Como si fuera una obra de arte, investigadores de la Pontificia Universidad Javeriana restauran el Parque Forestal Embalse del Neusa, en Cundinamarca, donde hace unos años solo pinos de más de 20 metros de altura conformaban el paisaje. No puede negarse que era un bonito bosque; era agradable caminar sorteándolos, con ese olor tan particular y ese colchón formado por sus hojas secas color café, en forma de aguijones largos y delgados –acículas–, que a veces alcanzan un grosor de 30 centímetros. La verdad es que se trata de una especie foránea que desplazó a los árboles nativos en un intento por evitar la sedimentación del embalse.
La vegetación altoandina nativa fue talada: encenillos y siete cueros, gaques y chuques, tunos y arbolocos, chilcos, ají de páramo y arrayanes desaparecieron, y con ellos se fueron los conejos silvestres, los faras y los zorros de monte, así como algunos reptiles y anfibios que solían acercarse a la orilla del embalse.
Desde hace más de seis años, los investigadores suben hasta los 3.050 msnm del Neusa y, a medida que estudian las posibilidades de restaurar el ecosistema degradado por la acción de las especies exóticas para recuperar el bosque nativo original, proponen nuevos proyectos en los que integran a las comunidades campesinas de los municipios de Tausa y Cogua. Incluso los alumnos de la Institución Educativa Departamental San Antonio, Sede Páramo Bajo de Tausa, forman parte de las investigaciones: Sonia, Angie, Edwin, Sergio y Ronald, entre otros chicos de cuarto a décimo grados, acompañan a los científicos a trepar por la montaña para entender las dinámicas del bosque nativo y sembrar nuevos –pero realmente originarios– árboles del altiplano altoandino.
Ellos ya saben la diferencia entre reforestar y restaurar. “Con la reforestación logramos restablecer una cobertura vegetal y no necesariamente de especies nativas”, explica la bióloga Sofía Isabel Basto. En cambio, “la restauración ecológica asiste la recuperación de los ecosistemas degradados para recuperar los componentes y funciones en el ecosistema original”; es como ir tejiendo la historia misma del paisaje: “qué había antes, en qué cantidad, cuáles eran las relaciones entre una especie y otra”.
Tres proyectos en un solo ecosistema
El primer proyecto de investigación ha diseñado estrategias para implementar la restauración ecológica con especies nativas en terrenos donde se han talado los pinos y evitar que otras especies invasoras, como el helecho marranero, el retamo espinoso o la mora silvestre, comiencen a ‘marcar terreno’ por la facilidad que tienen de llegar, echar raíces y propagarse.
El proyecto de la Pontificia Universidad Javeriana busca acelerar el proceso de sucesión natural del bosque, pues de no hacerlo demoraría décadas en volver a su estado original.
En convenio con la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), el grupo de investigación Unidad de Ecología y Sistemática (Unesis) estableció parcelas en tres sectores del parque –Guanquica, Chapinero y Laureles– para monitorear lo que ocurre después de la tala y caracterizar cuatro componentes: la vegetación, los suelos, la macrofauna edáfica –otros organismos que lo habitan, como hormigas, escarabajos, lombrices, arañas y ciempiés– y la avifauna, que es clave, pues sus especies son dispersoras de semillas, polinizadoras de plantas y controladoras de plagas. Con sus binóculos, cámaras y mucha paciencia, los ornitólogos encontraron 73 especies de aves, entre ellas copetones, picaflores, atrapamoscas, colibríes, carpinteros, cucaracheros y tángaras.
La Escuela de Restauración Ecológica (ERE) lleva 14 años de trabajo en restauración ecológica.
Por ser un grupo interdisciplinario, las reuniones luego de las salidas de campo han sido jugosas en información. Cada especialista cuenta sobre sus avances con un eje común: deben comparar cómo se comporta cada uno de estos componentes en tres sectores: uno tenía cuatro meses después de la tala, otro dos años y medio y, en el último, los pinos se habían talado hace cuatro años y medio. “Al conocer cuáles eran las especies que dominaban en cada grupo, pudimos hacer predicciones sobre las trayectorias que puede tomar el ecosistema después de la tala de especies exóticas”, explica la profesora Basto.
El segundo proyecto profundizó en los bancos de semillas, el conjunto de semillas viables que se acumulan en el suelo después de que han sido dispersadas y todavía no han germinado en el ecosistema. Si se encuentran suficientes de ellas en el suelo, el banco puede ser utilizado como fuente de material vegetal para reintroducir las especies perdidas en los ecosistemas degradados. En el bosque de pinos, las semillas se encuentran debajo del colchón formado por las acículas; en el bosque de encenillos, están debajo del colchón de musgo húmedo y requeteverde, características típicas de cada ecosistema.
En la plantación de pinos, en el bosque nativo y en los tres sectores postala estuvieron los investigadores y estudiantes de la región buscando semillas y caracterizando el lugar: revisando olores, colores, fauna… En el borde de la plantación, los investigadores encontraron las semillas en las deposiciones de las aves, y los niños aprendieron cómo ellas las dispersan.
“Lo que estamos viendo”, explica la profesora Basto, “es que muy pocas semillas se encuentran en el bosque nativo, no tantas como esperábamos, y definitivamente encontramos muchas menos en la plantación de pinos”. La zona postala de dos años y medio es la que presenta mayor abundancia y riqueza de semillas, en tanto que en la de cuatro años y medio se estabiliza la cantidad. Los investigadores esperaban que en esta última siguiera aumentando. ¿Qué pasa allí? El problema son las especies invasoras. Muchas de las semillas de las plantas exóticas pueden durar más de 30 años dormidas, despertarse, germinar y regenerar la especie.
Aquí entra el tercer proyecto, el más reciente, cuyo objetivo es evaluar estrategias para eliminar el retamo espinoso y restaurar las áreas que han sido invadidas por esta especie, que aquí crece más que en su nativa Europa, rodea los caminos y ahora florece en potreros donde antes se cultivaba papa criolla y zanahoria o donde pastaban vacas y ovejas.
Apoyados por el Acueducto de Bogotá, el proceso inicia con el corte manual o mecánico de la planta con machete, guadaña o motosierra; sigue con la trituración del material con una chipeadora y luego se aprovecha al convertirlo en compost.
Las semillas son el problema de esta planta, no solo porque produce muchísimas sino porque, como están en una vaina, las altas temperaturas del mediodía hacen que esta explote y las disperse hasta una distancia de casi diez metros a la redonda. La semilla es tan pequeña, entre uno y dos milímetros, que ni siquiera la chipeadora la puede triturar. Además, como pueden durar tanto, su banco de semillas es una amenaza para el ecosistema invadido y los vecinos.
Una de las especies invasoras más dañinas para el ecosistema altoandino es el retamo espinoso. Los investigadores trabajan por conocer la especie y la resistencia de sus semillas y buscan métodos para eliminarla.
Por eso, es necesario hacerle un tratamiento que la deje inviable y no germine, explica la bióloga Sandra Contreras. Luis Hernán Rodríguez, ‘Lucho’, administrador agropecuario, tausano y, por tanto, conocedor de su región, es el contacto en el Parque. Él es quien explica los tres tratamientos que prueban con materiales de la región para que en el futuro el campesino los pueda utilizar. Erradicar el retamo no será fácil, pero la ciencia puede dar pistas antes de que invada páramos, propague incendios y siga acabando con las plantas nativas, generalmente menos resistentes.
La ciencia del aprendizaje
“Neusa ha sido como un laboratorio donde se pueden hacer diferentes ensayos, se aprende y se aporta conocimiento que puede ser replicado en otras regiones”, concluye la bióloga Carolina Moreno, de la Escuela de Restauración Ecológica (ERE), liderada por el profesor José Ignacio Barrera, quien ha promovido varias tesis de pregrado en esta región andina. Él mismo concluye que “el Parque Forestal Embalse del Neusa ha sido un escenario de aprendizaje y de enseñanza sobre cómo restaurar los bosques altoandinos que han sido degradadados por diferentes tipos de disturbios y usos de suelo. Las diferentes estrategias aplicadas muestran que la restauración ecológica es una opción que puede acelerar los procesos de recuperación de la salud e integridad de los ecosistemas”.
El día de campo terminó con la siembra de árboles nativos. Cada niño adoptó uno, lo sembró y lo bautizó. Así, hoy deben estar creciendo Muñeco, Bebé, Hojitas y Loky. Los niños probablemente ya les estarán contando a sus padres y familiares estas y otras enseñanzas que no caben en este artículo diario de campo, mientras la investigación continúa.
Para leer más
- Restaurando el Neusa. Una experiencia de restauración ecológica de áreas post-tala de especies exóticas en el Parque Forestal Embalse del Neusa. Pontificia Universidad Javeriana, Escuela de Restauración Ecológica (ERE), Corporación Autónoma Regional (CAR). Junio, 2015.
INVESTIGADORES PRINCIPALES: José Ignacio Barrera y Sofía Isabel Basto
Facultad de Ciencias
Departamento de Biología
Grupo de investigación Unidad de Ecología y Sistemática (UNESIS)
Escuela de Restauración Ecológica (ERE)
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2014 – en ejecución.
3 comentarios
Les agradezco nos instruyan en cuales son los arboles nativos de la zona, desafortunadamente en todo el artículo no los mencionan y nos gustaría en cada una de nuestras visitas contribuir con su tarea, sembrando un arbolito adecuado para ese ecosistema.
Felicitaciones a todos las personas que conforman esta maravillosa escuela de restauración ecológica y de antemano reconocer su grandiosa labor a su director Jose Ignacio Barrera.
Me gustaria ser parte de su escuela y trabajar en conjunto por la restauración de nuestros ecosistemas colombianos.
ojalá ustedes también pudieran iderar la restauración ecológica de la cuenca de la laguna de Fuquene. yo soy miembro del Colectivo Laguna de Fuquene.