“7:05 a. m. Al llegar al cuarto, el marido ya está despierto esperando. […] Cada vez le parece más pesado. Con lo del hombro ya casi no puede levantarlo. […] El doctor se lo dejó bien en claro: no está enferma, lo de ella es vejez y, si no se cuida, ‘¿quién va a velar por los enfermos de la casa?’”.
Este extracto condensa la experiencia y las preocupaciones cotidianas de muchas mujeres que dedican una parte de su jornada (si no es que toda) al cuidado de los miembros de su hogar. En Colombia, según la información suministrada por la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), las mujeres realizan más del 80 % del trabajo de cuidados no remunerados.
Por lo general, son ellas las que recuerdan los horarios de las medicinas, las que saben cuáles son los medicamentos adecuados, las que tienen que hacer fila durante horas y las que se enfrentan a la burocracia estatal para obtener los exámenes y las drogas que necesita la o el convaleciente.
A su cargo no solo están los enfermos, sino la salud misma de la casa, y con su esfuerzo el ambiente familiar se mantiene constantemente aseado, en orden y en movimiento. No obstante, la respuesta a tantos años de dura labor y a innumerables sacrificios y esfuerzos es, por lo general, la falta de garantías, la recriminación y la ausencia de cuidado, no solo por parte de los miembros del entorno familiar, sino por las mismas entidades estatales, que no reconocen su labor.
Poco importa que en sus hombros repose la estabilidad de la familia y gran parte del funcionamiento de la sociedad. Como respuesta a ese escenario, el libro El cuidado de la salud en las familias en Colombia, de la profesora Amparo Hernández-Bello, publicado por la Editorial Pontificia Universidad Javeriana, analiza la política actual de aseguramiento en salud en Colombia y su relación con el mantenimiento de las desigualdades de género y con las diferencias socioeconómicas que giran alrededor del cuidado de la salud en los hogares.
Así, se busca aportar a la formulación de políticas más equitativas y a un desarrollo justo de la salud en el país. Para lograr esto, su autora estudia, en primer lugar, la relación entre las políticas sanitarias y el cuidado de la salud en los hogares. Luego, plantea un marco teórico y describe, mediante relatos de vida, las características y condiciones del cuidado de la salud que se brindan en la familia.
Posteriormente, evidencia las tendencias generales de cambio demográfico, epidemiológico y de desigualdades por sexo en el reparto de la carga de cuidado doméstico en la sociedad. Esto le permite analizar qué tanto las normas, políticas y programas de salud responden a las necesidades y demandas de cuidado, reconocen el trabajo de cuidado en el hogar y a quienes lo realizan, y consideran las inequidades de género.
Así, esta obra denuncia el deterioro de la vida de las cuidadoras debido a la reducción de la participación del Estado en la provisión de bienes y servicios sociales, y aboga por una nueva idea de gestión pública. Lograr una solución realmente duradera implica la construcción de un sistema que reconozca y que compense el tiempo que las mujeres dedican al cuidado de otros, que mejore la oferta y calidad de los servicios necesarios para reducir la carga de los hogares, y que redistribuya las responsabilidades entre el Estado, el mercado, las familias y la comunidad, y entre hombres y mujeres.
Además de ser un trabajo exhaustivo, riguroso y profundo, este libro invita a repensar y a valorar el papel de la mujer en la sociedad, cuya labor debe ser respetada, apoyada y remunerada adecuadamente. Solo así se podrá ayudar realmente a esas mujeres que, a pesar de los sacrificios y los retos cotidianos, resisten y perseveran día tras día, y se sienten agradecidas por lo que tienen, como la protagonista del breve relato que se encuentra en este libro: “Ella mira a su familia y piensa que después de todo tiene suerte”.
