Una vez más se abrió el debate por el manejo de las relaciones internacionales del país. Esta vez, por cuenta de la entrada oficial de Colombia en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, lo que muchos han llamado la “nueva ruta de la seda”. El pasado 14 de mayo, en medio de la visita del presidente Gustavo Petro a China, ambos países firmaron el memorando de entendimiento.
Camilo Defelipe, profesor del departamento de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, explica que la Iniciativa se trata de un plan de relaciones públicas internacionales con el cual China espera mejorar su imagen en occidente y buscar nuevos socios en otras regiones. Sin embargo, esta firma es apenas el inicio de unos diálogos con cada país para buscar negociaciones comerciales y de intercambio.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta tampoco es nueva. Fue lanzada en 2013, incorporada en la constitución China en 2017 y está proyectada para durar hasta 2049. Su mayor apuesta es apoyar a países en vía de desarrollo en el desarrollo de infraestructura, principalmente de transporte, transición energética y de tecnología. Hasta la fecha, ya suma cerca de 140 países y regiones de Asia, África Europa y América Latina.
¿Por qué causa tanta polémica la “nueva ruta de la seda”?
Para Defelipe, la polémica se ha generado por desconocimiento. Empezando por el nombre: antiguamente se llama la ruta de la seda. “Era una red de caminos e intermediarios comerciales que conectaban a China con Roma”, relata el académico. “La estrategia de política exterior de Xi Jinping oficialmente se llama la iniciativa Franja y Ruta (IFR), y aunque está inspirada en la anterior, no está interesada solamente en Europa sino en todos los continentes”, añade.
Las críticas, asimismo, han apuntado que no quedan del todo claro los alcances que tiene ese primer memorando de entendimiento que firmó Petro hace unos días. “La IFR es una rareza conceptual. No es un acuerdo comercial, ni un esquema de integración formal (como Mercosur o la Alianza del Pacífico), un tratado de libre comercio, ni mucho menos un plan de recuperación económica como el plan Marshall”, sostiene el experto en política de Asia oriental. “Es apenas una declaración de intenciones para buscar unas metas de cooperación entre los países que lo firman”, agrega.
Así que, desde la adhesión de cada país, hay que construir la negociación desde ceros y para cada país en particular. No obstante, para el académico, es un acto con alta carga simbólica, pues a esta estrategia se están sumando países en vía de desarrollo, que han sido los aliados tradicionales de Estados Unidos.
“Los gremios, empresarios y políticos lo han asociado precisamente con aquello que no es. Han entendido como que al adherirnos a esta iniciativa inmediatamente, nuestro mercado se va a inundar de productos chinos baratos, que van a quebrar nuestra industria. Eso no es posible dada la naturaleza de la iniciativa”, manifiesta Defelipe. En efecto, sectores empresariales como la Cámara Colombo Americana o la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco) han manifestado preocupaciones por los impactos que pueda tener esta decisión en la economía colombiana.
“China es una potencia emergente que quiere desmarcarse, a través del uso de IFR como una “marca de imagen” de su política exterior, de lo que han hecho otras potencias emergentes en el pasado, como el colonialismo o las invasiones. Quiere presentarse como un socio confiable para que los países del sur no le tengan miedo. Por eso está cargado de un discurso de gana-gana, cooperación, amistad y de querer ofrecer infraestrucuta y tecnología para que muchos países puedan superar el subdesarrollo”, explica el experto.
China ha buscado, mediante esta estrategia, tener mayor presencia en la región. Brasil, Argentina, Chile, México, Ecuador o Venezuela ya cuentan con proyectos tanto de inversión, como de desarrollo principalmente en temas de transporte. La semana pasada, en el marco de la IV Reunión Ministerial China-CELAC, Xi Jinping anunció 10.000 millones de dólares más en créditos para países de América Latina, además de medidas como eliminación de visas.
Stellian, profesor del Departamento de Administración de la Javeriana, explica que por ahora este anuncio no es para alarmarse, pues estos procesos de negociación son largos. “Aún no se ha firmado ningún acuerdo concreto, así que a corto plazo no se pueden esperar muchos cambios. A mediano y largo plazo habrá que estar atentos sobre la manera en que este gobierno o el siguiente pretendan manejar ese nuevo foro de cooperación con China”, dice.

Relación China-Colombia: cordial pero distante
La relación entre Colombia y China es reciente. Apenas hasta 1980, durante el gobierno de Julio Cesar Turbay se establecieron relaciones diplomáticas. Sin embargo, la relación del gigante asiático se ha venido fortaleciendo en la región desde hace décadas. Fue en la década de los noventa que la relación de China con América latina empezó a crecer. La región pasó de representar el 2% de sus exportaciones en 1993, a ser el destino de casi el 13% de sus productos exportados en 2022, según el Banco Mundial.
“Somos el país con menor inversión china en la región”, señala el profesor Defelipe. “Por eso, aunque hemos mantenido una relación cordial, sigue siendo distante, incluso tímida”, agrega.
Aun así, las cifras han venido en aumento. Según el Ministerio de Comercio, en 2020 la inversión china en el país era de unos 64 millones de dólares. Para el 2023, alcanzó los 152 millones de dólares. Esto se debe a empresas chinas que han ganado licitaciones en proyectos de transporte como el Metro de Bogotá, el Regiotram de occidente, vías 4G, buses eléctricos en Bogotá y Medellín y proyectos de energías limpias.
El profesor Stellian explica que, hasta el momento, a nivel comercial, las relaciones entre ambos países se han regido por la normativa de la Organización Mundial del Comercio.
Según datos recopilados por el Dane en 2025, con corte al 19 de mayo, de los 16.248 millones de dólares de importaciones que entraron al país, 4.277 son de origen chino. Es decir, una cuarta parte de las importaciones a Colombiaya vienen de China. Los principales productos son celulares, computadores y motocicletas.
Aunque de manera más tímida, las exportaciones de Colombia a China también han aumentado. En 2024, por ejemplo, hubo un repunte del 23% llegando a los 1580 millones de dólares en exportaciones, de acuerdo con la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex). Petróleo, carbón y productos minero-energéticos son los que más salida tienen del país.
“China es el país que más herramientas tiene para la transición energética. Pueden desarrollar parques solares, parques eólicos, e hidroeléctricas. Desde hace un tiempo están tocando a la puerta para hacer este tipo de proyectos en Colombia. Podrían potenciar esa materia en el país”, declara Defelipe.
Ante estas cifras, Stellian cree que es entendible que el gobierno colombiano esté buscando nuevas alternativas de relaciones y mercados para depender menos de la relación con Estados Unidos. No obstante, llama la atención porque de igual manera, podría ser una relación no equitativa. “China tiene una economía muy competitiva, que se debe en cierta medida a la planificación central de la economía por parte de los máximos órganos del gobierno.
Hay sectores de alto valor agregado y alta tecnología que pueden ser subsidiados por el Estado y eso ya pone en desventaja a la economía colombiana, que carece de competitividad internacional y de recursos públicos para impulsar reformas estructurales que apuntan a mejor la posición en la economía mundial”, afirma.
¿Qué se puede esperar de la relación entre China y Colombia?
Para el profesor Defelipe, la adhesión de Colombia a la estrategia Franja y Ruta, es una reacción directa a las medidas arancelarias del gobierno de Donald Trump. Sin embargo, es una opción para ampliar los servicios, productos y mercados a los que se tiene acceso.
Por ello recomienda preparar una promoción comercial que beneficie a los colombianos. “El Ministerio de comercio, la Cancillería y Procolombia deben liderar una estrategia en conjunto para que se puedan presentar eventos de contacto, necesidades de inversión, licitaciones y negocios que puedan ser llamativas y rentables para ambas partes”, dice.
Sugiere, además, no satanizar estos acercamientos, sino hacer un esfuerzo por entender las formas de relación de China, que parecen lejanas para el contexto colombiano. “China no tiene los valores de la democracia liberal porque ellos no son occidente. No vienen ni de Grecia ni de la revolución francesa. Hay una cultura política enraizada en cosmovisiones de orden, jerarquía y sentido de grupo que han operado al interior de sus instituciones desde hace más de 2000 años. Además, tienen al partido comunista a la cabeza del Estado. Eso genera unos imaginarios negativos en occidente que hay que estudiarlos para conocer su realidad”, sostiene Defelipe.
En su análisis, esta es la coyuntura para mejorar el equipo profesional que asume este tipo de trabajos. “En el Ministerio de Relaciones Exteriores hay una sola dirección para Asia, África y Oceanía. Es un número insuficiente de funcionarios para atender regiones tan grandes. Como país necesitamos fomentar expertos de otras partes del mundo: africanistas, asianistas que entiendan esas realidades y puedan proponer alternativas a lo que ya tenemos”, alerta Defelipe.
Por su parte, el profesor Stellian, aunque con cautela, reconoce que esta también es una oportunidad desde lo comercial. “Colombia se puede beneficiar de proyectos de infraestructura como carreteras, aeropuertos o puertos. También con todo lo que tiene que ver con producción y suministro de energía. El mercado chino también es gigante por lo que se podría explorar la salida de más productos”, manifiesta.
Al mismo tiempo advierte que estas negociaciones deben ser asumidas por expertos para obtener un acuerdo lo más beneficioso posible para Colombia a pesar del desequilibrio de poder entre ambos países. De lo contrario, un acuerdo comercial podría traer problemas para la industria nacional. Finalmente, exportar más hacia China involucra retos en materia de gestión pública, dado el rol del gobierno para favorecer lo “hecho en Colombia” en los mercados chinos.
El fantasma de la deuda
Una de las críticas más fuertes que se han escuchado desde el anuncio de la firma del memorando de entendimiento, es que China, en el pasado, ha causado problemas financieros a países o proyectos en los que ha participado. Tal vez el más problemático es el de Sri Lanka.
La isla al sur de la India ha recibido préstamos de más de 1400 millones de dólares del gobierno chino, principalmente para hacer un aeropuerto y un puerto. Sin embargo, desde 2017 ha sido incapaz de pagar la deuda y tuvo que ceder el manejo de ambas infraestructuras a empresas chinas como parte de pago. A esto es lo que los expertos le han llamado la trampa de la deuda, y que temen se pueda replicar en Colombia.
El profesor Defelipe explica que este se debe a un caso de malos manejos macroeconómicos. “Algunos países no planean financieramente, no tienen una buena salud financiera, han sido afectados por la economía global y se meten en créditos que no pueden pagar. Pero en muchos otros casos se ha demostrado que no existe tal trampa de la deuda”, dice.

Lo que sí podría pasar, es que en las negociaciones que hace China con cada país, utilice esos créditos, para potenciar sus propias empresas, tal y como lo advierte el profesor Emilie. “Los proyectos de infraestructura no son una donación. Es una manera de sostener algunos negocios chinos. Suele haber cláusulas para que determinados insumos deban ser importados de China. Eso podría traer sobrecostos a los proyectos”, añade.
Por ahora la mayor preocupación para ambos expertos, es la reacción que pueda tener el gobierno de Donald Trump frente a la disposición de Petro de adherirse a la Franja y la Ruta. “Estados Unidos tiene unas herramientas discursivas y una narrativa que busca hacer énfasis en escenarios de riesgos y amenazas para todo lo que tenga que ver con China”, puntualiza Defelipe.
Los dos académicos llaman a la calma y a una lectura crítica e informada de lo que pueda pasar con China. Coinciden en que posiblemente al corto y mediano plazo no vaya a cambiar nada, pues toda medida económica de estas requiere tiempo y revisión de muchas partes. Recalcan la importancia de que en todo el proceso haya profesionales especializados en estos países para entender a profundidad sus dinámicas y lograr los mejores resultados para el país.
“No nos vamos a volver esclavos del mercado chino. Cada país maneja esas relaciones de acuerdo con sus intereses. Y en un caso en que no den el resultado esperado, se pueden salir de la iniciativa, como lo han hecho Italia y Panamá en los últimos meses”, afirma Defelipe.
“Los países de América Latina y Colombia en particular representan socios potencialmente estratégicos para China en el marco de su objetivo de ser una superpotencia mundial tanto a nivel económico como a nivel geopolítico. Por esta razón hay acercamientos, negociaciones, discusiones. Hay espacio para que Colombia pueda ganar algo de una relación más profunda con China, sin que esto perjudique necesariamente la relación con Estados Unidos” concluye Stellian.