Cuando Paula Vivas Sánchez era niña soñaba con ser arqueóloga. “Les decía a mis papás que los iba a momificar cuando se murieran”, recuerda y ríe a carcajadas. Ese mundo de momias que tanto anhelaba fue quedando atrás, pero las ciencias sociales le siguieron.
A pesar de que sus padres no la obligaron a escoger una carrera en particular, pensó que debía elegir una que le diera dinero. Así llegó a Derecho, pero al cabo de un año se dio cuenta de que no era lo suyo.
Lo que sí le gustó fue la materia de Sociología Jurídica. Por eso estudió Sociología en la Pontificia Universidad Javeriana, un pregrado con el que se identificó de inmediato. “Este tipo de profesiones es difícil sacárselas de la piel. Son una forma de ser, un estilo de vida”, afirma esta joven bogotana de 28 años.
Paula Vivas: una vocación que requería de un empujón
Ingresar al voluntariado Misión País Colombia era lo único que le faltaba para hacer “clic con la comunidad”, como ella dice, pues por momentos creía que la teoría que aprendía en la academia no coincidía con la realidad colombiana. Participó en dos misiones antes de reencontrarse con la población y el territorio que la enamoraron: los indígenas kankuamos de la Sierra Nevada de Santa Marta, con quienes ha trabajado durante ocho años.
Tan pronto como vio a las mujeres de esta comunidad tejiendo en la oscuridad de la kankurua (casa ceremonial), o caminando por las calles empedradas, en su mente se hilaron algunas de las memorias más preciadas de su infancia: las tardes en las que su familia se sentaba a tejer en la sala de su abuela alrededor de una amena conversación y un delicioso chocolate con queso. Todo era tan cercano para ella que no dudó en hacer su trabajo de grado sobre esta práctica artística, espiritual y de subsistencia económica.
Rápidamente, el suroriente de la Sierra Nevada de Santa Marta se convirtió en su segundo hogar. Pasaba tanto tiempo allí que Souldes, uno de sus amigos kankuamos, le preguntó cómo era posible que decidiera pasar su cumpleaños en un lugar tan ‘aburrido’. “Para mí es el lugar más bello del mundo”, le respondió.
Hacer visibles las desigualdades
Paula se desenvuelve con desparpajo y le brillan los ojos cuando habla de su trabajo. Es curiosa, inquieta y asegura que goza de una memoria privilegiada. Su círculo social más cercano la llama ‘Paula Divas’ o ‘barbie trochera’, porque a las salidas de campo se va muy ‘arreglada’ y aunque se caiga caminando en la montaña o de la moto en la trocha, se levanta y sigue como si nada. Nunca pierde el glamur.
Recuerda que en un viaje que hizo al departamento del Guaviare tuvo una infección urinaria que le causó un fuerte dolor. Caminaba con dificultad por las lodosas trochas guaverenses sin que la lluvia diera un respiro, pero a pesar de las caídas y de lo mal que se sentía, lo único que pasaba por su cabeza en ese momento era cómo hacían las mujeres para dar a luz o atender una emergencia obstétrica en ese lugar. “Una solo entiende las desigualdades del país hasta que atraviesan nuestra propia experiencia corporal, emocional y espiritual”, dice.
Partos más dignos y seguros
Con el fin de llamar la atención sobre esas realidades tan distantes entre lo urbano y lo rural, desde 2019 trabaja en una investigación sobre salud materna y perinatal, para la cual ha compartido con parteras, parteros y algunos integrantes de las comunidades afrodescendientes del Chocó y de las comunidades indígenas kankuama, arhuaca y wayú, en La Guajira y el Cesar.
El objetivo con este proyecto es tender puentes de diálogo entre la medicina tradicional y la occidental para que el acompañamiento, la atención y el cuidado de las mujeres y de los bebés se realice de una forma más humana.
“Dos de los tres departamentos en los que centramos nuestra investigación (el Chocó y La Guajira) tienen las tasas de mortalidad perinatal y neonatal más altas del país. Si se logran disminuir estas muertes, que son evitables, y que normalmente se dan por desigualdades sociales, tendríamos un avance tremendo para el país”, asegura.
Como joven investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Javeriana, está diseñando una cátedra intercultural en salud materna perinatal para acercar al talento humano en salud a las creencias y formas de vida de otros grupos culturales. Además, actualmente adelanta una maestría en Antropología en la Universidad Nacional de Colombia y le gustaría hacer un doctorado en Antropología Clínica.
Su camino apenas empieza, pero la experiencia vivida le ha mostrado qué clase de investigadora quiere ser: una que tiene como base la empatía y la vulnerabilidad para leer diversas realidades y entender al otro.