Los patios costeños convocan. Son escenarios de vida. Allí los juglares crean. Los amigos beben. Los enamorados se buscan. Los gallos cantan. Los niños corren tras los perros. Los árboles protegen, los vientos se cuelan. En los patios se estrenan los sentidos y la capacidad de asombro, solía decir un hombre de patio, el entrañable escritor colombiano Héctor Rojas Herazo.
Trozos de madera de ceiba roja y fibras de palma de iraca también se apilan en los patios antes de transformarse en un toro miura o en una colorida cesta. Su acogedora atmósfera propicia la conversación de los artesanos de Galapa y de Usiacurí, que con su destreza enriquecen el patrimonio cultural de Colombia. Los pericos y los loros hacen eco. Cómodas mecedoras se disponen y comienza un diálogo intenso en el que participan el diseñador Juan Carlos Pacheco, sus compañeros de investigación, Gonzalo Gómez, Gabriel Barrero, Adriana Sinning y Helbert Cárdenas, y los habitantes de los dos municipios atlanticenses en torno a la artesanía, los recursos naturales, el patrimonio, los mercados y la ecotecnología. La escena se repite a lo largo de seis años.
Todo empezó cuando Pacheco trabajaba en Artesanías de Colombia. Una y otra vez, por casualidades de la vida, le asignaban proyectos en la costa Caribe. Con el paso del tiempo notó que la presencia institucional se quedaba corta al no contemplar aspectos que fue descubriendo como esenciales en el campo artesanal. Se vinculó entonces a la Universidad Javeriana en 2000. El rumbo cambió, pero los caminos lo siguieron llevando a Galapa y a Usiacurí. Sus encuentros costeños hacían un llamado de gaitas y tamboras, de ceibas y de palmas.
Su interés fundamental estaba ahora en mirar cómo la artesanía realmente podría ser estudiada desde su componente cultural e identitario, pero también ligada al desarrollo tecnológico, la responsabilidad ambiental y las lógicas del mercado. Tenía claro que la capacidad de los artesanos de Galapa había sido perturbada por una dinámica de mercado que les exigía niveles de producción no contemplados en el pasado y que los obligaba a una mayor demanda de materia prima, con lo que se presentaba una ruptura entre el patrimonio cultural material, la memoria tecnológica y el balance ecológico de los recursos naturales utilizados. Para ese momento, Pacheco ya estaba convencido de que el diseño tenía “una deuda con el ambiente, con la cultura, con la responsabilidad social, con la ayuda a las comunidades vulnerables”, y que, por alguna razón, había decido asumir la deuda, aún consciente de que no podría solo con ella.
Sobre esas problemáticas entran a trabajar dos investigaciones del grupo de Diseño e Innovación de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Javeriana: Modelo ecotecnológico para la producción artesanal en los oficios de tejeduría y talla en madera, en el 2007, y Validación en campo del modelo ecotecnológico para la producción artesanal en los oficios de tejeduría y talla en madera, en las comunidades artesanales de Galapa y Usiacurí del departamento de Atlántico, en el 2009.
Cultura, tecnología y ecología
Galapa, la tierra de la patilla, la que está sobre las aguas arenosas, se ubica a 8 kilómetros de Barranquilla. Con una tradición artesanal heredada de los Mocanás, los habitantes de este municipio son maestros en el uso de la madera de la ceiba roja (Bombacopsis quinata). De su talla salen las marimondas, tigres, burros, toros, cebras y papagayos, tan característicos del Carnaval de Curramba. Es un municipio agrícola en sus orígenes, hoy conurbanizado y con los problemas propios de las poblaciones que crecen sin orden cerca de las capitales. Usiacurí, uno de los más antiguos pueblos de la costa Atlántica, notable por sus aguas medicinales, está a 40 kilómetros de Barranquilla y sus habitantes, fundamentalmente las mujeres, ya desde el siglo XIX eran hábiles tejedoras de la palma de iraca (Carludovica palmata).
En Colombia, el 73% de las materias primas de origen vegetal utilizadas por sus comunidades artesanales provienen de los principales ecosistemas y se extraen en estado silvestre para luego ser transformadas en expresiones materiales simbólicas de acuerdo con las características de cada oficio artesanal. La ceiba roja crece en terrenos de bosque tropical seco; su madera, fuerte y blanda para la talla, durante años fue fácilmente conseguida por los artesanos de Galapa, sin embargo, con la deforestación las cosas han cambiado. Usiacurí no ha tenido su materia prima tan cerca, debido a que la palma de iraca que utilizan sus artesanos crece principalmente en los Montes de María.
La colonización, la ampliación de la frontera agropecuaria, el crecimiento de los municipios o la extensión de los cultivos ilícitos son factores que generan desequilibrios ecológicos, aumentan los conflictos socioambientales y entorpecen las posibilidades de que la actividad artesanal haga un uso sostenible de los recursos naturales. Hoy, son claras las hibridaciones que se dan entre la tradición, el desarrollo tecnológico y la ecología en función de la innovación cultural de la producción y la sostenibilidad de los oficios artesanales, explican los investigadores.
Lo que ellos se propusieron en estos trabajos fue estudiar el tema a partir de las tres grandes categorías que conforman el modelo ecotecnológico: la productividad cultural, la productividad tecnológica y la productividad ecológica, con el fin de proponer alternativas para el desarrollo del sector artesanal en las comunidades de Galapa y Usiacurí. En este campo, precisan, “interactúan un sistema de conocimiento representado por un saber-hacer y la significación que un grupo social comparte de un objeto artesanal, un sistema simbólico contenido en la artesanía misma como vestigio de un patrimonio identitario y tradicional, un sistema organizacional relacionado con las formas particulares de producción y reproducción; un sistema biofísico en tanto que lo artesanal se liga coherentemente con el uso de recursos naturales y un sistema tecnológico que le permite resolver problemas
prácticos y crear nuevas maneras del saber-hacer técnico”.
Dependencias e interrelaciones
De la mano de los artesanos, los investigadores construyeron un modelo ecotecnológico con datos cualitativos obtenidos “mediante instrumentos participativos sistematizados en una matriz de análisis estructural, para dar cuenta de las relaciones de incidencia y dependencia de las dimensiones del modelo”. Este primer modelo, de corte teórico, fue después validado en las comunidades a partir de un arduo trabajo desarrollado durante tres salidas de campo de 15 días cada una, en talleres en los que participaron alrededor de 60 personas, que se nutrieron con las vivencias y el saber popular de los artesanos, así como con los aportes dados por representantes de organizaciones no gubernamentales, del gobierno local y departamental y también de algunos ambientalistas locales.
Así, resultaron 27 variables para analizar y proyectar la situación de cada comunidad artesanal, entre las que se encontraban las dinámicas de la organización productiva, la estructura socioeconómica de la producción artesanal, la percepción cultural de los recursos naturales, la innovación tecnológica, el uso de las materias primas, los procesos tecnológicos sostenibles, la organización ecológica para la producción, el manejo integral de los recursos naturales asociados con la producción, la capacidad de carga de los ecosistemas o la ubicación geofísica de los recursos naturales.
Los participantes jerarquizaron, miraron relaciones, identificaron problemáticas y soluciones. Los tableros y los pliegos de papel periódico fueron herramientas esenciales. Allí plasmaron realidades que les permitieron, por ejemplo, “mirar dónde está ubicada la ceiba roja, su materia prima, e identificar que está en fincas de grandes terratenientes o ganaderos de la costa, a donde tienen que ir a comprarla, y ahí se encuentra una primera dificultad”, explica Juan Carlos Pacheco.
Con las múltiples relaciones que establecieron los participantes, los investigadores tabularon la información para hacer visibles, en números, los niveles de dependencia y de interrelación entre los aspectos ecológicos, culturales y tecnológicos. Esto hizo evidente que en Galapa hay una altísima dependencia del mercado y que los artesanos ya tienen una mentalidad de microempresarios; entonces, el nivel de dependencia de los recursos naturales se hace mayor y empiezan a darse modificaciones en las técnicas de producción. En Usiacurí, el asunto es diferente. La técnica para la elaboración de las artesanías no se ha modificado, los artesanos tejen la fibra con dos agujas, pero la iraca no se cultiva en la zona, sino en el sur de Bolívar. Por lo tanto, se presenta una dependencia ecológica altísima de otro contexto geográfico.
El análisis cuidadoso de todas las dependencias e interrelaciones posibles, hace de la ecotecnología un potencial enfoque para el desarrollo de políticas públicas construidas con aportes ciudadanos, en la medida en que arroja valiosos datos para la caracterización y el diagnóstico de la situación ambiental, cultural y tecnológica de una comunidad artesanal.
Si Usiacurí, en términos climáticos, es un territorio muy adecuado para cultivar la palma de iraca, pero el problema es que los artesanos de la zona no son agricultores, ¿por qué no establecer un plan que fomente el cultivo de la planta con el que se beneficien otros ciudadanos y se garantice en mejores condiciones el recurso natural a los artesanos?
Para los investigadores es importante que el primer beneficiario de este trabajo sean las comunidades artesanales del país. La experiencia de Galapa y Usiacurí podría replicarse en otros contextos, de ahí que trabajen en una guía construida en un lenguaje muy fácil de entender para que otras comunidades puedan empezar a hacer sus propios diagnósticos. Pacheco explica que “el modelo puede ser útil para quienes están interesados en preservar su identidad, pero también para quienes están interesados en el mercado o tienen problemas de recursos naturales, en la idea de generar planes de acción bajo una racionalidad ecotecnológica, es decir, aquella que piensa en cómo lograr el balance entre la identidad, el avance tecnológico local y el manejo sostenible de los recursos, las tres categorías del modelo”.
Un aporte adicional de la metodología que se utilizó es que en el proceso fue posible observar cómo hay una memoria colectiva sobre la creación artesanal que no está cohesionada y que es preciso reconstruir y proyectar. Ahí están los patios esperando para que fluya y se recoja.