Hasta hace unos veinte años las investigaciones en antropología, las ciencias sociales y de la salud se enfocaban, en su mayoría, en estudios sobre los niños y no con los niños. En general, asumían que no era necesario tenerlos en cuenta en las investigaciones porque, tal vez, eran vistos como un apéndice de las familias: con raras excepciones se les entrevistaba, eran los padres quienes asumían la vocería. Esto pasaba en los estudios indígenas, afros, sobre la violencia y sobre la migración, claro. La caracterización de las migraciones dentro y fuera del país se lograba a partir de la voz de los adultos: de sus experiencias, vivencias y dramas.
A comienzos del siglo XXI las migraciones internacionales de colombianos aumentaron de manera notoria y varios investigadores relacionaron este fenómeno con las rupturas del núcleo familiar. Algunos juzgaron a los hijos de padres en situación de migración como personas abandonadas, peligrosas y perezosas. Se empezó a hablar de esas “malas madres” que los dejaban “botados”; se empezó a hablar de esos padres a quienes solo les interesaba el dinero.
Bajo ese contexto –en medio de ese paraguas “teórico”–, la enfermera y antropóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, María Claudia Duque, decidió realizar su tesis de doctorado en Antropología, sobre migración desde la perspectiva de los niños –en este caso, desde la perspectiva de niños colombianos que vivían en Tampa, Florida, en Estados Unidos–. Gracias a esa decisión –no bien vista por algunos colegas–, desde hace unos quince años Duque se convirtió en una de las primeras investigadoras del país y de América Latina que vio a los niños como agentes que influyen y construyen realidades sociales; o sea, como informantes claves para comprender la cultura.
En su tesis doctoral de 2004 –Colombian Immigrant Children in the United States: Representations of Food and the Process of Creolization– Duque concluye que los niños migrantes son agentes y actores capaces de construir identidades que se expresan en sus prácticas y gustos alimentarios.
Después del doctorado Duque volvió a Colombia y analizó, a través de entrevistas individuales y grupales, y encuestas, las experiencias de varios niños de Risaralda y Bogotá en circunstancias de migración parental. Descubrió que ellos son agentes que, aunque comparten realidades comunes con ciertos miembros de las familias, viven sus experiencias propias. Descubrió que la mayoría de niños entiende la migración de sus padres, a pesar de ser una situación difícil y dolorosa, como un sacrificio para el bien de toda la familia –incluyéndolos. Y lo anterior, desde la mirada de ellos, a veces vale la pena, a veces no, todo depende de la edad del niño, de qué padre se ha ido –si es uno, si son los dos, si es una madre cariñosa, si no lo es. También depende de los cuidadores que se encargan de su cuidado –si lo tratan bien– y, desde luego, depende de las estrategias para mantener los vínculos afectivos –las remesas, regalos que recibe desde el exterior, llamadas, fotos… Duque demostró que los niños colombianos viviendo migración parental no son hijos abandonados, imaginario que aún perdura entre algunas oenegés, medios de comunicación e investigadores sociales–.
“Las narrativas de los niños en su mayoría no hablan de rupturas, sino de transformaciones y formas familiares diferentes a la nuclear (padre, madre, hijo) (…) Los niños viviendo situaciones de migración parental pueden ser al mismo tiempo poderosos e impotentes miembros de sus familias”, escribió la investigadora en su artículo Niños colombianos viviendo migración parental, en 2011.
“Las investigaciones de María Claudia sobre migración con niños fueron innovadoras y respondían a una necesidad investigativa que, hace diez años, pocos asumían por sus grados de dificultad –no es nada fácil trabajar con niños de seis años para adelante”, dice William Mejía, economista y Magíster en Migraciones Internacionales, profesor de la Universidad Tecnológica de Pereira y coordinador de la red sobre migraciones Latinoamericanas, Colombiamigra.
Lo de María Claudia Duque ha sido una brega por romper estereotipos y evidenciar mundos complejos que no se pueden representar, simplemente, con un “pobrecitos” o un “malos padres”. Eso de que la migración es un hacha que corta raíces, bueno, no es tan cierto, no es tan negro ni blanco. Las conclusiones de sus estudios no son maniqueas y abordan el tema desde su complejidad… Y esa complejidad tiene una intención: deconstruir los estereotipos y los prejuicios, y, así, delimitar los problemas, definir las acciones de intervención y políticas sociales: “La investigación tiene que ser política”, dice la investigadora, y concluye: “Sí. Tiene que ser política, mas no politizada ni manipulada”.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Migración y niñez (serie de investigaciones desde 2003 hasta 2011).
INVESTIGADOR PRINCIPAL: María Claudia Duque Páramo.
Facultad de Enfermería – Departamento de Enfermería en Salud Colectiva – (Profesora jubilada).
PERÍODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2003 – 2011.
1 comentario
Investigaciones super interesantes y fundamentales para entender los fenómenos migratorios desde las perspectivas de esos niños que son directamente impactados. Porque no devemos olvidar que esos niños que conocieron la migración de sus papas son los cuidadanos de mañana, son ellos que formaron la futura sociedad. Asi que debemos entender como estan viviendo el fenómeno para poder entender la sociedad que van a crear