Observatorio Laboral a esta disparidad tiene que ver con la sobrecarga de labores de cuidado en las mujeres. “Estudios calculan que las mujeres dedican 21 horas al trabajo de cuidado no remunerado por semana. En los hombres, siguen siendo solo ocho (horas). Eso significa que dedicamos tres veces más a labores no remuneradas que impactan en la disponibilidad laboral. Esa mala distribución de las cargas en trabajos de cuidado no remunerados dificulta que participemos del mercado laboral”, sostiene la profesora Morad.
Por supuesto, esta menor participación se refleja en menores ingresos. Según ONU Mujeres, en 2023, por cada dólar que ganaron los hombres en ingresos laborales, las mujeres ganaron solo 51 centavos en entornos rurales. El promedio nacional, es que las mujeres devengan un 6.3% menos que los hombres, de acuerdo con las cifras del DANE. La brecha salarial es más amplia en contextos de bajos niveles educativos, rurales, por edad y pertenencia a grupos étnicos.

Normativas laborales inflexibles, un trabajo duro
Un punto fundamental para la profesora Morad es que la legislación nacional no deja mucho espacio para negociar algunas condiciones. “Nuestras normas laborales son muy inflexibles, y eso sigue siendo un problema. Horarios, presencialidad o teletrabajo podrían favorecer a los empleados sin que ello signifique reducir la productividad”, sostiene Morad.
La profesora javeriana, además especialista en derecho laboral, explica que, en otros países con normatividad más flexible, se permite que el empleado decida no solo sus horarios de entrada y salida, sino incluso, jornadas diarias más largas que permitan a su vez, tener más días de descanso. “Por ejemplo, se podría acordar, en cada caso particular, jornadas de 10 o 12 horas, para que el empleado cumpla sus horas contractuales y pueda tener uno o dos días de descanso adicionales al fin de semana”, dice.
Este tipo de medidas, no están contempladas en la legislación colombiana. Sin embargo, no es extraño que los empleados tengan que trabajar jornadas más largas que las 8 reglamentadas, sin que esto signifique que le serán compensadas después. Ahora bien, Morad advierte que las discusiones y negociaciones en este sentido tienen que ser consultadas y acordadas con el trabajador y que, en ningún caso, estas deben ser utilizadas para precarizar las condiciones laborales.
“Hoy existen muchas opciones, pero tanto empresarios como trabajadores las ven costosas en cuanto a la negociación y exposición a sanciones por parte del ministerio del trabajo. Todas las rigideces que le quitan mucho dinamismo al pacto que puede existir entre trabajadores y empleados”, asegura la investigadora.

Justamente frente a este tema, una investigación del departamento de Economía de la Universidad Javeriana encontró que, flexibilizar los horarios de trabajo aumenta la productividad. El proyecto estuvo a cargo de la profesora Ana María Díaz, quien contrató a 52 personas para digitar los resultados de un censo. La mitad de ellos tenía un horario fijo y la otra mitad tenía horarios flexibles de entrada y salida.
“Lo que encontramos es que el grupo que llegaba a trabajar en el modelo flexible, cuando se sentaba a trabajar era más productivo porque se dedicaban a trabajar, no tenían muchos tiempos muertos”, explica la profesora. “El grupo que tenía horario de oficina, de 8 a 5, tenía muchos tiempos que se dedicaban a otras labores, entre ellas generar capital social”, agrega.
En términos del trabajo, el grupo que tenía libertad horaria aumentó su productividad en un 40%. “Entendemos que la flexibilidad no se puede dar en todos los trabajos. Por ahora puede ser en unas labores muy específicas, pero debemos seguir investigando cómo ampliar estas condiciones a otro tipo de tareas”, dice Díaz.
Para ambas expertas, la pandemia cambió la concepción de este tipo de condiciones. Durante meses, muchas empresas funcionaron bien sin que la presencialidad fuera determinante. Por ello llaman la atención para que empleadores, trabajadores y autoridades laborales abran la discusión que permita beneficiar a los trabajadores sin afectar el beneficio de las empresas y negocios.
Contratos por prestación de servicios: demasiados y mal usados
El contrato de prestación de servicios se creó en Colombia para pagar la entrega de ciertos productos o servicios. Este no genera una vinculación laboral ni de prestaciones sociales. Sin se ha incrementado su uso de manera exponencial. Solo en el sector público, por ejemplo, los trabajadores contratados bajo la modalidad de prestación de servicios pasaron de ser 48.000 en 2022, a 64.000 en 2024.
Y no solo ha habido un aumento, sino que ha venido acompañado de precarización. Por ejemplo, porque los contratistas nunca son contratados por todo el año y la tendencia s que los contratos pasaron de abarcar 234 días del año, a solo 211 entre el 2018 y el 2024.
La profesora Juliana Morad explica que este aumento podría responder a las prácticas clientelistas del Estado, en el que se intercambian puestos (o contratos) por votos para las elecciones. Sin embargo, también reconoce que puede ser una respuesta a los altos costos que tiene la relación laboral formal. “Contratar a un empleado no solo es un contrato. Implica afiliación a fondo, a riesgos laborales, pensión, salud, liquidación, impuestos. Todo eso genera unas cargas que hacen menos atractivo el contrato laboral frente al de prestación de servicios”, manifiesta.
Argumenta que estos tienen sentido en las empresas pequeñas o medianas, que son la inmensa mayoría del país. Colombia registró 1.8 millones de empresas activas a finales de 2023. De ellas, el 95,3% son microempresas, las pequeñas representan el 3.5 %, las medianas el 0.9% y las grandes solo el 0.3% según el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
Además, de los fenómenos que hemos hablado, en Colombia el mercado laboral ha sido impactado recientemente por la migración. Casi el 88% de los migrantes que llegan al país provienen de Venezuela y llegan en edad productiva. Para Morad, este fenómeno, más que ser una amenaza, es una oportunidad. Tenemos que ser mucho más ambiciosos para integrar laboralmente a la migración.
Para las expertas consultadas por Pesquisa Javeriana, es muy favorable el clima de discusión que se ha abierto en las últimas semanas frente a las condiciones laborales, a raíz de la Reforma Laboral presentada por Gobierno. Aunque ese texto terminó hundiéndose en el Congreso, el país se enfrenta ahora a una consulta popular con 12 preguntas en las que el Ejecutivo intentó abarcar temas que van desde el pago de horas extra a la regulación del trabajo en plataformas tecnológicas.
Las investigadoras esperan que en este nuevo contexto se mantengan las discusiones y se incluyan todas las voces involucradas para lograr concertaciones. El uso de tecnologías, inteligencias artificiales, plataformas de transporte y domicilios siguen siendo retos para investigar y reglamentar a futuro. “Es importante insistir en que, en la medida de lo posible, se flexibilicen las condiciones laborales, pues la pandemia fue la mejor prueba de que podemos pensar el mundo laboral de otra forma”, finaliza la profesora Ana María Díaz.