Durante mucho tiempo se creyó que el color de la piel clara de los europeos y asiáticos septentrionales había aparecido por un típico proceso de mutación y selección natural actuando gradualmente cuando grupos humanos de origen africano (Homo sapiens) habían llegado a lo que hoy conocemos como Europa y norte de Asia.
Sin embargo, a partir de la secuenciación completa del genoma de los neandertales, nuestra visión del asunto ha cambiado dramáticamente. Las interacciones con otras especies de humanos fueron importantes para nuestra especie.
¿Cómo estas interacciones y las migraciones de nuestros antepasados han sido importantes para determinar la coloración de la piel blanca en los humanos actuales?
El cuerpo humano necesita ciertos niveles de vitamina D para la correcta absorción del calcio y fósforo y la adecuada formación de los huesos, para lo cual un poco de radiación ultravioleta debe incidir en la piel formando previtamina D3. Esta sustancia posteriormente sufrirá diferentes cambios químicos en el hígado y en el riñón y se formará la vitamina D, la cual permitirá que, en el intestino, se absorban las proporciones adecuadas de calcio y fósforo para construir óptimamente los huesos.
En África (el continente original de nuestra especie), la cantidad de radiación solar ultravioleta debe neutralizarse con una pigmentación con alto contenido de melanina para evitar los efectos negativos para la salud de dicha radiación. Por ello, los humanos que viven en zonas tropicales tienen coloraciones obscuras. La mayor parte de la radiación ultravioleta queda absorbida por la melanina y una pequeña fracción es utilizada para la síntesis de la vitamina D.
Pero, ¿qué ocurre cuando un grupo humano fuertemente pigmentado intenta colonizar un área del globo terráqueo donde la incidencia de radiación ultravioleta es mucho menor, por ejemplo, el centro y el norte de Europa?
La poca cantidad de radiación ultravioleta que arriba a esas latitudes resulta bloqueada por la melanina y no se podría generar vitamina D. Por ende, habría poca o mala absorción del calcio y fósforo y las personas sufrirían raquitismo. Las mujeres raquíticas tendrían pelvis mal desarrolladas y ellas y sus crías morirían en el proceso de parto más fácilmente. Por lo tanto, la selección natural acabaría eliminando a los humanos de pieles obscuras en lugares con poca radiación ultravioleta, favoreciendo a los mutantes con pieles claras.
La aparición de mutaciones que aclararan la piel permitiría que una pequeña dosis de radiación ultravioleta no quedara neutralizada por la melanina y pudiera producir cantidades adecuadas de vitamina D y una correcta formación de los huesos. Como consecuencia de ello, los humanos con pieles más claras sobrevivirían mejor en ambientes septentrionales con menor incidencia de la luz solar.
Hasta el año 2010 pensábamos que estas mutaciones se habrían dado en los H. sapiens provenientes de África en los últimos 100.000-80.000 años y que hubieran llegado a zonas del centro-norte de Europa y de Asia (40.000 años). Sin embargo, con la secuenciación total del genoma del Hombre de Neanderthal en 2014, nuestra visión se ha transformado notablemente.
Los neandertales fueron una especie humana que habitó, básicamente, Europa y próximo-medio Oriente. Los estudios moleculares muestran que se cruzaron con los H. sapiens que viajaron desde África a Europa y Asia, pero no con los H. sapiens que se quedaron en África. En las poblaciones neandertales había una buena proporción de individuos con pieles, pelos e iris de los ojos claros. En el momento que los H. sapiens que salieron de África se cruzaron con ellos, por hibridación, adquirieron los genes que se habían seleccionado en los neandertales para mantener los niveles adecuados de vitamina D en ambientes con poca incidencia de la radiación ultravioleta.
El 70 % de los alelos del gen MC1R que aclararon la piel en los neandertales pasaron a los H. sapiens no africanos y eso los protegió, aunque tuvieran un origen africano reciente. Por lo tanto, el proceso de cambio de color de la piel en las poblaciones europeas y asiáticas fue muy rápido, sin tener que esperar que aparecieran nuevas mutaciones que permitieran la aparición de pieles claras bien adaptadas a la baja incidencia de luz solar.
Estudios recientes han mostrado que los humanos actuales no africanos (europeos, asiáticos y sus descendientes), portan entre un 1 % y 5 % de genes neandertales. En otras palabras, el 20 % del genoma neandertal todavía vive en los humanos actuales no africanos.
En el libro de Francisco Silvestre titulado “Descripción del Reino de Santafe de Bogotá en 1778” se muestra un censo morfológico de la población de la región de Cundinamarca y Boyacá (Colombia), donde se comenta que el 40.2 % de los pobladores de la zona era de origen europeo, el 43.5 % eran mestizos entre europeos e indígenas, el 14 % eran indígenas, y el 2.3 % eran de origen africano.
Estudios a finales del siglo XX, con grupos sanguíneos, reportaron que la población de Bogotá tendría un 65 % de genes europeos, un 28 % de componente indígena, y un 7 % de componente africano. Otro estudio más reciente determinó que, aunque el porcentaje de esos genes podía variar en cierta magnitud entre diferentes poblaciones Latinoamericanas, el patrón de formación de las mismas estuvo constituida básicamente por la mezcla de hombres europeos y mujeres indígenas (mayoritariamente) o africanas (en áreas más localizadas).
Todo lo comentado me lleva a pensar que en Colombia, en particular, y en Latinoamérica, en general, los genes neandertales todavía viven en una buena fracción de la población humana actual, ya que el porcentaje de genes nucleares europeos es importante en esta zona del mundo. Pero también, una proporción de genes neandertales pervivieron en los asiáticos, y los amerindios que colonizaron el continente provienen de ellos. Por lo tanto, en la población colombiana y latinoamericana encontramos dos fuentes diferentes que han aportado genes neandertales en estas poblaciones.
Pero todavía hay más. Hace unos 10 años se descubrió molecularmente la existencia de otra especie humana (paleontológicamente no se había detectado) que había hibridado tanto con neandertales como con los ancestros de los H. sapiens actuales que viven en Asia. Fueron bautizados como los Denisovianos.
En parte de los asiáticos actuales se detecta un 6-7 % de genes denisovianos. Y como los asiáticos están en el origen de los amerindios, un cierto porcentaje de genes denisovianos también está presente en Colombia y parte de Latinoamérica. Y para rematarlo, el aporte de los esclavos africanos, sin genes neandertales ni genes denisovianos, pero con la más elevada diversidad genética encontrada entre todas las poblaciones actuales de H. sapiens (debido a que el origen de nuestra especie se dio en África) hace que en los habitantes de Colombia, en particular, y de las Américas, en general, encontremos representada toda la historia genética de la humanidad sapiens y de otras especies de humanos que pasaron morfológicamente al registro fósil pero cuyos genes, al menos en una proporción, todavía perviven en parte de nosotros.
1 comentario
Gracias por el aporte. Ojalá algún día dejemos la diferencia que nos hace sentir como híbridos o sub especies seguramente por medio de la interacción y de la educación objetiva.