En Santa Fe sonaban las campanas anunciando la sagrada tarea; en las casas se alistaban los vestidos ceremoniales, las zapatillas, los sombreros y los bolsos. La brisa andina fuerte y helada de las cinco de la mañana atravesaba el camino real mezclando los aromas divinos del chocolate con queso, la longaniza, los panes, las frutas, los huevos, las empanadas y los caldos. Aunque era visible la preferencia de la sociedad granadina de principios de los 1800 por la especialidad gastronómica de la antigua capital: el sudado de capitán, un pez propio del río Bogotá.
Aun el desarrollo de las industrias, la urbanización masiva de la ciudad de Bogotá y el desplazamiento de las zonas rurales a las periferias del hoy departamento de Cundinamarca, las tradiciones, incluyendo los platos típicos Santafereños, se han conservado casi intactos en las plazas distritales, las centrales de Corabastos y pequeños supermercados.
Todavía se pueden encontrar los ingredientes necesarios para la preparación de las tan bien amadas recetas de las abuelas, todas excepto una: el capitán de la sabana, ingrediente principal del sudado de capitán.
Encuevados en la cuenca del río Bogotá, el capitán, cuyo nombre científico es Eremophilus mutissi, se muestra sigiloso con los visitantes del páramo de Guacheneque, lugar donde nace el río que lleva el nombre de la capital del país y donde sus aguas todavía son cristalinas.
La naturaleza del pez capitán
Alexander Von Humboldt (explorador alemán) registró este pez hace 210 años, y al ver las bárbelas del capitán, propias del orden Siluriforme pensó en un pez solitario que le recordaba a un capitán en un barco a la deriva, de ahí “Eremophilus” que significa solitario.
El río Bogotá o Funza, como lo llamaban los muiscas que le rendían culto e iban a pescar en él, no siempre fue una cuenca de aguas escasas y contaminadas. En algunos de sus tramos, como El portillo, transitaban pequeñas embarcaciones dirigidas por campesinos que iban a las plazas en los días de mercado y que después desembarcaban para cargar sus bultos en mula por el camino real.
El capitán que se vendía en las plazas post coloniales en porciones de tres dedos, hoy no supera los 15 centímetros de largo y ya casi no se encuentra en el río. Los Siluriformes, mejor conocidos como peces gato o bagres, son uno de los órdenes más extensos y diversos del planeta, no sólo por la capacidad extraordinaria que tienen de adaptarse a condiciones hostiles sino también a su resistencia a dosis pequeñas pero continuas de sustancias como el fipronil, que es un insecticida, el mercurio y el plomo en dosis menores a 0,23 μg/L (microgramos por litro); cuando aún no causan genotoxicidad, es decir, no producen mutaciones en los genes. Como diría la abuelita: ¡mugre que no mata, engorda!
El capitán hace parte de este orden, específicamente de la familia Trichomycteridae: peces resistentes a cambios bruscos de pH y que en algunos grupos son capaces de respirar el aire atmosférico. Esta característica les ha permitido sobrevivir a la exposición de metales pesados en algunos tramos del río en la cuenca alta, pero también los ha hecho no aptos para el consumo humano, al menos los que todavía nadan en sus aguas.
¿Por qué se ha perdido el hábitat del pez capitán?
Ambos, el río y el animal, han sido testigos y perjudicados por el cambio que ha sufrido la capital desde el siglo pasado. Los campesinos, los mismos que han construido tanta historia de Colombia, recuerdan los tiempos antaños donde el escurridizo pez capitán podía pescarse con facilidad.
Entre las décadas de los años 1930 y 1940 en el municipio de Tota y aledaños empezaron a ser introducidos enormes peces de la familia Salmonidae, los que hoy conocemos como trucha arcoíris o la Oncorhynchus mykiss. Esta introducción hecha al lago de Tota por un grupo optimista de ictiólogos de la época, buscaba mejorar la economía del lugar, pero desembocó también en la introducción del capitán al lago como presa de esta especie de trucha, lo que ocasionó la competencia por recursos otras especies. Sin contar con los salmónidos, al ser introducidos, se suman hoy por hoy a los desafíos de erradicación de especies exóticas más difíciles en Colombia.
Lamentablemente el sabor del capitán de la sabana no pareció gustar tanto a las localidades cercanas al lago, quienes aún hoy siguen prefiriendo el sabor de la trucha arcoíris y de especies traídas de la región caribe colombiana.
Humboldt, quien en su momento afirmó que le parecía “una comida muy agradable”, estaría decepcionado.
¿Será este el final de la larga tradición granadina del sudado de Capitán? Es posible.
La especie se encuentra en la categoría de “vulnerable”, luego de entrar en el año 2012 en el libro rojo de los peces dulceacuícolas, que recoge peces en estado de vulnerabilidad, procesos de extinción o extintos. Sumado a eso, está la problemática de la toxicidad de su carne por la contaminación del río Bogotá y que no existen estudios exactos de cuántos individuos aún viven en la cuenca alta.
Como a tantos otros en este país, al capitán se le ha echado plomo. Sin embargo, como todos los Trichomycteridos, resiste con la fuerza de quien espera que las cosas cambien. Mientras algún científico se interesa en estudiar y repoblar a estos bellos peces, solo queda por pedir: por favor, cuidemos al solitario y moribundo capitán.
1 comentario
Ademas del capitan, ok as guapuchas tan bien han desaparecido.