En el imaginario de muchas personas está que un niño “gordito” es sinónimo de uno bien alimentado, sano y rozagante, pero en algunos casos no hay nada más alejado de la realidad.
Según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN), 1 de cada 4 niños colombianos entre 5 y 12 años tiene exceso de peso, mientras que alrededor del 18 % de los adolescentes tiene riesgo de sobrepeso y obesidad.
Para Gilma Olaya, directora del Departamento de Nutrición y Bioquímica de la Pontificia Universidad Javeriana, estas cifras demuestran que nos enfrentamos a un problema muy serio porque “estamos programando la enfermedad, y el niño que es obeso tiene un mayor riesgo de serlo de adulto también”.
¿Y por qué esto debería preocuparnos? Porque la obesidad genera una gran carga en la salud pública y está asociada a enfermedades cardiovasculares, diabetes e hipertensión.
A nivel mundial, 41 millones de niños entre 5 y 12 años tienen obesidad
Organización Mundial de la Salud (OMS)
Es tal el alcance, que la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cataloga como una “epidemia mundial”.
Factores relacionados con la obesidad infantil
Olaya, quien además tiene un doctorado en Salud Infantil, menciona que hay muchas variables que intervienen en la obesidad infantil, pero hay dos que le generan mayor preocupación.
La primera tiene que ver con la gestación. “Donde más se programa la enfermedad es en el mismo momento en que la madre gesta a su bebé. Si ella no recibe una alimentación adecuada, hay riesgo de tener niños de bajo peso al nacer o macrosómicos (recién nacidos más grandes que el promedio). Esto se ha relacionado con el sobrepeso y la obesidad”.
En Bogotá, 15 de cada 100 gestantes tienen obesidad
Datos preliminares del Sistema de Vigilancia Alimentaria y Nutricional de la Secretaría de Salud de Bogotá
Se preguntará qué tiene que ver el bajo peso al nacer con la obesidad. La respuesta lleva a la segunda variable que más preocupa a la investigadora: las intervenciones nutricionales inadecuadas.
“Cuando el niño nace con bajo peso, si la intervención nutricional no es la adecuada porque no responde a las necesidades del niño, podría llevar a la obesidad. En este sentido, la alimentación en los dos primeros años de vida se ha relacionado con la obesidad en la adultez”, explica y .
Con esto se refiere a que cuando los bebés no tienen el peso adecuado, muchas veces les indican fórmula infantil para compensar, pero si no se da de una manera balanceada y combinándola con otros alimentos saludables, puede darse el efecto contrario y podría aumentar de peso por recibir más proteínas, grasas y carbohidratos de los que debería.
Adicionalmente, la nutricionista apunta que durante los primeros seis meses de vida la leche materna es fundamental. De hecho, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la lactancia materna prolongada reduce el riesgo de sobrepeso y obesidad en un 13 % y disminuye el riesgo de diabetes tipo 2 en un 35 %.
¿De qué se alimentan nuestros niños?
La pediatra endocrinóloga Camila Céspedes, también profesora del Departamento de Pediatría de la Pontificia Universidad Javeriana, asegura que “una de las grandes paradojas en nuestro país es que es más costoso comer saludable. Las frutas, verduras, la carne y el pescado cuestan más que las gaseosas y los alimentos ultraprocesados”.
Además, añade que “no se puede seguir permitiendo que la industria alimentaria deje el mensaje de que esos alimentos o bebidas procesadas son ricos en vitaminas y minerales (porque no es así)”.
En Bogotá, 7 de cada 100 niños, niñas y adolescentes entre los 5 y 17 años tienen obesidad
Datos preliminares del Sistema de Vigilancia Alimentaria y Nutricional de la Secretaría de Salud de Bogotá
Por su parte, la nutricionista Olaya destaca que muchos niños en Colombia reciben como único alimento el que les dan en el colegio, pero este tampoco es el mejor. “Tenemos suficiente fruta y verdura en el país, aun así miramos los refrigerios y son a base de papas fritas, bebidas azucaradas, verduras industrializadas y productos procesados”, comenta.
También menciona que el Programa de Alimentación Escolar (PAE), que se encarga de brindar un complemento alimentario a niños, niñas y adolescentes de instituciones educativas públicas y que pertenece al Ministerio de Educación, necesita una reestructuración.
El PAE ha estado envuelto en muchos escándalos de corrupción relacionados con sobrecostos en los alimentos, incumplimientos en las entregas y desvío de recursos. Además, han entregado comida en mal estado, con materia fecal, gusanos e incluso mordisqueada por ratones, según ha informado la Contraloría General de la República.
Por eso, Olaya sugiere un diagnóstico de lo que está sucediendo dentro del programa, qué alimentos se están ofreciendo, con qué calidad y en qué condiciones se entregan.
¿Cómo combatir la obesidad?
Céspedes opina que las políticas públicas en Colombia deberían estar enfocadas en el bien común, alejadas de la presión y los intereses económicos de la industria alimentaria. Considera que debería haber espacios disponibles para la práctica del deporte y que los comedores escolares deben tener menús saludables y accesibles para todos los niveles económicos. “Se deberían desplegar campañas en las que se les enseñe a las familias cómo hacer un menú saludable con el presupuesto que cada una de ellas tiene, ¡y esto es posible!”, apunta.
Por otro lado, Olaya sostiene que la obesidad no solo se debe a la alimentación, sino también al papel que juegan los dispositivos electrónicos en la reducción de la actividad física.
En un documento publicado por la Academia Estadounidense de Pediatría a principios de 2023, los autores recomiendan incentivar cambios en el estilo de vida, recurrir a apoyo psicoterapéutico, mejorar la dieta y promover el ejercicio para hacerle frente a la obesidad infantil. En los casos severos y con comorbilidades comprobadas se discuten alternativas como el uso de medicamentos para adelgazar desde los seis años y cirugía para los adolescentes.
La nutricionista Olaya agrega que hay que ponerles la lupa a lo ya existente en el país. “Se supone que hay una ley de obesidad, tenemos un programa de suplementación de micronutrientes, tenemos programas de lactancia materna, tenemos el PAE… Con todo eso, ¿dónde está el impacto en la salud y la nutrición de nuestra población infantil? No podemos quitarle la mirada al tema”.
Ambas coinciden en que la prevención de la obesidad a edades tempranas debe ser una prioridad en la política pública, pero también en las familias, pues esta enfermedad puede tener consecuencias graves en la salud y en la economía del país.