No fue fácil la vida de quienes enfermaban de lepra antes de conocer qué la causaba y cómo podía tratarse, incluso curarse. Si el confinamiento por la pandemia de la COVID-19 nos aisló durante unos meses en 2020, ¡qué sería de quienes padecieron esta enfermedad hasta hace unas décadas y eran confinados de por vida!
La lepra ha existido desde hace cientos de años. A lo que hoy es Colombia pudo llegar en la época de la Conquista, pues no hay evidencia de que la población indígena estuviera afectada.
Dicen que Gonzalo Jiménez de Quesada la padecía (siglo XVI) y, más recientemente, el compositor Luis A. Calvo (siglo XX) también se contagió, por lo que vivió en el Lazareto de Agua de Dios, Cundinamarca, durante casi 30 años.
Pero que Agua de Dios se haya empezado a ‘construir’ (1870) para albergar a la población colombiana que sufría de esta enfermedad, aislándola y estigmatizándola por las creencias de entonces (finales del siglo XIX), y que hoy en día 16 de sus inmuebles hayan sido declarados como patrimonio histórico y cultural de la Nación mediante la Ley 1435 de 2011 es un vivo ejemplo de la diferencia —y quizá complementariedad— entre una aproximación histórica a los 153 años del municipio y una memoria de lo que han sido las relaciones sociales, jerárquicas, de sanidad, económicas y políticas de sus habitantes.
El foco: historia y memoria de Agua de Dios
Por su interés en el patrimonio cultural de Colombia, al arquitecto Carlos Eduardo Nieto le inquietó conocer “cómo se construyen esas memorias negativas de territorios que distan de la belleza o el orgullo, sino que, al contrario, han tenido algún tipo de trauma, tienen que ver con la vergüenza, la discriminación, la invisibilidad”, dice, y que han visto cómo se trata de ‘tapar’ esa memoria.
Varios sitios de Colombia podía haber estudiado Nieto, pero el texto de la ley de 2011, confrontado con el estado en el que se encuentran los albergues, internados, hospitales, colegios, edificios y casas, así como la capilla y el teatro, los chorros y los baños termales, fueron la llama que lo inspiró a conocer qué ha pasado en este siglo y medio en Agua de Dios.
Otro ícono es el Puente de los Suspiros, también declarado patrimonio, que en un primer momento separaba a las familias —aquí la vida, allá la muerte y la tristeza—, pero que, gracias a los procesos de resiliencia, para surgir como el ave fénix, hoy representa la unión, la esperanza.
Tanto que ya no se habla de la ‘ciudad del dolor’, sino de la ‘ciudad de la esperanza’, por el interés de sus habitantes en “hacer de Agua de Dios un territorio nuevo, bueno, de paz, de vida, de esperanza”, de acuerdo con la psicóloga, teóloga y coinvestigadora María Stella Rodríguez.
Para completar el equipo, faltaba la enfermera y Ph. D. en salud pública María Teresa Buitrago, porque lo que cuenta la investigación es “una historia de Agua de Dios, no con el borramiento que se quiso hacer de un lugar de confinamiento de lepra, sino que detrás de aquellas personas, que […] fueron signadas y confinadas por esa enfermedad, había seres humanos que amaban, que construían, que creaban, que mantenían prácticas culturales a pesar de las adversidades y que contaban con esa riqueza de la capacidad que tiene el ser humano de ser resiliente, de ser creativo, de construir”.
De leprosario o lazareto a municipio
La falta de conocimiento sobre la también llamada Enfermedad de Hansen —en honor del médico noruego Gerhard Armauer Hansen, quien en 1873 reportó el bacilo que la causaba: Mycobacterium leprae— y el hecho de ser una enfermedad que se creía contagiosa y que, en muchos casos, causaba daños funcionales que impedían a las personas ser productivas, además de la ausencia de un tratamiento efectivo, configuran el diagnóstico que lleva
a un tratamiento poco afortunado: la decisión de confinar a quienes la padecían como medida de salud pública para evitar y contener su propagación. “Bajo estas condiciones de segregación y aislamiento, la lepra agenció la territorialización de este sitio, muy fiel a un modelo disciplinario de aislar y curar enfocado en el control de los cuerpos enfermos y que estuvo regulado por las lógicas y decisiones de los actores que ejercían el poder sobre el lazareto: médicos y religiosos principalmente, y una clase política que poco a poco fue emergiendo de una división local de clases”, explica Nieto en uno de los artículos científicos publicados producto de esta investigación (ver ‘Para leer más’). Con el confinamiento, perdieron el derecho a la identidad, al voto, a la propiedad privada o a la libre decisión sobre la familia, y se fortaleció el estigma de las personas afectadas por la lepra.
El tratamiento de la enfermedad consistió —para continuar la metáfora— en la llegada de la comunidad religiosa salesiana, no con el interés de curar la enfermedad, sino para asistir espiritualmente a los enfermos. “Una comunidad dedicada a la educación, que encuentra una nueva vocación al acompañar a estas familias, sabiendo que allí podrían hacer mucho en la construcción de estas comunidades”, explica Rodríguez.
Después llegó el interés de la medicina, en realidad, algo como una ‘policía médica’ ―siempre investida de la categoría de ‘doctor’―, la cual, de acuerdo con Nieto, sin tener respuestas sólidas sobre cómo tratar la enfermedad, se centró en controlar su propagación y buscar un tratamiento efectivo para curarla. “Lo que se va conformando ahí es un juego de tres poderes —el religioso, el médico y el político— que van mutando y se van complementando”, resume el arquitecto.
En el caso de la construcción del territorio de Agua de Dios, dice Buitrago, “la lepra es fascinante porque ha sido una enfermedad que ha retado todo el tiempo ese saber hegemónico de la medicina”. Ante la ausencia de tratamientos probados científicamente, religiosos, médicos y habitantes en general ensayan infinidad de posibles yerbas y mezclas para tratar la enfermedad: para el dolor, la marihuana; para las inflamaciones, agua de hoja de papaya y de guanábano; para los granos, barra de jabón de pino amarillo más panela; para las úlceras y heridas de piel, anamú, gulupa, agua hirviendo, caléndula, mosquero y árnica; o la yuca raspada en las ulceras del paciente porque ayuda a la limpieza y desinfección. Se trata de un patrimonio inmaterial que es parte de la construcción del territorio y que, además, pudo haber inspirado los bambucos de Calvo, “Rosas de la alborada” y “Yerbecita de mi huerto”, o el pasillo “Trébol agorero”.
En 1961, mediante la Ley 148, se da por terminada la política de aislamiento como estrategia de control y manejo de la lepra en Colombia, y los pacientes recuperan los derechos civiles y políticos que les habían negado. Agua de Dios pasa de ser un leprosario a un municipio, y en 1966 el gobernador de Cundinamarca nombra un alcalde municipal y constituye el primer Concejo Municipal, con participación de la población enferma.
La sombrilla de la construcción del territorio
“En términos territoriales”, continúa Buitrago, “la definición de un país se da no solamente por la posesión de un territorio delimitado, sino también de una población que está asentada en ese territorio y de una organización social que los pobladores asumen como legítima para poder gobernar”.
A ese concepto de construcción de un territorio como una entidad relacional y muy dinámica, que en Agua de Dios se ensambla en condiciones muy particulares, los habitantes del hoy municipio suman tres líneas de memoria, identificadas por los investigadores con base en las entrevistas realizadas en campo: un relato basado en la negación u olvido intencional de la experiencia de la lepra en la población, que ignora lo vivido y prioriza nuevos relatos; una deuda social, que exige el reconocimiento de lo sucedido, y que mantiene una revictimización constante a través de la exaltación de símbolos, sitios o edificios que representen el aislamiento; y un relato que demuestra el recorrido de una población que ha explorado un sentido diferente de su propia vivencia en el territorio.
Lo cierto es que “la memoria como presencia vital en las personas y poblaciones, para el caso de Agua de Dios, tiene un alto nivel de complejidad en cualquier intento de construcción de memoria colectiva”, concluye el investigador.
Sin embargo, después de más de 10 años de expedición de la Ley 1435, que resalta los inmuebles y sitios históricos, pero que no genera acciones tendientes a recuperar o proyectar esos espacios de memoria, el efecto que ha tenido sobre la conservación es mínimo. El deterioro físico es cada vez mayor.
“El manejo de las enfermedades ha de entenderse como un asunto público, de ordenamientos sociales y territoriales específicos, redundantes en relaciones y prácticas sociales particulares, que terminan por configurar la vivencia misma de las enfermedades, además de quedar inscritos en los objetos, en los espacios y en el paisaje”. Claudia Patricia Platarrueda, en informe técnico de 2010 dirigido al Consejo Nacional de Patrimonio Cultural.
Agua de Dios hoy
El siglo XX vino con más información científica sobre la lepra: ahora es la menos contagiosa de las enfermedades contagiosas y es curable si se diagnostica a tiempo. A partir de 1981, se aplica de manera ambulatoria el tratamiento poliquimioterapéutico (PQT), que demuestra alta efectividad y garantiza el cese del contagio por parte del paciente.
La comprensión teológica sobre la lepra también ha evolucionado, explica Rodríguez. “Hoy en día ya no hablamos de la lepra como un castigo de Dios, ni de que Dios actúa de manera negativa en la historia, ni que Dios les envió la enfermedad porque eran una población pecadora”.
El estudio advierte que la patrimonialización del antiguo lazareto de Agua de Dios no cuenta con políticas de manejo del patrimonio cultural, a lo que se suman las tensiones entre la historia —rastros de posibles hechos— y la memoria —el recuerdo de un pasado vivido o imaginado, de acuerdo con
el historiador francés Pierre Nora―, que, por su naturaleza, es afectiva, emotiva, transformadora, siempre colectiva.
Para leer más:
Nieto, C.E. (2023). Patrimonializar mediante ley:
historia o memoria de la lepra en el antiguo lazareto de Agua de Dios en Colombia. PatryTer. Revista Latinoamericana e Caribenha de Geografia e Humanidades, 6(11), e39542. https://www.redalyc.org/journal/6040/604074272001/html/
Título de la investigación:
Aproximación comprensiva de la construcción territorial de Agua de Dios a partir de la lepra como hecho fundante.
Investigadores principales:
Carlos Eduardo Nieto González, María Teresa Buitrago Echeverri, María Stella Rodríguez Arenas
Facultades de Arquitectura, Teología y Enfermería
Pontificia Universidad Javeriana
Periodo de la investigación: 2015-2020