En las entrañas de las regiones afectadas por el conflicto armado, las voces se alzan y las palabras cobran un poder transformador. Así lo reconoce Jefferson Jaramillo, profesor titular del Departamento de Sociología de la Pontificia Universidad Javeriana, quien junto a un equipo de investigación interdisciplinar logró identificar que los diálogos sociales territoriales y la investigación participativa son estrategias poderosas para la reconciliación y la reconstrucción del tejido social. Tres municipios del país dan cuenta de ello: Tibú, en Santander; Vista Hermosa, en Meta; y Buenaventura, en el Valle del Cauca.
Durante décadas, estas zonas, como muchas otras del país, han sido testigo de múltiples afectaciones en el marco del conflicto armado. Debido a su posición estratégica en la cuenca internacional del Pacífico, Buenaventura se ve inmersa en constantes conflictos y tensiones territoriales y sociales. Esta lucha se desarrolla entre diferentes grupos con visiones encontradas acerca del desarrollo de la región.
Por un lado, están aquellos que apoyan la expansión portuaria como motor de crecimiento económico; por otro, están los que se benefician de las actividades ilegales que generan grandes ganancias; y, por último, están quienes consideran esencial la defensa de la organización comunitaria como un aspecto central de su lucha.
Vista Hermosa se ve envuelto en constantes ‘tensiones territoriales’ relacionadas con la exploración y explotación de petróleo e hidrocarburos en áreas protegidas. Tensiones que se extienden a los conflictos entre las autoridades de Parques Nacionales Naturales y los campesinos que residen en dichas zonas.
Finalmente, Tibú se encuentra en una posición geoestratégica clave y cuenta con una inmensa riqueza en recursos naturales, aspecto que lo ha convertido en un escenario histórico de disputas entre diversos actores: la fuerza pública, las insurgencias del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y del Ejército Popular de Liberación (EPL), las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), los grupos paramilitares y los narcotraficantes.
En los últimos años, Colombia ha experimentado un importante avance hacia la paz, después del acuerdo firmado en 2016 entre el Gobierno colombiano y el grupo guerrillero más grande del país: las FARC. Sin embargo, la paz va más allá del acto simbólico de una firma en el papel, pues es un proceso vivo que se nutre de los diálogos sociales territoriales.
Así lo reconoce el profesor Jaramillo, quien, después de trabajar en estos municipios por un periodo de tres años, puede dar cuenta del poder del diálogo, el cual “trasciende fronteras y puede convertirse en una herramienta poderosa para sanar heridas y reconstruir sociedades fracturadas”.
Un encuentro revelador: procesos previos que marcaron el camino hacia la reconciliación
Cuenta el investigador principal de esta historia que cuando se embarcaron en el viaje hacia estos tres territorios marcados por dinámicas históricas de conflictividad, su objetivo era adentrarse a explorar la brecha existente entre lo estipulado en el Acuerdo de Paz y las complejas realidades que vivían estos municipios. Su misión era clara: facilitar y fomentar el fortalecimiento de las capacidades de participación y la generación de procesos integrales de paz y reconciliación en estas comunidades y sus organizaciones, a través del diálogo.
La participación de jóvenes y líderes de los tres municipios colombianos fue fundamental para generar procesos de paz en la comunidad.
“A pesar de que sabíamos que en estos territorios ya había procesos de resistencia y trabajo en construcción de paz a pequeña escala, cuando llegamos nos sorprendió la cantidad de experiencias previas de diálogo alrededor de temas que tocan a las comunidades”, explica Jaramillo. “Iniciamos con la idea de contribuir en la generación de espacios de diálogo, pero finalmente lo más importante fue reconocer la existencia de unos acumulados que tenían estas comunidades y que habían antecedido incluso el Acuerdo de Paz”.
Investigación participativa como estrategia de reconciliación
Con este hallazgo, en adelante el camino no fue otro que el de potenciar lo ganado y reconocer las particularidades de estos acumulados, para lo cual el equipo diseñó su trabajo teniendo en cuenta el reconocimiento de los contextos particulares y el establecimiento de acuerdos de trabajo con organizaciones aliadas en los territorios, y con el apoyo de instituciones como la Universidad de Sheffield, en Inglaterra, y el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep)
Los investigadores realizaron reuniones de planificación con las organizaciones y generaron talleres de capacitación acerca de herramientas participativas, ya que estas eran fundamentales para su metodología de investigación. Recuerda Jaramillo que, a lo largo del proceso, también se dieron cuenta de la necesidad de trabajar con jóvenes y líderes, lo que los llevó a formar grupos de facilitadores para fomentar diálogos comunitarios.
“Colaboramos estrechamente con investigadores locales, quienes nos ayudaron a comprender las particularidades de los contextos y a identificar experiencias previas de diálogo y paz; de allí surgieron los ‘diálogos sociales territoriales’, que pretendían poner en voz las necesidades situadas”, señala Jaramillo.
Este sociólogo y su equipo utilizaron en su ruta investigativa metodologías colaborativas, como el video participativo y la producción sonora, así como estrategias más convencionales, como la investigación de archivo y las entrevistas a personas clave en el territorio. Estas metodologías permitieron generar análisis sobre los procesos de diálogo territorial sensibles a las particularidades regionales y a la coyuntura nacional.
“A través de nuestra investigación exploramos las posibilidades de generar diálogos tanto hacia el exterior como dentro de los grupos de facilitadores”, recuerda Jaramillo de esta experiencia, que les permitió desarrollar estrategias para fortalecer la participación y la generación de procesos integrales de paz y reconciliación en los territorios.
Investigación participativa en territorios afectados por el conflicto armado como Tibú, Vista Hermosa y Buenaventura, logra transformaciones con base en el diálogo comunitario.
El trabajo giró en torno a talleres con ejercicios narrativos y uso de recursos didácticos. Los participantes compartieron conocimientos acerca de estrategias para generar diálogos sociales territoriales, diseñaron de forma conjunta cajas de herramientas para abordar problemáticas locales y abrieron foros para socializar los resultados: “Terminamos haciendo incluso unas conversas territoriales en medio de la pandemia y el estallido social del paro nacional. Eso fue todo un desafío que nos permitió generar espacios de conversación sobre la coyuntura”, señala el investigador.
La valentía de las comunidades en la construcción de una paz duradera
El legado de la paz territorial en Colombia es mucho más amplio que los programas gubernamentales para la paz, insiste Jaramillo. La verdadera fortaleza radica en las comunidades resilientes, que, a pesar de los obstáculos, de la incertidumbre, de la falta de garantías por parte del Gobierno y del incumplimiento de los acuerdos, siguen movilizadas y ejercitando su imaginación de paz.
Finalmente, afirma que “es por medio de la participación activa y el diálogo continuo que estas comunidades logran resistir las nuevas y antiguas violencias, y construir un futuro más esperanzador a pequeña escala”.
Después del paso inclemente de la guerra, los diálogos sociales territoriales escriben un nuevo capítulo en la historia de Colombia. Todavía con las heridas abiertas, las comunidades se reúnen para escuchar, sanar y transformar la palabra en semillas de reconciliación, creando esperanza en un país que aprende a dialogar en lugar de disparar.