Desde el periodo colonial, empezaron a circular ciertas representaciones sociales sobre las poblaciones, que apelaban a las influencias de los climas, los paisajes y los particulares tipos de mestizajes. De esta manera, se fueron estableciendo asociaciones entre ciertos lugares y las características de la gente que los habitaba, lo cual se acentuaba por el aislamiento derivado de la particular geografía del país y los ineficaces esfuerzos para posibilitar su comunicación. “Muchas de estas representaciones”, dice el antropólogo javeriano Eduardo Restrepo, “tienen sus orígenes en concepciones propias del determinismo climático, geográfico o racial, hace mucho tiempo refutadas por la ciencia”.
Biodiversidad, multiculturalismo y patrimonio fueron los tres ejes de la investigación “Identidades regionales en los márgenes de la nación. Políticas y tecnologías de la diferencia en el Caribe, los Llanos Orientales y el Pacífico”, en la que confluyeron distintos estudios de las universidades Javeriana y Magdalena, para evidenciar, como concluye el trabajo, que “desde las mismas regiones o desde afuera se han creado ideas que hacen ver a los llaneros, chocoanos y costeños como pueblos inferiores en términos raciales y culturales, y como si fueran entidades homogéneas”.
A través del concepto de formación regional de la diferencia, elaborado por los investigadores, se demuestra que concebir al país como fracturado en regiones responde a “políticas e intervenciones concretas que refuerzan o transforman las representaciones sobre la naturaleza, la historia y la cultura en el Caribe, los Llanos y el Pacífico”.
Liderado por Restrepo, su colega Julio Arias Vanegas, ambos profesores e investigadores de la Universidad Javeriana, y por Fabio Silva, de la Universidad del Magdalena, el trabajo parte de varios estudios de caso. “Lo más valioso de esta investigación”, dice Restrepo a Pesquisa, “es haber apoyado tesis de pregrado y de maestría en estas tres regiones y desde una dinámica de trabajo de grupos de investigación”.
En los Llanos orientales
En dos municipios del Meta, Puerto Santander y San Martín, Ingrid Díaz estudió el patrimonio, entendido como “aquello que construye la idea del pasado o del presente y que fue o debe ser dejado como herencia para el futuro”, según se lee en su tesis. Díaz se enfocó en dos casos: el museo arqueológico de la cultura guayupe, que tiene piezas arqueológicas relacionadas con el pasado indígena de la región de Puerto Santander, y las Cuadrillas de San Martín, consideradas patrimonio cultural de la nación. Estas consisten en “danzas” que representan las batallas entre grupos definidos, como españoles, árabes, indios y negros, en las que intervienen 48 jinetes.
Díaz advierte que, al analizar los discursos y las prácticas desarrolladas por quienes toman decisiones sobre el patrimonio, “funcionarios y entidades, a través de programas y legislaciones, definen e intervienen, no solo el patrimonio, sino la cultura, los territorios, las poblaciones, la historia y las identidades de las poblaciones involucradas en la patrimonialización”, esta última referida al patrimonio cultural.
Sergio Ramírez trabajó la dimensión ambiental de los Llanos, analizando cómo la idea de conservación empieza a atravesar políticas públicas, de desarrollo sostenible y de turismo en Puerto Gaitán, municipio que ha sido calificado como “paraíso natural”. Rocío Martínez, por su parte, profundizó en la transformación de la manera de mirar a los indígenas, que pasaron de no ser considerados seres humanos a ser pensados como parte del multiculturalismo nacional.
El profesor Arias, quien coordinó el equipo en los Llanos, hizo una lectura histórica de las formas en que ha sido concebida la naturaleza de esta región, primero como “natural”, para la ganadería extensiva, y más reciente y aceleradamente como “natural”, para la agroindustria a gran escala. Arias muestra así que estas distintas concepciones han estado asociadas a formas específicas de exclusión de la tierra, y de jerarquización racial y cultural de sus pobladores rurales.
En el chocó
La investigación de Mónica del Valle versó sobre la imagen de la naturaleza y su relación con lo humano en la literatura chocoana, principalmente en la obra Glosa paseada bajo el fuego y la lluvia, de Carlos Arturo Caicedo Licona, escritor de Quibdó, y cómo esa representación configura una identidad chocoana.
El trabajo de Sonia Serna, “En blanco y negro. Paisas y chocoanos en Quibdó”, se aproximó a la diferencia en la concepción de identidades dentro de la propia región. “La gente en el bajo Atrato tiene unas maneras de elaborar identidades locales —como el chocoano, el costeño, el chilapo, el cholo, el libre—, que no necesariamente operan en Nuquí o en Quibdó”, explica Restrepo. La investigación esbozó las categorías con que la gente se piensa a sí misma y piensa a los otros, y planteó límites entre las diferencias que existen de lo “chocoano” dentro del propio departamento.
¿Cómo la imagen del Chocó como región inhóspita, de naturaleza agreste, donde la civilización está ausente, se convierte en una gran riqueza por su biodiversidad y su valor genético y biológico? Esto se debe, de acuerdo con la investigación, al discurso ambientalista de los últimos años. Pero el del multiculturalismo también ha incidido mediante el proceso de etnización, lo que significa pasar de pensar en una gente que habita la zona occidental del país como campesinos o raza, a concebirla como grupo étnico, con tradiciones, prácticas particulares de producción y una relación armónica con la naturaleza.
En el caribe
La región caribe, coordinada por el profesor Silva, incluyó trabajos que demuestran cómo el discurso de “lo caribeño” se empieza a arraigar y reemplaza el de “lo costeño”, en un intento por reconceptualizar la región. Se trata de “un discurso que surge en un momento muy particular de la historia del país por parte de una élite de intelectuales y de poder”, explica Restrepo.
Andrés Forero hizo una etnografía del Museo del Caribe, en Barranquilla, y encontró que la narrativa se concentra en resaltar que “la región caribe es la más mestiza de Colombia, la más diversa en todos los sentidos de la palabra, y por el hecho de ser parte del Caribe insular”. Forero explica que “hay una intención consciente en el museo de no mencionar los conflictos sociales: las diferencias que se exponen no tienen que ver con la desigualdad social, sino con su carácter cultural”.
Por su parte, Álvaro Acosta se concentró en el proceso de creación del Centro Histórico de Santa Marta, una iniciativa apoyada por sectores económicos para generar proyectos turísticos, cuyo propósito es transformar el entorno, abandonado por la gente que tradicionalmente lo ocupaba, como los vendedores ambulantes. En este trabajo, dice Restrepo, Acosta explica “cómo se dan esas disputas por el espacio desde esta política de patrimonio del Centro Histórico”. Siguiendo la línea del turismo, Laura Chaves enfocó su trabajo en la perspectiva histórica de pensar este sector de la economía en los años setenta —al “estilo Rodadero”— en contra- posición a un turismo ecológico. “Ella muestra cómo, detrás de la producción de un espacio para que sea consumido como turístico, hay procesos políticos, militares e intereses económicos que se ponen en juego”.
Biodiversidad, multiculturalismo y patrimonio
Otros investigadores, como Álvaro Acevedo, estudiaron aspectos del concepto de lo caribeño en redes sociales; la producción artesanal como mercancías con identidad fue investigada por Daniel Ramírez; y Julián Montalvo hizo sus aportes al identificar instrumentos para la posible construcción de una identidad regional en el Caribe.
Uno de los resultados arrojados por la investigación fue que los discursos sobre la biodiversidad han impactado de manera más fuerte en el Chocó que en las otras dos regiones estudiadas porque, en términos de políticas públicas, allí está más claro el discurso de la conservación; y, en términos de procesos organizativos, el vínculo entre multiculturalismo y biodiversidad es evidente.
Con respecto al discurso del multiculturalismo, el estudio concluye que “ha transformado radicalmente las identidades regionales, pero sobre todo en ciertos sectores poblacionales” de una misma región.
Las conclusiones en cuanto al patrimonio también son diferentes de acuerdo con las regiones: mientras que en los Llanos el concepto está más ligado a procesos de apropiación locales, en el Caribe se articula más con el turismo para el “otro”.
“En últimas”, concluye Restrepo, “lo que hacemos es socavar la inocencia de las narrativas de la colombianidad, porque son producidas desde unos lugares, desde unas visibilidades, y también desde unas invisibilidades que ordenan gentes y geografías en proyectos, en nombre de los cuales se los somete: el desarrollo, la modernidad, la iniciativa empresarial, los trenes. Y nada de eso es inocente”.
Para saber más:
- » Restrepo, e.; Arias, J. & silva, F. (dirs.). (2011). “Identidades regionales en los márgenes de la nación: políticas y tecnologías de la diferencia en el Caribe, los Llanos Orientales y el pacífico”. Manuscrito.
- » Valle, M. del. (2011, julio-diciembre). “Glosa paseada bajo el fuego y la lluvia: cinco lentes para mirar el Chocó”. Perífrasis (Bogotá) 2 (4): 71-85.