‘Don Clemiro’, como le dicen sus vecinos en el corregimiento de Berlín, en el departamento de Caldas, se despierta todas las mañanas para disfrutar del amanecer desde su finca ‘Media divisa’. Él no necesita ni de gallos o alarmas para hacerlo. A sus 64 años, y con 10 hectáreas por cultivar, lo único que le preocupa es que haya agua en su vereda, tierra bien abonada y que el machete de mango negro y la peinilla estén afilados.
Clemiro Calderón es fuerte, de manos firmes y piel trigueña. Ha pasado más de 30 años labrando la tierra y horas enteras entre árboles, cortando la maleza al unísono del roce de sus botas con las hojas secas sobre el suelo. Su mayor placer es escuchar el sonido del agua viajando por las quebradas que bordean su finca; sin embargo, la corriente de agua dejó de sonar desde hace aproximadamente 10 años.
De los cántaros que llenaba con agua para regar sus plantas no queda sino el recuerdo, y eso se debe a la construcción del Transvase Manso, obra hidráulica entre los municipios de Samaná y Norcasia, que secó 22 quebradas.
El problema, según recuerda Clemiro, inició con la construcción de un túnel para llevar el agua del río Manso hasta la quebrada Santa Bárbara y, luego, al embalse Amaní de la central hidroeléctrica Miel I.
Este proyecto hidráulico, Transvase Manso, fue diseñado por Isagen en 2010 para aumentar la capacidad de producción de energía de la represa Miel I; sin embargo, la obra trajo consigo graves consecuencias para la región, denunciadas por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, ANLA, como el rompimiento de los acuíferos —bolsas subterráneas de agua—, la filtración de este líquido a través de las paredes del túnel y la reducción en los afluentes que abastecían las quebradas en el municipio de Norcasia. Eran las mismas que no solo don Clemiro, sino un grupo de campesinos usaban para sus actividades diarias.
Ante esta delicada situación y para evitar la suspensión del inicio de operaciones del Trasvase rio Manso, lsagen se comprometió a adelantar actividades de restauración ecológica de los ecosistemas terrestres y acuáticos afectados y desarrollar programas de reparación social teniendo en cuenta a los propietarios de las fincas.
Y fue en febrero de 2014 que la empresa contactó a José Ignacio Barrera, docente del departamento de Biología, de la Facultad de Ciencias de la Javeriana, y a Milena Camargo, ingeniera forestal, ambos de la Escuela de Restauración Ecológica (ERE) adscrita a la universidad, para que crearan e implementaran estrategias de recuperación del ecosistema.
“Hicimos un estudio del impacto ambiental y un ejercicio de planificación respecto a la restauración ecológica”, dice Héctor Javier Sandoval, representante ambiental de Isagen, quien menciona que “el grupo de profesionales contratado hizo un análisis de la información en la zona y luego formuló los proyectos de rehabilitación ambiental a partir de diagnósticos, mapas de cobertura, los factores limitantes y tensionantes en el ambiente”.
Acciones restauradoras
El proyecto de restauración ecológica de los municipios de Norcasia y Samaná, en Caldas, inició a finales de 2014 con dos objetivos: restablecer la estructura, función y composición de las microcuencas afectadas con la construcción del túnel, y mejorar las prácticas ecológicas con el apoyo de las comunidades través de actividades de restauración de la vegetación.
Para lograrlo, el equipo de trabajo de la ERE le apuntó al cumplimiento de tres metas: determinar y construir los planes de restauración, luego desarrollarlos en las veredas o fincas afectadas con la construcción del Transvase y, finalmente, examinar la continuidad de las estrategias de recuperación en la región.
Milena Camargo recuerda que intervinieron 720 hectáreas durante esta etapa, incluyendo las fincas aledañas a las quebradas. La metodología, explicó, consistió en “buscar información sobre qué producían las comunidades antes de la construcción del transvase y luego de ello. Se hicieron salidas de campo para caracterizar la vegetación, fuimos a las veredas y fincas para observar las especies […]. Luego, con la información recogida, empezamos a trabajar en el diagnóstico”.
La primera etapa duró un año (2014-2015). En ella, cinco profesionales y cuatro auxiliares de campo, expertos en el tema, crearon el Plan de restauración ecológica del trasvase río Manso y el Plan de conservación de la especie amenazada Gustavia romeroi, árbol propio de las zonas tropicales en Suramérica que actualmente está en condición de amenaza (EN) debido a la deforestación y a las actividades agropecuarias en los departamentos de Cáldas, Antioquia y Santander.
En este periodo el grupo de investigadores encontró que la construcción del túnel no solo afectó las condiciones de reproducción y alimentación de especies como la rana endémica del Magdalena Medio, Pristimantis viejas, o la salamandra de bosque húmedo, Bolitoglossa lozanoi, también perturbó el estado de conservación de la especie Gustavia romeroi, mejor conocida como ‘Chupo rosado’.
A inicios de 2016 se desarrolló la segunda etapa del proyecto. Para ese momento, la ERE ya había visitado las comunidades, presentándose como “los doctores del ecosistema”, para hacerles saber que les estarían informando sobre los síntomas del territorio y la ‘receta’ para curarlos.
“En esta fase lo que buscamos fue tener una salud integral del territorio”, dice Milena Camargo. “Encontramos zonas afectadas por intervención del ser humano y, en ese sentido, necesitaban ser recuperadas, rehabilitadas o restauradas para cumplir nuevamente sus funciones ecosistémicas”, añade, motivo por el cual el equipo de investigadores creó cuatro estrategias de restauración para llevar a cabo con las comunidades.
La primera consistió en la recuperación de nacimientos de agua mediante la plantación de especies nativas; luego, se sembraron árboles en parcelas aisladas del ganado para evitar que los bovinos dañen su crecimiento —sistema silvopastoril— y a la orilla de las quebradas, con el propósito de formar corredores de arbustos —riparios— para proteger sus cauces.
En tercer lugar, tanto la comunidad como el equipo de investigadores hicieron cercos vivos con árboles para delimitar las fincas y plantaron palos de aguacate y cacao —sistema agroforestal— para potenciar las actividades productivas de los campesinos afectados con la construcción del Transvase.
Finalmente, la ERE trabajó en la estrategia de participación social a través de mingas o convites en donde los habitantes del corregimiento de Berlín y los estudiantes de la clase Restauración de ecosistemas, de las facultades de Ciencias y de Estudios Ambientales y Rurales de la Javeriana, tuvieron un encuentro de saberes para socializar prácticas de restauración ecológica. Cabe destacar que José Ignacio Barrera, líder del proyecto, también es el docente de esta asignatura.
“Una de las cosas que hacemos desde el curso consiste en traer a los alumnos a los proyectos que se manejan desde la Escuela para que compartan en campo las vivencias con los campesinos, vivan de primera mano todo y ayuden a construir los procesos”, indica Barrera. “El propósito de estas actividades es pensar el tema de la rehabilitación ambiental para mejorar las tierras degradadas por intervención del hombre o por causas naturales”, resume.
Contexto y cierre del proyecto
Pesquisa Javeriana estuvo presente en el cierre de la segunda etapa de la investigación que se llevó a cabo en las instalaciones del Colegio Institución Educativa Berlín, en el municipio de Samaná.
Allí, los investigadores presentaron los resultados obtenidos hasta abril de 2018, entre ellos: 13 núcleos de facilitación del proceso de restauración del ecosistema, ocho corredores riparios, la implementación de sistemas silvopastoriles en 15 hectáreas, talleres con las comunidades para enseñarles a hacer compostaje y abono orgánico, la creación de viveros en la escuela de Berlín y el diseño de los planos de las fincas hechos por sus dueños, quienes dibujaron los mapas del estado actual de sus terrenos y de cómo quieren verlos en un futuro.
“Esta investigación ha sido muy importante porque ahora sabemos que se nos ha estado secando el agua, la fauna y flora inclusive. Conocemos la deforestación tan tremenda que ha habido”, dice ‘Don Clemiro’ mientras reacomoda su un sombrero blanco. “Ahora sabemos que podemos restaurar lo que se ha perdido, sabemos que hay que hacerlo muy bien”.
El encuentro también contó con la presencia de delegados de Isagen, representantes de las veredas, asociados e investigadores de la ERE, la banda musical del colegio y más de 30 estudiantes javerianos, quienes, además de compartir sus conocimientos con los pobladores, participaron en actividades de restauración ecológica como la siembra de árboles de aguacate y cacao en la finca ‘Media divisa’, la limpieza de la bocatoma de Berlín y la presentación de la primera guía de conservación de la especie Gustavia Romeroi a la comunidad educativa.
Aunque estos resultados son positivos, aún son bastantes los retos que se presentan de cara al futuro. Uno de ellos, de acuerdo con los investigadores javerianos, es pensar iniciativas de restauración ecológica a largo plazo y evaluar cómo pueden perdurar durante el tiempo.
“La idea es que las personas se apropien de los conocimientos y las comunidades los entiendan. Es decir, que todos estos métodos que iniciamos puedan tener una continuidad”, menciona Barrera. Por su parte, Camargo añade: “Cuando los proyectos son de corto plazo, muchas veces las inversiones que se hicieron en tiempo y en dinero no se ven y eso es un aspecto importante, porque se pueden retrasar los procesos”.
Así, finalizada esta segunda etapa, el equipo de trabajo de la ERE se encuentra a la espera de una nueva contratación por parte de Isagen para continuar con la tercera fase de seguimiento a las estrategias implementadas en Norcasia. Con el fin de que no solo el ecosistema se restablezca para que mejoren las prácticas sostenibles de personas como Clemiro Calderón, Luis Wilches, y Luis Eduardo Loaiza, campesinos de la zona, sino que también sus lazos interpersonales se afiancen a pesar de las diferencias políticas y sociales que han tenido tras años de diferencias surgidas por el conflicto armado que ha afectado a la región.
La continuidad del proyecto se definirá luego de que profesionales ambientales de Isagen evalúen las propuestas hechas por oferentes a través de un proceso de licitación pública.
“Nosotros quisiéramos estar trabajando acá en una tercera fase porque creemos que todavía hay mucho por hacer, hay estrategias que no se han desarrollado en su totalidad y, sobre todo, en las áreas de las fincas privadas”, reconoce Milena Camargo.