Algo particularmente delicado está pasando en el país: 4301 niñas entre 10 y 14 años dieron a luz en Colombia durante 2021, lo que significa un aumento del 10 % de los casos con relación al año anterior. La alarma es del Laboratorio de Economía de la Educación (LEE), de la Pontificia Universidad Javeriana, tras conocer las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
Pero esa no es la única cifra entregada por los investigadores. 107.247 adolescentes entre 15 y 19 años también se convirtieron en madres durante el mismo año. Todas ellas podrían llenar casi dos veces la Plaza de Bolívar de Bogotá.
Los embarazos de niñas y adolescentes representan el 18,2 % del total de nacimientos registrados en el país.
A los profundos cambios biológicos y psicosociales que se atraviesan durante estas etapas de la vida, se suman los impactos en la salud mental, los riesgos médicos y los obstáculos para continuar su proceso educativo al enfrentarse a un embarazo temprano.
“Estos nacimientos presuponen un delito, pues la capacidad de comprensión y valoración del acto sexual por parte de los menores no es adecuada para su edad, además deja efectos negativos en su vida, salud e integridad a corto y largo plazo”, alerta la investigación.
Justamente, la Sentencia C 876 del 2011 de la Corte Constitucional de Colombia y el Código Penal establecen que las relaciones sexuales con menores de 14 años son un delito. La alta corte considera que son abusivas y violentas, ya que las menores no han alcanzado un grado de madurez suficiente para tomar decisiones sobre su vida sexual, y que estas prácticas, vulneran su formación e integridad.
El estudio del laboratorio sostiene que hay una leve disminución del 3,5 % en los nacimientos en madres que están entre los 15 y 18 años, tendencia que se ha mantenido desde 2015. Sin embargo, el aumento de embarazos en niñas de 10 a 14 años debe llamar la atención de las autoridades públicas para incrementar los esfuerzos encaminados a prevenirlos, y especialmente para construir una política pública que las proteja de la violencia sexual.
La situación en las zonas rurales es aún más grave, ya que tuvieron un incremento de 11,9%. En las zonas urbanas, los nacimientos producto de embarazos en niñas disminuyeron 6,5%, mientras que los de adolescentes de 15 a 19 años en todo el país descendieron 9,2% durante el primer semestre de 2022.
En cuanto a la ubicación, los departamentos de Antioquia, Bolívar, Bogotá, Córdoba, Valle del Cauca, Magdalena, Cesar y La Guajira, son los que más casos presentan.
Embarazo infantil y adolescente, más allá de las cifras
Esto no se trata de un asunto cualquiera. Como lo explica Jenny Lozano, docente del Departamento de Enfermería en Salud Colectiva, en la Facultad de Enfermería de la Pontificia Universidad Javeriana, un embarazo es una decisión muy importante y tiene múltiples implicaciones profundas en la vida de la mujer.
La primera de ellas se da a nivel físico. La gestación es un proceso que demanda altos niveles de nutrientes tanto para la madre como para el feto. “Lo más recurrente en mujeres mayores de 20 años o 30 años, en las que ya el cuerpo está desarrollado, es déficit de calcio. Por lo cual, en un embarazo en niñas que hasta ahora se están empezando a formar, esas deficiencias son mucho más marcadas”, afirma. También advierte de altas probabilidades de aborto, hipertensión y hemorragias.
Según el LEE, para el año 2021, se produjeron 4.575 muertes fetales en niñas o adolescentes, lo cual supone una caída del 13,3% con respecto al año anterior. Pero no es solo una cifra, visto en contexto, dichas muertes traen problemas psicológicos y de salud para las madres, así como secuelas negativas que pueden afectar su desarrollo integral y su vida a largo plazo.
En el mismo sentido, datos del DANE muestran que entre el 13 % y el 15 % de madres que mueren anualmente a causa de una complicación por el embarazo o parto, están entre los 10 y los 19 años.
Adicionalmente, la investigadora Lozano señala que las secuelas en la salud mental son considerables. Problemas de anorexia, eventos de ansiedad, y depresión son muy comunes al confirmar el estado de embarazo. “La depresión postparto es mucho más difícil manejar en ellas. Hay muchos intentos y consumaciones de suicidio por toda la carga emocional y el señalamiento social”, dice.
Otro impacto fuerte es el emocional. En sus años de experiencia atendiendo este tipo de casos, ha evidenciado cómo, por factores culturales, sociales y religiosos, las niñas y adolescentes enfrentan críticas, juzgamientos, burlas y tienen que iniciar un proceso de duelo a temprana edad.
“Sus roles en la sociedad cambian y esto genera que abandonen o posterguen sus estudios. Desde los colegios manejan estos casos como si fueran a ‘contagiar’ a otras niñas. Se les restringe el derecho a la educación como cierta sanción y para que se dediquen al cuidado de la maternidad”, relata Lozano, quien también es tutora del semillero de investigación Generadores de cuidado humanizado en la mujer en gestación, precursores de salud, Gemasa.
Según el Ministerio de Educación Nacional, los embarazos son la cuarta razón de abandono de la escuela. “Al no asistir al colegio, estas niñas y adolescentes quedan rezagadas frente al resto de sus compañeras y compañeros, lo cual puede afectar posteriormente su ingreso a la educación superior o su inserción al mercado laboral”, dice el estudio del Laboratorio de Economía de la Educación.
Las cuarentenas, un pico de abusos sexuales
El aumento de embarazos infantiles durante 2021 está relacionado en gran parte con las estrategias que buscaban evitar el contagio de la pandemia por covid-19, según el LEE. “Los confinamientos y cuarentenas obligatorias aumentaron el riesgo y la violencia intrafamiliar contra niños, niñas y adolescentes, ya que víctimas y victimarios se encuentran en un mismo espacio”, afirma el informe.
En esto coincide la profesora Lozano, tras analizar los datos del Instituto Nacional de Medicina Legal. De acuerdo con esta institución, en 2020 se denunciaron 15 350 casos de abuso sexual en contra de menores de 18 años. Para 2021 esta cifra fue de 18 478. Durante 2022 bajó a cerca de 16 000 denuncias. Sin embargo, son números superiores a los registrados antes de la pandemia. El grupo más victimizado está entre los 12 y los 17 años.
“Durante todo el periodo de cuarentena las víctimas estuvieron viviendo con los victimarios. En la mayoría de casos, los perpetradores de este tipo de delitos son tíos, padres, padrastros: personas que viven en la misma casa y eso definitivamente aumentó las relaciones sexuales abusivas contra menores”, afirma la enfermera Lozano.
Conocer la edad del padre es una forma de aproximarse al tipo de relaciones bajo las cuales surgen los embarazos en estas poblaciones. Las grandes diferencias de edad pueden estar ligadas a relaciones de poder desfavorables para las niñas y adolescentes madres o abuso y violencia sexual, asegura el LEE.
Su informe revela que, según datos del DANE, la edad promedio de los padres de los nacidos de madres entre 10 y 14 años fue de alrededor de 20 años. Para el rango de 15 a 19 años, el promedio de edad de los padres fue de 24 años. Es decir, una diferencia considerable que le permitiría a los hombres tener más conciencia de lo que significa y las implicaciones.
Además, en 2021, del total de nacimientos en gestantes de 10 a 14 años, aproximadamente el 7 % fue producto de una relación con un hombre de más de 30 años. Igualmente, en el 12 % de los nacimientos de madres de 15 a 19 años, el padre tenía más de 30 años.
La educación sexual es la clave
Ante tales cifras y un panorama en el que las niñas y adolescentes siguen siendo victimizadas, ¿qué se puede hacer?
Para la profesora Jenny Lozano la respuesta es clara: hay que buscar una educación sexual mucho más acertada y cercana. La investigadora señala que el trabajo más fuerte siempre es con los padres de familia. Afirma que estos evitan los temas sexuales y están delegando esa responsabilidad en los colegios, lo cual es incorrecto. Pero ¿cómo abordar estos temas?
“A la inmensa mayoría no nos explicaron cómo funciona la sexualidad, cuáles son los riesgos de no usar protección, de no planificar. Tampoco cuáles son las enfermedades de transmisión sexual y cómo nos ponen en riesgo. Nadie nos dijo qué pasa si tengo una erección nocturna. No nos explicaron qué y cómo es la menstruación. ¿La primera vez qué tengo que hacer? ¿Me asusto? ¿Me pongo un rollo de papel higiénico? Todos estos temas son muy importantes, pero como los seguimos tratando como temas tabú, los chicos y chicas empiezan a tenerles miedo”, manifiesta.
Los niños y adolescentes tienen muchas preguntas y vacíos de información respecto al sexo, pero por costumbres culturales, religiosas, o simplemente porque no hay un ambiente de confianza, no son consultadas con adultos que podrían guiarlos. Sin embargo, para la investigadora, estos temas están todo el tiempo en las conversaciones entre compañeros de colegio. Así que quienes enseñan, terminan siendo compañeros de su misma edad.
Por otro lado, en 2016, la Corte Constitucional estableció que en Colombia no existe un modelo específico para la enseñanza de la sexualidad, y por ello, según la Constitución, no es posible exigir al Gobierno ni al legislador que implemente esta formación a través de cátedras específicas. Por esa razón determinó la posibilidad de proyectos pedagógicos transversales que son opcionales dentro de los colegios.
En ese mismo año, a causa de unas cartillas del Ministerio de Educación que incluían guías para los profesores para abordar temas de identidad y orientación de género diversas, miles de padres de familia e iglesias salieron a marchar en su contra.
De igual manera, en 2022 otra polémica se desató por una información falsa, según la cual, un proyecto de ley buscaría crear unas cartillas para enseñar la masturbación a menores de tres años. “Pretenden dirigir la identidad sexual de nuestros niños de todas las edades. A los niños se les respeta, es la familia la encargada de enfocar la educación de sus hijos”, trinaba una senadora de la República en ese momento.
Para Lozano, esto solo muestra el profundo desconocimiento de la educación sexual. “Por la complejidad y el temor a los padres, los profesores huyen a hablar de estos temas con sus estudiantes. Mucha gente cree que informar es incentivar al inicio temprano de relaciones sexuales. Pero no. Se trata de enseñarles que nadie tiene por qué tocar sus partes íntimas. Que no es normal que un mayor lo manosee, ni quiera darle besos en la boca, ni mucho menos que lo obligue a tocar otro cuerpo”, sostiene.
Lozano asegura que las temáticas están estructuradas de acuerdo con las edades, procesos biológicos y sociales que viven los menores en sus entornos. Y que, al contrario de lo que creen algunas personas, la educación sexual busca que los niños, adolescentes y jóvenes sean mucho más conscientes, entiendan los cambios que les suceden, y estén preparados para asumir una vida sexual responsablemente.
La organización Welbin Colombia, en alianza con el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana, desarrollan cada año el Índice Welbin, una encuesta que analiza las condiciones de bienestar escolar. Para 2022 participaron 1556 colegios, entre oficiales y privados. De ellos, solo el 15 % de los consultados brindan información sobre el acceso a anticonceptivos. A ello se suma el hecho de que apenas el 19 % ha formado a sus docentes en los últimos dos años en la prevención del embarazo.
“Lo que hemos investigado con el semillero es que los colegios no están preparados o no les interesa educar en temas de sexualidad. Cuando lo hacen, generalmente mandan al profesor de filosofía, o de religión. Hace poco mis estudiantes me comentaban que en una institución habían mandado al profesor de educación física para dar una charla. Son perfiles que quizás no tienen la competencia para enseñar temas tan delicados”, relata Lozano.
Finalmente, hace un llamado para que todos los actores alrededor de las niñas y adolescentes ayuden a prevenir estos delitos. A los padres, que estén mucho más atentos y abiertos para hablar con sus hijos y que asuman la mayor responsabilidad en la educación sexual y reproductiva con sus hijas.
A los cuidadores y educadores, que se capaciten para atender de la manera más adecuada las necesidades informativas que los padres no alcancen a cubrir. Al personal de salud, que garantice y no obstruya la garantía de los derechos reproductivos de las menores. Y en general, a que se hable con libertad y conocimiento de estos temas, que dejen de ser temas tabú y que se informe de forma integral, más allá de las creencias y costumbres, porque, al final, la sexualidad es un tema de salud pública.