Nuestro país es el de mayor biodiversidad de aves del mundo y alberga cerca del 20% de las especies del planeta. Ellas son, junto a los peces, los vertebrados con más presencia a lo largo y ancho de nuestro país. Sin embargo, muchas de ellas se encuentran en riesgo: ¡menuda responsabilidad enfrentamos entonces! Por eso, documentos como los libros rojos cumplen un papel preponderante de seguimiento al riesgo de las especies, de advertir sobre las condiciones precarias de su hábitat y, de esta manera, contribuir en su conservación.
En esta edición de PESQUISA JAVERIANA presentamos la forma en que desarrollamos el segundo volumen del Libro rojo de aves de Colombia, que circula en marzo y que hace parte de las evaluaciones periódicas que monitorean el estado de conservación de las más de 1.900 especies de aves identificadas en nuestro país.
Pero, ¿por qué se hace tan relevante hablar del riesgo de estos animales? Y, ¿por qué hacerlo a través de un libro rojo?
Para responder la primera inquietud, más allá de mi compromiso personal, profesional y científico como estudioso de la ornitología con unos buenos años a cuesta, solo quiero mencionar algunos aspectos que dan cuenta de su preeminencia. Las aves son el grupo biológico mejor conocido en la ciencia: se encuentran en casi todos los ecosistemas (desérticos, antárticos, selváticos, etc.); son ecológicamente diversas: existen 10.672 especies en el mundo; tienen gran importancia ecológica: son polinizadoras, dispersoras de semillas, depredadoras de insectos; y también por su diversidad, así como por el hecho de vivir en el espectro sensorial de los seres humanos, es decir, tienen percepciones visuales y auditivas del entorno similares a las nuestras. El conocimiento que de ellas se tiene ha aportado enormemente a nuestro entendimiento de cómo funciona el mundo y, además, se ha convertido en un potencial para la economía del país mediante actividades relacionadas con la observación de aves. Sin duda, su desaparición implica una enorme pérdida ecológica, económica y cultural.
Ahora, ¿por qué libros rojos? La evaluación del riesgo de extinción es fundamental para la planeación y la práctica de la conservación de las especies. Dichas evaluaciones, realizadas con el uso de categorías y criterios cuantitativos, son consignadas en documentos conocidos como ‘libros rojos’, el primero de los cuales apareció en los años 60. Estos esfuerzos académicos de alertar a las autoridades responsables permiten también valorar si las acciones a favor de su protección tienen éxito o si se hace indispensable replantear las políticas o estrategias para su cuidado y conservación. Además, buscan identificar cómo la destrucción de los hábitats, el comercio ilegal y los cultivos ilícitos avanzan inexorablemente hacia la destrucción de nuestro patrimonio biológico.
Por esta razón, un grupo de investigadores javerianos y de muchas otras entidades colombianas, así como de diversas partes del mundo, acompañados por cientos de estudiantes, campesinos, biólogos, fotógrafos expertos, observadores de aves, entidades ambientales y otros colaboradores, desarrollamos durante casi una década una recopilación sobre la ecología de las aves en Colombia, sus características, hábitats y formas de vida, y también sobre las amenazas que enfrentan. Luego, en los libros rojos recopilamos esta información y analizamos el riesgo de extinción que enfrentan las especies.
Solo como abrebocas: en el segundo volumen de esta publicación presentamos información sobre 140 especies amenazadas. Razones hay de más para que el Libro rojo de aves, con su rigurosidad, sea un insumo que sirva para orientar la actuación de las autoridades ambientales. Esta es, pues, mi invitación personal y entusiasta a leer cómo fue nuestra experiencia recolectando estos datos para la conservación de la biodiversidad colombiana, en especial de las aves.
Con igual inquietud, espero que disfruten la historia sobre la huella genética que los muiscas dejaron en Boyacá; exploren la infografía del proyecto de la Facultad de Artes, en la que se presenta cómo suenan los cerros orientales de Bogotá; visiten la vía La Dorada-Ambalema a través de las imágenes que reconstruyen la línea férrea en esa zona del país, y reflexionen sobre el sector minero y su relación con las comunidades campesinas y étnicas. También, que conozcan la propuesta que profesores de la seccional Cali hicieron para medir la apropiación de las TIC y a que conozcan la historia de vida del joven que investiga de esta edición, quien plantea irrupciones a los estereotipos tradicionales en el mundo científico. Todo este diverso material compone las siguientes páginas que preparamos para ustedes, nuestros lectores.
Luis Miguel Renjifo Martínez
Vicerrector de Investigación
Pontificia Universidad Javeriana